Publicidad
La prensa, la campaña presidencial y los señores políticos EDITORIAL

La prensa, la campaña presidencial y los señores políticos

La crisis de transparencia y confianza política que se vive, con instituciones que funcionan mal y liderazgos que se derrumban producto de su propia incoherencia o errores, no son un invento mediático. Son hechos políticos que convocan a la ciudadanía a un cambio profundo en el sistema político y la representación democrática.


Ronda, en el imaginario de la elite, la idea instrumental de que la política editorial de un medio es un producto de venta, o que la adhesión que este exprese a determinados valores, orientaciones o principios, es  derechamente una conspiración en contra de algún sujeto de poder o candidato específico. Esta lectura conspirativa es peor aún si el medio expresa una simpatía clara por algún candidato o una apreciación negativa respecto de otro.

Quienes sostienen estas ideas, piensan o quieren que los medios sean entes neutros, sin enfoques editoriales y sin preferencia alguna, a menos que los apoyen a ellos.  De lo contrario, deben conducirse en una asexuada vida valórica, y mantenerse en la inanición de los muertos, sin perjuicio de ser siempre sospechosos de tergiversar la verdad histórica.

Dentro de la abierta competencia presidencial desatada en el país, se regocija en esta ópera una especulación instrumental acerca de la libertad de información, como si sobre los lamentables hechos que están a la vista de todos –el financiamiento irregular de la política entre otros–, los medios de prensa debieran y pudieran omitir de manera deliberada información relevante y/o las percepciones ciudadanas sobre los mismos.

La crisis de transparencia y confianza política que se vive, con instituciones que funcionan mal y liderazgos que se derrumban producto de su propia incoherencia o errores, no son un invento mediático. Son hechos políticos que convocan a la ciudadanía a un cambio profundo en el sistema político y la representación democrática.

Por lo mismo, no se trata de una preferencia o rechazo de El Mostrador a Lagos, Piñera, Guillier, Meo o cualquier otro candidato. Se trata de legitimidad política y cambios –y ojalá recambios generacionales– que reencaucen la vida política y republicana del país, en medio de lo cual la prensa en general, y este medio en particular, deben cumplir su misión: informar e interpretar de manera transparente  y con macroequilibrios los hechos, rechazando cualquier intento burdo de tergiversar la realidad. El compromiso de este medio de prensa es con los ciudadanos, sus lectores, y no con la elite política o empresarial.

[cita tipo= «destaque»]Nada de lo que ocurre hoy en el país es un hecho espontáneo, sino producto de un devenir político en el cual han intervenido la voluntad y conciencia de los gobernantes. Ello implica responsabilidades colectivas e individuales que deben ser conocidas y sopesadas por los ciudadanos. A eso apunta el foco editorial y periodístico de El Mostrador.[/cita]

Nada más alejado de una ética periodística basada en la transparencia editorial que pretender que ella sea una expresión de neutralidad eterna. Esta no existe, menos en un escenario de crisis que afecta todo. Los medios, como cualquier actividad humana destinada a desarrollarse en lo público, tienen una razón que los mueve a actuar y que, desde el punto de vista de la sociedad, debe ser transparentada y enunciada, para que su producto, información, opinión y noticias, sea apreciado con sentido crítico.

En una democracia hay principios de orden público informativo que a todos obligan sin distinción, principalmente al Estado. Pero cada medio de prensa tiene, además, sus principios editoriales como visión positiva de la sociedad, y que alientan su actuación. Expresarlos claramente es el primer compromiso con la libertad de los públicos, tal como lo hace El Mostrador con sus Principios Editoriales. Posiblemente ellos nos sitúan en una posición crítica ante poderes constituidos que expresan posiciones diversas de la sociedad, algunos de los cuales no aceptan el escrutinio público sobre sus actuaciones de poder. Es nefasto que en democracia algunos actores políticos pretendan escapar de su historia.

Los medios de prensa son parte esencial de la sociedad política, entendida esta como el escenario social en el cual se despliega el gobierno y la organización de esa sociedad.  Y si es imposible concebir la organización de ella sin sujetos de derechos y de obligaciones, es también imposible concebir su funcionamiento sin plataformas de información y comunicación entre todos sus actores.

La razón es muy simple. La Política es la consecuencia natural del  zoon politikon de los hombres, es decir, su vocación y voluntad naturales de vida en comunidad. Pero la libertad, elemento inherente e inalienable de ese animal político, depende directamente de la expresión y circulación libre de la palabra, ya sea como adhesión o crítica de la propia comunidad y su organización. No se es miembro de la polis sin voluntad y autoconciencia de lo cívico, sea para reafirmarla o cambiarla en su contenido. De ahí el valor supraconstitucional de la libertad de expresión y la necesidad de que la plataforma o medio que sirve de conducto a la palabra transparente sus valores.

La garantía de que las opiniones diversas puedan circular en un  flujo amplio y libre es un supravalor que determina tanto la estabilidad y desarrollo de la comunidad, como  la existencia y reproducción del zoon politikon. Por ello, en la explicitación de su  política editorial los medios no solo ejercen un derecho que les es inherente, sino también una obligación de coherencia con la función de comunicación libre que tienen para los seres humanos.

Un medio informa entregando noticias, interpretaciones y opiniones, que selecciona y ordena  de acuerdo a su línea editorial. Lo que se le exige es equilibrio, moldeado entre adhesión y crítica, además de exactitud y veracidad de lo que se informa o comunica. Ello es una razón más para ser explícito en sus críticas. Hacer algo diverso es intoxicar  lectores, y una trampa a la ética periodística.

Hoy en el país abundan las teorías de la conspiración de los medios en contra de la elite política y empresarial. Coherentes con nuestros principios editoriales, para El Mostrador es un deber cívico alumbrar la crisis de las instituciones y la responsabilidad de aquellos funcionarios y personeros políticos que han conducido las cosas hasta la actual situación. Más aún cuando la crisis que vive el país no es social en sentido estricto, sino de confianza en las instituciones y la política, y lo que está en juego es una renovación transversal de las elites.

En Chile la responsabilidad política es algo líquido, apenas sujeta a la memoria, sin mayores exigencias ni resultados sancionatorios, aunque medie daño público. Ello hace que el papel de la prensa se vuelva imprescindible para la circulación de toda idea y opinión, y para el resguardo del control público sobre el poder. Esto, para transparentar no solo el ejercicio del poder  y cómo y de qué forma se adoptan las decisiones que a todos nos afectan, sino también contribuir a que los procesos sanos de renovación efectivamente se conozcan y produzcan.

Nada de lo que ocurre hoy en el país es un hecho espontáneo, sino producto de un devenir político en el cual han intervenido la voluntad y conciencia de los gobernantes. Ello implica responsabilidades colectivas e individuales que deben ser conocidas y sopesadas por los ciudadanos. A eso apunta el foco editorial y periodístico de El Mostrador. Por cierto, ello puede resultar incómodo a los poderes constituidos o al historial de antiguos políticos. Pero así son las cosas en la sociedad democrática, con una prensa libre e independiente que efectivamente adhiere a los valores de una República en forma, en la que los ciudadanos sí importan. 

Publicidad

Tendencias