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Stock de niños: ¿violentos o violentados?

Diego Ancalao Gavilán
Por : Diego Ancalao Gavilán Profesor, politico y dirigente Mapuche
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Recuerdo mi niñez como niño del Sename. No me cabe duda que la crisis por la que hoy atraviesan las distintas instituciones dependientes del Ministerio de Justicia deja en evidencia lo errado de las políticas públicas implementadas y la forma que toma el poder político, desde la dictadura hasta nuestros días, cuando –llevado por intereses económicos– pierde el foco del bien común.

Un Ministerio de Justicia cuya misión es “facilitar el acceso y la protección de los derechos de las personas, la reinserción social y la seguridad ciudadana”, enfocándose en el mejoramiento de la calidad de vida de la ciudadanía marginada –de los 42.000 hombres y mujeres privados de libertad, excluidos del sistema económico y social; de los otros miles de niños y niñas que buscan la protección estatal, tras una vida de vulneraciones, vejaciones y abusos–, hoy fracasa rotundamente.

Duele el “niño huacho” de nuestra historia reciente, la actual. Sé que recibe los latigazos crueles del individualismo y que Gabriel Salazar definió como aquella “enorme masa de niños y muchachos que estaban de más sobre el camino”. Esos niños que, brutalmente, la ministra de Justicia, Javiera Blanco, denomina “stock”.

[cita tipo=»destaque]El silencio inunda, en Palacio se dan de cabezazos, la ministra Javiera Blanco sostiene su ego, al tiempo que la aprobación se desploma y la olla se destapa con más muertes, con niños que huyen de los centros de Sename y se recapturan como trofeos de una victoria política.[/cita]

Ese es el gran fracaso, el fracaso de la deshumanización, el fracaso de convertir en mercancía a la niñez olvidada del Chile actual. Este largo país en que se lucra con la pobreza y la desprotección, en que se naturalizan las aberraciones venidas del grupo de los “honorables” y de los núcleos que secuestran el poder político, los mismos que esconden la muerte de 185 niños: asfixias, traumatismos craneoencefálicos, caída de altura, homicidios, suicidios, carbonizaciones corporales. ¿No es acaso la tortura el fracaso evidente de un ministerio que reivindica, paradójicamente, los Derechos Humanos?

El silencio inunda, en Palacio se dan de cabezazos, la ministra Javiera Blanco sostiene su ego, al tiempo que la aprobación se desploma y la olla se destapa con más muertes, con niños que huyen de los centros de Sename y se recapturan como trofeos de una victoria política. Me pregunto: ¿quién no intentaría huir de la tristeza, de la indignidad, de las medicaciones que nublan pensamientos, cayendo en el desasosiego perturbador de la soledad? Las fugas resultan ser el intento por volver a la vida, pues presienten que el encierro es el camino a la muerte.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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