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El fracaso de la Nueva Mayoría Opinión

El fracaso de la Nueva Mayoría

Pablo Torche
Por : Pablo Torche Escritor y consultor en políticas educacionales.
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La gran lección de la experiencia fallida de la Nueva Mayoría es que no se puede construir una coalición política a partir de alianzas meramente electorales, sin una síntesis ideológica básica que le dé sentido. Sin esa definición previa, cualquier coalición se transforma inevitablemente en una mera red de poder, orientada a obtener cargos, pero que luego se desmembra en un conjunto de intereses contrapuestos.


En un sentido de fondo, se supone que el objetivo de la Nueva Mayoría era proveer la tan cacareada convergencia entre el centro y la izquierda, que se propone como imprescindible para darle gobernabilidad al país. Sea o no sea necesaria esta convergencia, lo cierto es que la Nueva Mayoría ha fracasado completamente a la hora de proveerla. Peor aún, este precario tinglado electoral llamado Nueva Mayoría ha terminado por alienar a las vertientes que pretende convocar; en vez de hacerlas converger, las ha tensionado. Así las cosas, más que un escenario de diálogo y síntesis, la Nueva Mayoría ha sido el teatro en el que estas dos visiones ideológicas colisionan y buscan eliminarse mutuamente.

En la coalición de Gobierno confluye una vertiente de centro, asociada al humanismo cristiano, otra más socialdemócrata, y las tradiciones de izquierda, socialista y comunista. Se suponía que el punto en común de estas distintas corrientes era la confianza en el rol crucial que debe jugar el Estado, para proveer mecanismos de mayor justicia, equidad e integración. Podía haber matices en el diagnóstico, desde la visión un poco extrema de que en las últimas décadas se ha hecho todo mal, hasta las opiniones más moderadas en torno a las “demandas emergentes de un nuevo ciclo”, pero, en cualquiera de los dos casos, se supone que había consenso en la necesidad de cambiar un modelo que ha promovido una sociedad privatizada y violentamente segregada, y que propicia un desarrollo amorfo, donde una elite controla todo y una gran mayoría se queda fuera del partido, mirando desde la banca cómo unos pocos se dan un festín.

La Nueva Mayoría es una coalición fracasada porque no fue capaz de definir con claridad un acuerdo ideológico básico, que le permitiera delimitar sus bordes y viabilizar un proyecto político unitario. Es evidente que hay sectores al interior del conglomerado que no creen en la capacidad del Estado para enfrentar los graves problemas sociales, sino que confían más bien en una sociedad movilizada fundamentalmente a partir de la iniciativa privada, con un rol del Estado circunscrito, o más bien subordinado, al papel de las grandes empresas, que serían el verdadero motor del desarrollo. En este sentido, el problema no es de fidelidad con el programa –un programa siempre podrá tener ajustes o modificaciones–, es mucho más de fondo y se refiere a la falta de un consenso ideológico mínimo sobre el tipo de sociedad que se busca construir.

[cita tipo= «destaque»]Es este grupo –más visible en torno a un sector conservador de la DC, pero en realidad transversal a otros grupos del PPD y el PS– el que ejerce en verdad una influencia excesiva en la Nueva Mayoría, tornándola inviable. Bajo un temor añejo a un supuesto “estatismo”, lo que hay en verdad es la defensa de un Estado subsidiario y la creencia en una sociedad privatizada, donde el único cambio que se propone al “modelo” es un perfeccionamiento del mismo.[/cita]

Es este grupo –más visible en torno a un sector conservador de la DC, pero en realidad transversal a otros grupos del PPD y el PS– el que ejerce en verdad una influencia excesiva en la Nueva Mayoría, tornándola inviable. Bajo un temor añejo a un supuesto “estatismo”, lo que hay en verdad es la defensa de un Estado subsidiario y la creencia en una sociedad privatizada, donde el único cambio que se propone al “modelo” es un perfeccionamiento del mismo. Esta visión es legítima, pero en la práctica es más bien de derecha y resulta en verdad irreconciliable con un pensamiento de izquierda. Por esta razón, no es de sorprender que el accionar de este grupo al interior de la Nueva Mayoría haya sido principalmente de boicot y bloqueo del proyecto del Gobierno, con el alto costo que eso ha cobrado en términos de popularidad.

La gran lección de la experiencia fallida de la Nueva Mayoría es que no se puede construir una coalición política a partir de alianzas meramente electorales, sin una síntesis ideológica básica que le dé sentido. Sin esa definición previa, cualquier coalición se transforma inevitablemente en una mera red de poder, orientada a obtener cargos, pero que luego se desmembra en un conjunto de intereses contrapuestos. En la práctica constituye un engaño a la ciudadanía, porque se presenta como un proyecto político compartido, inspirado en una visión común de sociedad, lo que no es más que un pacto electoral.

El reordenamiento del escenario político solo se podrá producir poniendo de nuevo los bueyes delante de la carreta, es decir, revisando y redefiniendo las visiones ideológicas fundamentales de los distintos partidos y movimientos, que permita organizar a sus militantes y dar claridad a su electorado. En un contexto de crisis de paradigmas, por lado y lado, no cabe duda de que esta es una labor desafiante, pero es una tarea prioritaria en un momento en que la ciudadanía demanda a gritos nuevos discursos, actualizados a las necesidades de los nuevos tiempos y ajustados a una sensibilidad contemporánea.

Solo a partir de este proceso de consolidación ideológica, en que cada partido examine y fortalezca su identidad, será posible pensar en procesos tendientes a construir nuevas síntesis ideológicas, sobre las cuales construir alianzas electorales sustentables y efectivas, que sean capaces de ofrecerle al país una vía de salida al atolladero en que estamos metidos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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