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Memoria sindical de Huachipato e irrupción neoliberal


El movimiento sindical chileno, como fenómeno social, se ha convertido en el último tiempo en un tema de debate e investigación que ha sido proyectado por jóvenes investigadores del área de la historia y la sociología. Este actor clave, que fue gravemente postergado como eje científico durante gran parte de la década de 90 y 2000, volvió a la palestra como objeto de debate, principalmente con el surgimiento de diversos conflictos sindicales que se han vivido a nivel nacional desde el año 2007 hasta la actualidad. Los nuevos estudios del mundo sindical han centrado su tarea en analizar la emergencia de nuevos sujetos laborales con sus distintas pautas de acción social y los procesos de transformación sociohistórica del sindicalismo tradicional, pasando por la etapa desarrollista hasta la fase neoliberal contemporánea.

Esta última temática de estudio, se ha enfocado en analizar los impactos reales y subjetivos que ha generado el neoliberalismo sobre la clase trabajadora chilena, cuestión que es reflejada en el libro del historiador estadounidense, Peter Wenn, Victims of the Chilean Miracle: Workers and Neoliberalism in the Pinochet Era, 1973–2002, y que particularmente es debatida con el caso de la industria de CAP ACERO, en el libro recientemente publicado por la editorial Escaparate, Historia del movimiento sindical de Huachipato 1970-2013. Procesos de Articulación y acción política. (* )

En mayo de este año se habrían cumplido 70 años de la fundación CAP ACERO o mejor conocida como Huachipato, siendo la primera megaindustria procesadora de acero en Chile, ubicada en la bahía Talcahuano, formando una red de compañías productoras, que tenía por finalidad abastecer las necesidades del mercado nacional, modernizar la estructura económico-productiva regional-nacional y disminuir los niveles de dependencia extranjera.

A partir de ello, distintos grupos sociales marginados producto del capitalismo dual de aquel entonces, como lo eran los trabajadores del comercio informal, campesinos y obreros de la construcción, fueron integrados a este proyecto de industrialización regional, lográndose constituir una nueva clase obrera industrial que se convirtió en un actor laboral clave para las décadas venideras.

El tipo de relaciones industriales y estatus sociolaboral del obrero de Huachipato, generaron que el modelo de trabajo impulsado por la presente compañía se haya vuelto un ejemplo vivo de los procesos de modernización, donde por medio de una estructura de ascenso económico bastante fluida y políticas de bienestar social más avanzadas que el resto de empresas de la zona, conformaron una clase trabajadora que legitimó las relaciones que estipulaba dicha empresa, generando mayores sentimientos de identificación laboral pero sin olvidar las pretensiones de cambio sociopolítico a escala nacional.

[cita tipo= «destaque»]El tipo de relaciones industriales y estatus sociolaboral del obrero de Huachipato, generaron que el modelo de trabajo impulsado por la presente compañía se haya vuelto un ejemplo vivo de los procesos de modernización, donde por medio de una estructura de ascenso económico bastante fluida y políticas de bienestar social más avanzadas que el resto de empresas de la zona, conformaron una clase trabajadora que legitimó las relaciones que estipulaba dicha empresa, generando mayores sentimientos de identificación laboral pero sin olvidar las pretensiones de cambio sociopolítico a escala nacional.[/cita]

Una vez llegada la Unidad Popular, por medio de la estabilización de este modelo de relaciones laborales, un sector hegemónico de los huachipatinos habría abrazado el proyecto socialista de Salvador Allende, siendo activamente partícipes, por medio de los planes de estatización total de la industria, pero no acoplándose a las lógicas más rupturistas de trabajadores que habrían predominado en las empresas autogestionadas.

Si la política industrial anteriormente aspiraba solamente a llegar a acuerdos relacionados con las reivindicaciones económicas  o las relaciones de cordiales entre los superiores y los operarios con los nuevos canales de participación que ofrecería la institucionalidad empresarial, se permitiría afianzar la cogestión de la industria entre los interventores Estatales y los representantes de los trabajadores. El mismo hecho de que suprimieran las categorías de empleados y obreros por la de “trabajadores”, sumado a la conformación del sindicato unificado de CAP ACERO…” (Ayala, 2016: p. 66)

Seis días antes del golpe de Estado y a partir del desgaste de tres años por parte de las fuerzas políticas proclives a la Unidad Popular, la oposición al proyecto socialista le arrebataría el sindicato a las fuerzas allendistas, quedando a la cabeza el democratacristiano Pedro Briceño, quien posteriormente rompería con su partido para pasar a ser un legitimador a escala nacional e internacional del régimen militar. Su actuar en 1974, al asistir a la reunión anual de la OIT y defender las políticas pinochetistas, lo comprobarían.

Briceño, quien habría sido solo una de las tantas figuras que adhirió al pinochetismo en la empresa, lograría generar una corriente político-sindical denominada como “gremialismo”,  la cual sería la principal fuerza que apostó por desarticular el conjunto de partidos políticos de izquierda y de centro en dicho periodo. En este sentido, las fuerzas de izquierda y opositoras a la alianza sostenida entre el “gremialismo” (la empresa y el gobierno) impulsaron una lucha permanente para frenar el conjunto de políticas implementadas por la compañía y apostando a disputar la directiva sindical.

Durante este periodo, el modelo industrial aspiró a romper con aquella tradición del desarrollismo estatista, transformando las relaciones sociales de producción a través del capitalismo popular, pero también, por medio de un nuevo tipo de cultural laboral que pretendía generar un desprendimiento aspiracional de la clase trabajadora penquista.

Por medio de la conformación de una categoría única para los asalariados industriales, el año 1987 se abolió la condición jurídica que denominaba a ciertos trabajadores con la condición de ‘Obreros’, sustituyéndose a estos por  unánimemente  por la categoría de ‘empleados’. Por otro lado la política en la empresa fue aplicada por medio de la venta de sus acciones directamente a los trabajadores acereros de forma masiva entre los años 1984 y 1987, constituyéndolos en propietarios”. (Ayala, 2016; p.70)

Una vez llegada la transición a la democracia, la correlación de fuerzas mutó al interior del Sindicato Único de Huachipato, ya que los grupos que tradicionalmente habían sido opositores a la dictadura desplazaron al gremialismo, pero por medio de una gran inestabilidad en los años siguientes, debido a las huelgas prolongadas que se extendieron desde 1991 a 1995. Al mismo tiempo, se experimentó una reconfiguración de fuerzas guiadas por el transformismo sindical que empezaron a vivir los nuevos grupos emergentes, rompiendo con aquella tradición de lucha que habrían marcado a cierto sector sindical en la época de la dictadura militar.

Si bien es cierto que la dictadura habría transformado el carácter propietario de la empresa y transformado el estatus cultural de la clase obrera industrial de CAP ACERO, lo paradójico es el desmembramiento del modelo fordista que habría predominado en la época del desarrollismo y, en los primeros años del neoliberalismo, se daría principalmente en el periodo de la postdictadura, posibilitando la desarticulación y debilitamiento del actor laboral industrial. Por un lado, las políticas empresariales que apostaron por la flexibilización laboral, la fragmentación productiva, la polifuncionalidad, la reducción del personal de planta y el aumento paulatino del personal subcontratado, generaron una corrosión del actor sindical tradicional del mundo fordista, debilitando a la vez a la industria como ente productivo a nivel nacional, producto de la globalización y la apertura económico-comercial por medio de los TLC, produciendo inevitablemente una empresa débil y poco protagonista de las necesidades productivas del país.

* Este libro será presentado en la comuna de Concepción el próximo martes 11 de octubre en la sede del sindicato de ENAP-PETROX a las 19:00 hrs, ubicado en la calle Janequeo 486, junto a la compañía del ex dirigente histórico en CAP ACERO, Javier Arros, y el historiador de la Universidad Austral, Robinson Silva.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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