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El paradigma de la escasez

Francisco Flores R.
Por : Francisco Flores R. Magister en psicología, mención Psicoanálisis y Diplomado en Filosofía y Psicoanálisis (Buenos Aires ). Director ONG Mente Sana.
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Uno de los juicios siempre presente, ya sea en periodos de auge económico o de desaceleración, es el de la escasez. Un axioma del imaginario público naturalizado. Es decir, constituido en sentido común. En esa dirección se esgrime el argumento de que hay que competir para ser más efectivos, y de la misma manera también, las demandas sociales concursar a la caza o la espera de recursos.

Esto estructura un orden y determina los tipos de discursos congruentes con la “realidad”, como modalidades de lazo social.

Fuerzas en principios, contrarias a este imaginario, también han terminado por inscribirse en este orden. Al interior de esta cerca ideológica, acatada como un dato objetivo o de realidad. ¿Pero es posible pensar desde otro imaginario, para situarse desde otro punto de apoyo? Y esto es lo importante, para derivar tareas y efectos políticos distintivos.

El dilema social también es posible entenderlo desde el punto inversamente contrario: con niveles de riquezas tan grandes en el país y en el mundo, y una evidente maximización productiva del trabajo, no es la escasez el problema, sino la desorbitante desigual de distribución de la riqueza.

Este es un paradigma pedagógico que debiese tener una política progresista. Que entonces, dada esta situación de abundancia como nunca en la historia tanto nacional como mundial, se necesita poder redistribuir los recursos.

No se trata de renegar del tema de escasez, sino de tener una conversación distinta: los problemas que tenemos no se deben a la escasez sino a la desigual distribución de la riqueza, que enriquece a unos pocos; y la gran mayoría, no le alcanza para satisfacer sus necesidades de seguridad social.

No se trata de proclamas o soluciones demagógicas, que no advierten las enormes resistencias a vencer. Pero si de tener un relato propio no colonizado.

[cita tipo=»destaque»]No se trata de renegar del tema de escasez, sino de tener una conversación distinta: los problemas que tenemos no se deben a la escasez sino a la desigual distribución de la riqueza, que enriquece a unos pocos; y la gran mayoría, no le alcanza para satisfacer sus necesidades de seguridad social.[/cita]

Se puede tener una política reformista y gradual, a condición también de considerar un horizonte programático transformador. Y se puede tener esto último, a condición de reconocer la gestión reformista de los logros conseguidos.

Eso es lo que subyace en el malestar social no siempre puesto en palabras: Hay, y mucho, pero solo para algunos pocos. Por ley, abuso o corrupción.

Por lo tanto, es muy distinto afirmar que estamos en una situación de potencial abundancia estructural, y que el desafío no es administrar la escasez, sino que para disfrutar esta abundancia y no carencia, es necesario avanzar progresivamente a mayores niveles de redistribución, apoyados en la cooperación y solidaridad por sobre la competencia.

Una gran tarea entonces es encontrar la forma y modos de aumentar este consenso y sentido común, y la unidad política y social sobre la cual pueda fortalecerse.

Un primer paso es afianzar también un proceso destituyente, que impugne este imaginario social y sus representaciones. Algo se ha avanzado al respecto. Las discusiones sobre la educación y ahora de las AFP, hablan de la emergencia, en este tiempo, de tal proceso.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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