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La escalada oscurantista


Al leer las columnas de Axel Kaiser, Henry Boys o al ingresar a la página de Facebook llamada “Letras para el combate”, ante todo estamos frente a un panorama “dantesco”, como podría decir algún rostro de noticiario televisivo. La negación de cualquier posibilidad de futuro viable propuesta en sus opiniones presume la existencia de un momento más iluminado en el pasado, es ante todo una narrativa que habla desde el Ubi Sunt, figura literaria muy utilizada en la Edad Media, en la cual el hablante se pregunta por personas y fulgores ya extintos.

Esta nostálgica pregunta hoy transita de la melancolía hacia una amnesia obnubilada por la necesidad de que más pronto que tarde vuelvan las guillotinas de Marat, la Inquisición o los Chicago boys, que en diferentes momentos mancharon sus zapatos al posarse a leer sus manifiestos sobre las pilas de cadáveres aniquilados; sin embargo, no hablaremos en esta ocasión de las vías para la conquista del poder, sino más bien de las vías para la persuasión política y social.

La erradicación del marxismo, la tiranía de la igualdad o las guillotinas para los “amarillos” son argumentos que buscan debilitar el tejido social, no únicamente del establishment sino de la sociedad toda, sobre todo poner su interés como un discurso válido para eliminar a las otredades, sin considerar que son esas otredades las constructoras del poder democrático.

Vías de persuasión política que en tiempos de crisis comienzan a disputarse con mayor urgencia y la estrategia de los incautos y desesperados es sembrar el terror, el odio y la negación del otro, de la misma manera que el candidato Piñera se suma a las críticas hacia los inmigrantes. Estas posturas, que más que radicales son fundamentalistas, no obedecen únicamente a cambios drásticos sino que se proyectan sobre la base de la palabra muerta, más oscuro aún porque no halla su espacio en el diálogo y la construcción de futuro sino que en la reproducción y replica ortodoxa de mandatos anteriores, ya sean de dios, la nación o la revolución.

La subestimación del vulgo que realizan ciertos grupos progresistas, mediante el cálculo y estimación, no considera la real dimensión emotiva del miedo y el odio que se incuba en una realidad de incertidumbre. De la misma manera que el New York Times, el Washington post o el New Yorker hallaban irrisorio que Trump asumiera el poder, acá en Chile ignoramos la potencia de los discursos que encuentran la solución en la diferenciación selectiva que en ningún caso tiene que ver con diversidad.

[cita tipo= «destaque»]Sin duda es una opción compleja, pero sin la aceptación de las diferencias, los conservadurismos y los discursos reaccionarios fácilmente expandirán su mensaje mediante la negación del otro, el odio y la intolerancia. Es tiempo de aceptar la emoción como parte del discurso político y, más que nada, a las personas como portadores de estos discursos, para construir un relato inclusivo que nos permita salir de esta crisis oscurantista.[/cita]

Los nuevos profetas del apocalipsis utilizan sus columnas y cartas de opinión para afirmar el poder vigente, con pobres argumentos y un alto contenido moralizante pretenden establecer una cruzada en donde se fuerza a la toma de posición, como si las personas fuesen animales resueltos y atemporales y en donde se plantea un caos generalizado tan grande que nos deja inmóviles, desconfiados y apáticos frente a nuestros computadores, perdiendo la esperanza en la participación y coconstrucción. Hoy incluso algunos nos llaman a levantar candidatos como Carola Canelo, que representa a los sin partido, pero paradójicamente con bases invisibles, firmando un cheque en blanco a una figura política que en la realidad no representa más que a sí misma y sus seguidores virtuales.

Frente a este oscurantismo contemporáneo, no se necesita instalar el imperio de la razón ni mucho menos; sensatez, sentido común y empatía son fundamentales para pensar la sociedad que queremos, salir más allá de nuestros propios reductos políticos y expandir un horizonte transversal con los defensores de la diversidad, no defender la vida per se, sino en tanto humanidad y volver a hacernos visibles los unos con los otros.

Más (o además) que un frente amplio, hoy es necesario intentar empatizar y coconstruir narrativas con todas las fuerzas progresistas que apunten a construir una sociedad basada en la diversidad, la equidad y la justicia social, que los liberales que defienden la verdadera libertad social salgan del clóset y la izquierda (fuera de la Nueva Mayoría) comprenda que el diálogo está más allá de la traición a la clase.

Sin duda es una opción compleja, pero sin la aceptación de las diferencias, los conservadurismos y los discursos reaccionarios fácilmente expandirán su mensaje mediante la negación del otro, el odio y la intolerancia. Es tiempo de aceptar la emoción como parte del discurso político y, más que nada, a las personas como portadores de estos discursos, para construir un relato inclusivo que nos permita salir de esta crisis oscurantista.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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