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Un debate sobre la filosofía: Escuchemos a los jóvenes


En el contexto de la discusión sobre la permanencia de la filosofía en el curriculum de 3º y 4º año de Enseñanza Media, partamos nuestra reflexión desde la pregunta que surge entre los estudiantes secundarios en general cuando les inquirimos por lo que piensan de la filosofía: ¿Qué es eso llamado filosofía y cuál es su utilidad?

La pregunta está posiblemente anclada en la ausencia de esta disciplina dentro de las mediciones estandarizadas que prometen acceder al éxito futuro. Pero también, podríamos entender que la pregunta nos puede decir: ¿Qué nos aporta esto llamado filosofía a nuestra tragedia diaria de ser alumnos, a estar de paso, esperando ser algo para más adelante, de ser sólo futuro?

¿Y si la pregunta por su utilidad se vuelca hacia nosotros para decirnos que somos algo que no está en el futuro, ni en los cálculos, sino sólo en nuestra inconsciente inquietud por algo que queremos creer que no es útil? Si fuera así, la pregunta se abriría a escuchar lo que sucede alrededor, a palpitar aquello que se está moviendo en nuestras salas de clases.

[cita tipo= «destaque»]La filosofía está presente, existe como nunca y las nuevas generaciones la valoran, adecuándola a sus formas de vida, integrándola a la cultura que desean construir. Esta es la única utilidad de la que podemos hacernos cargo: que la filosofía siga siendo parte de nuestra cultura.[/cita]

Escuchemos a jóvenes que están debatiendo interesados en una sala de clases un tema cualquiera, emulando a la comunidad filosófica de Michel Onfray o a la metafórica “Pulgarcita” del filósofo Michel Serres.

Escuchemos a jóvenes que participan en torneos de debate u olimpíadas filosóficas a nivel local y nacional, representándose en un conjunto de argumentos acalorados, como en el antiguo gimnasio o en el liceo ateniense.

Escuchemos a jóvenes que se reúnen en torno a un agradable café filosófico para compartir sus puntos de vista sobre un tema que los apasiona, personificando a las comunidades de indagación de Matthew Lipman o a la bohemia existencialista en la rivera francesa o en las calles del’ 68.

Escuchemos a jóvenes que dedican su tiempo a escribir concienzudos ensayos que invitan a reeditar esa costumbre tradicional del “escribir cartas entre amigos”, como lo expresa el filósofo Peter Sloterdijk respecto al humanismo.

Escuchemos a jóvenes que personifican en los patios de sus escuelas las culturas antiguas y declaman con teatralidad exuberante los dichos de alguien que pensó y se pensó junto a otros, como lo fue en la escuela socrática y sus enseñanzas morales.

Escuchemos a jóvenes que expresan su pensamiento a través del arte, la música, en la imagen, en el papel, en el comic, en el video, “tejiendo lo humano” como lo proponía Walter Benjamín.

Escuchemos a jóvenes que se transforman en editores de sus pensamientos, al igual que los de la Revista Panóptico del Colegio Rubén Castro, difundiendo pasquines filosóficos que inunden la sociedad hasta emborracharla de cuestiones, problematizaciones y alumbramientos fugaces.

También debemos agregar, la alegría desbordante de esos niños y niñas que departen sus creativas y alocadas teorías, en diálogo con los “altos pensamientos” de Platón o Nietzsche, sucesos que ocurren hoy en las aulas de la novísima filosofía para niños.

Acá, hemos de convenir que ya estamos sumergidos en nuestra pregunta y que, la utilidad está siendo vencida por la curiosidad y por nuestro asombro. Asombro de sabernos filósofos, de sabernos inquietos, de querer hablar/nos, gesticular entre nosotros, pensar/nos, sentir/nos, salir y caminar conversando.

La filosofía está presente, existe como nunca y las nuevas generaciones la valoran, adecuándola a sus formas de vida, integrándola a la cultura que desean construir. Esta es la única utilidad de la que podemos hacernos cargo: que la filosofía siga siendo parte de nuestra cultura.

¿Y no es la escuela el lugar que hemos elegido como sociedad para transmitir nuestra cultura y dejar a nuestros hijos e hijas que se apropien de ella y la recreen de acuerdo a sus propios contextos, esperanzas y épocas? Escuchemos a los jóvenes…

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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