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Los pro vida

Ignacio Moya Arriagada
Por : Ignacio Moya Arriagada M.A. en filosofía, columnista, académico
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¿Quiénes son los pro vida? A propósito de los 1.369 médicos y estudiantes de medicina que hace poco firmaron una declaración que entregaron a La Moneda, manifestando su disconformidad con el proyecto de ley que el Gobierno ha presentado en relación con el aborto, puede ser útil tener en cuenta los siguientes puntos:

Primero: Decir que uno es “pro vida” es decir demasiado. Demasiado para lo que aquellos que se oponen al aborto realmente quieren decir. Ser una persona auténticamente pro vida implicaría, por ejemplo, ser vegetariano, estar en contra de la pena de muerte, en contra de las guerras, en contra del derecho a la autodefensa cuando esto implique la muerte del otro y en contra del aborto.

Además, ser pro vida podría implicar estar a favor de salud pública, gratuita y universal, así como estar a favor de alimentación y vivienda digna asegurada para todos. Ser pro vida podría implicar algo así como ser socialista.

Supongo que hay gente que cree en todo eso, que existen personas genuinamente pro vida. Sin embargo, la realidad es que es  poco probable que los autoproclamados pro vida estén de acuerdo con todas esas ideas. Por lo demás, es lo esperable. Es lo esperable porque la mayoría de nosotros reconocemos que, cuando del derecho a la vida se trata, existen zonas grises, que hay temas debatibles, que no todo es blanco y negro. En conclusión, los pro vida probablemente no sean realmente pro vida. Son solo pro “un tipo específico” de vida.

Segundo: El argumento de los pro vida parte con una premisa cuestionable para concluir con algo que ellos presentan como una certeza. Desde el punto de vista lógico este es un grave error. No se puede partir de una premisa que no es verdadera (o al menos es claramente cuestionable) para concluir algo que sí es verdadero. Es lógica 101. Cuando ellos afirman que están defendiendo el derecho a la vida de una persona indefensa, cuando ellos afirman que estamos ante un ser humano en el momento mismo de la concepción, están dando por cierto algo que no lo es. Luego concluyen, erróneamente, con la certeza de que abortar es matar una persona inocente.

Para ser claro: no estoy negando que es posible que estemos ante un ser humano (lo que no significa decir que estamos ante una persona; este es otro error de los pro vida: confundir “persona” con “ser humano”, pues estos no son necesariamente sinónimos.). Lo que sí estoy negando es que exista certeza al respecto. Y esta sutileza es importante porque, cuando de seres humanos y personas se trata, hay instancias donde sí existen las certezas. Por ejemplo, existe certeza de que usted, el lector, y de que yo, el escritor, somos personas. Es decir, sabemos reconocer muy bien cuándo estamos ante una persona.

No es que las personas no existan. Sin embargo cuando del proceso de gestación se trata, tal certeza se desvanece. Y en vez de actuar sobre la base de lo que sí sabemos, mejorando, cuidando y protegiendo la vida de quienes sí sabemos que son personas, los pro vida prefieren actuar en la zona gris, allí donde no hay certezas, donde no hay claridad, donde hay confusión, para proteger la vida de supuestas personas.

Pero no actúan allí para ayudar a esclarecer, para aportar a clarificar en la medida de lo que se pueda con argumentos. Por el contrario, actúan allí en la zona gris para imponer sus visiones, para imponer sus certezas. Lo esperable en aquellas áreas donde hay debate y poca claridad es aportar a clarificar. Y ese aporte se hace dialogando para ayudar a dilucidar, no imponiendo una visión para controlar.

[cita tipo= «destaque»]Tal vez porque defender fetos es más cómodo que defender mujeres. Tal vez sea porque defender el derecho a la vida de las personas implicaría necesariamente cuestionar y poner en duda todo un sistema social que es incapaz de asegurarles la vida. En cambio, defender el derecho a la vida de un feto no requiere eso. Defender el derecho a la vida de un feto solo requiere exigirle a otro, a un tercero (en este caso a la madre), una conducta determinada.[/cita]

Tercero: No quiero caer en explicaciones psicológicas de por qué hay gente que defiende el derecho a la vida de un feto con tanta vehemencia en desmedro de las miles de personas que sufren todos los días. Pero la pregunta es legítima y pertinente: ¿por qué defienden con tanta pasión el derecho a la vida del feto pero no levantan la voz para defender el derecho a la vida de tantas personas que mueren por hambre y falta de atención médica todos los días?

El filósofo canadiense Charles Taylor, en su libro La Era Secular, presenta una interesante interpretación del rol social que jugaban los pobres en la Edad Media. De acuerdo con la lectura que él hace, en esa época el Cristianismo necesitaba de los pobres para facilitar el acercamiento a Dios. Esto, porque “el pobre presentaba una ocasión para la santificación. En dar al pobre, le daban a Cristo”. Es por eso que, en el imaginario social de la época, no existía un genuino interés por terminar con la pobreza. Al contrario, la gente pobre se nos presentaba como la ocasión perfecta para realizar actos de caridad, actos de bondad. Sin ellos, sin los pobres, no había redención.

¿Qué tiene que ver esto con el actual movimiento pro vida? Muchos pro vida (por cierto, no todos) son también cristianos. Y al igual que los cristianos de antaño que buscaban ayudar a los pobres para redimirse ante Cristo, muchos cristianos hoy buscan en el tema del aborto la forma de redimirse. Es decir, los fetos cumplen el rol de limpiar pecados, de exorcizar males, de limpiar culpas. Ante las múltiples injusticias que ocurren a diario con millones de personas alrededor del mundo, los pro vida han encontrado en el tema del aborto una forma relativamente sencilla de demostrarse a sí mismos y al resto de que el mundo les preocupa, que la vida importa y que las injusticias se deben denunciar.

Entonces ante la necesidad que sienten de defender la justicia y la vida, han optado por dirigir y canalizar esas legítimas inquietudes no hacia las millones de personas que sufren día a día sino que hacia los fetos. ¿Por qué? Tal vez porque defender fetos es más cómodo que defender mujeres. Tal vez sea porque defender el derecho a la vida de las personas implicaría necesariamente cuestionar y poner en duda todo un sistema social que es incapaz de asegurarles la vida. En cambio, defender el derecho a la vida de un feto no requiere eso. Defender el derecho a la vida de un feto solo requiere exigirle a otro, a un tercero (en este caso a la madre), una conducta determinada.

Velar por el derecho a la vida de todos los que mueren producto de las falencias de este sistema nos hace exigencias a nosotros mismos. Pero defender el derecho a la vida de un feto solo le crea una exigencia a un tercero. Es decir, estar en contra del aborto solo pareciera ser una manera expedita, simple y conveniente de mostrar una preocupación por la vida. Es una manera de expiar pecados, una manera de lavar conciencias. Es una forma de decirme a mí mismo que estoy haciendo algo por mejorar la vida de quienes habitamos en este mundo, pero sin realmente hacer algo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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