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Arabia Saudita instala su agenda en la elección de Estados Unidos

Juan Francisco Coloane
Por : Juan Francisco Coloane Sociólogo y analista internacional.
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En un discurso en Cleveland el lunes pasado, la ex secretaria de estado y candidata a la presidencia Hillary Clinton señaló: «Ha llegado la hora para que saudíes, qataríes y kuwaitíes impidan el financiamiento a las organizaciones extremistas y que cesen de apoyar a escuelas y mezquitas que impulsaron a un gran número de jóvenes al extremismo». La candidata demócrata agregó: «El terrorista de Orlando murió, pero el germen sigue vivo.» Las palabras de Clinton son una reflexión sugerente en varias direcciones sobre el ataque terrorista en Pulse, un Club Gay de Orlando, llevado a cabo por un estadounidense de origen afgano que mató a 50 personas.

Revindicado por el llamado Ejército Islámico, o ISIS, por la sigla en inglés, el atentado en Orlando ocurrió cerca de las 2 am del domingo 12 de junio. La reacción oficial de la Casa Blanca estuvo centrada en manifestar pesar por las víctimas y en indagar en la naturaleza del ataque terrorista, el mayor desde el ocurrido el 11 de septiembre de 2001, que incorporó un elemento determinante en el sistema de relaciones internacionales. El lunes 14 poco después del mediodía, el presidente hace su primera intervención pública a través de su oficina de prensa. En sus palabras se dejó traslucir una inquietud principal sobre la naturaleza del ataque, resaltando que se trataba de una actividad terrorista para ser investigada. Sin descartar sus vínculos con una operación mayor del llamado Ejército Islámico, planteaba la necesidad de investigar más para sacar conclusiones. Barack Obama habló de “ideología extremista y formas perversas de interpretar el islamismo”.
Es con ello que estalla la destemplada reacción del candidato republicano Donald Trump en su insólita declaración de que Barack Obama debería renunciar si no reconocía el ataque en Orlando como “obra del radicalismo islámico”. El presidente tuvo el tino no de descalificar al islamismo al no usar el concepto de «radicalismo islámico». Es en la complejidad cultural por la que atraviesa el mundo actual, donde Trump se pierde como un cohete rabioso sin dirección clara cuya temeraria candidatura provoca a muchos un rechazo inusual en las últimas elecciones. Sin embargo, el fondo del problema consiste en torno a lo que se debe hacer con Arabia Saudita como un aliado importante en el oriente medio y por todas las ramificaciones que envuelve el negocio del petróleo. Es en esta zona donde surgen políticas bien opuestas entre los republicanos tradicionales y los de nuevo tipo como Trump, y las que se desprenden del partido demócrata.

[cita tipo= «destaque»] El ataque fue el trabajo de un profesional para poder liquidar a 49 personas y herir a cerca de un medio centenar más. No es solo la acción de un lobo solitario homofóbico como se tiende a enfatizar en los medios. Es una señal con un mensaje político. [/cita]

Donald Trump en su extravagante y desatada campaña publicitaria, ha apuntado varias veces a que Estados Unidos no debe entregar más recursos a los propósitos geopolíticos de Arabia Saudita que «está sentada en miles de billones de dólares por su petróleo». Exhibe su veta de militarista en extremo en una entrevista a The New York Times (Haberman/Sanger), cuando dice: “Nos hacen falta militares como George Patton y Douglas Mac Arthur, para que tomen cuenta del Ejército Islámico.” Douglas Mac Arthur fue famoso por su ansiedad para lanzar la bomba atómica a Corea y China.

La visión propagada con mayor entusiasmo de que se enfrenta a un radicalismo islámico desbocado, impide ver la verdadera naturaleza del negocio terrorista y de quién lo maneja. No es necesariamente siempre atribuible a “sectas extremistas del Islam”, como se le exhibe al público. En el episodio de terrorismo en Orlando, emerge la velada conexión Saudí y los objetivos de golpear la psiquis colectiva de la nación de mayor involucramiento en la lucha internacional contra el terrorismo.

El ISIS, es una industria o franquicia generada para desestabilizar estados y luego reorganizarlos en clave de globalización bajo el dominio del capital transnacional. Claramente hay estados envueltos en la madeja para posicionar sus propios intereses. La actividad se ha convertido en un negocio cuyas bases fundacionales surgen en Siria a partir del plan de derrocar al presidente Bashar el Assad desde 2011 y continuar con el objetivo de rediseñar el mapa del medio oriente.
Como cualquier otro negocio rentable, su dinamismo atraviesa fronteras. El fenómeno de contratación de la actividad terrorista está fuera de la regulación, no paga impuestos y trabaja con descentralización. En la apariencia, no hay estados ni corporaciones globales detrás. Se enfoca en un mercado de guerras intermedias que opera a través de la contratación de mercenarios y terroristas.

Un referente es el modelo de subcontratación en los organismos de seguridad de Estados Unidos que comienza a crecer en 2001 (Voelz, G.J.2006). La gestión consiste en romper el centralismo con la competitividad y el crecimiento exponencial de la comercialización en la actividad terrorista. El sistema existe en Afganistán, Irak, Chechenia, Sinkiang (China), Cachemira, Pakistán, Yemen, Mali, Nigeria, Somalia, Kenya Sudán, India, entre otros lugares. La idea es desestabilizar.
La investigadora Medha Chaturvedi señala que la subcontratación en la actividad terrorista es un fenómeno creciente. El sistema no exhibe una línea de comando definida debido a que la operación no tiene afiliación a ningún grupo específico o alguna ideología. Esta condición perturba la labor de prevenir. La naturaleza internacional del sistema se amplió de tal forma que puede prescindir de la utilización de terroristas identificados. Mientras más limpieza en su hoja de servicios, mejor. (IPCS (Institute for Peace and Conflict Studies, septiembre 2011),

Con el incremento de la comercialización, el dinero se sobrepone a la ideología y de allí que Arabia Saudita y Qatar que disponen de mayores recursos sin intervención de leyes, han podido inyectar grandes volúmenes de capital en las actividades terroristas en Siria e Irak. No se descarta que ese capital esté circulando en las franquicias que amenazan a otros estados más allá de Siria.

Desde hace un tiempo Hillary Clinton ha denunciado el financiamiento a nivel global del extremismo por Arabia Saudí, Qatar y Kuwait. En un memo en 2009 ya había mencionado el financiamiento de Arabia Saudita al terrorismo. (IBT. International Business Times. Diciembre 2015). En 2009, las reservas del llamado Estado Islámico se estimaban en 2 mil millones de dólares, mientras Clinton sostenía que Arabia Saudita era una de las fuentes principales de los grupos terroristas como los Talibanes y Al Qaeda y de que el gobierno Saudí no actuaba para impedir el flujo de dinero a estos grupos.

El ataque fue el trabajo de un profesional para poder liquidar a 49 personas y herir a cerca de un medio centenar más. No es solo la acción de un lobo solitario homofóbico como se tiende a enfatizar en los medios. Es una señal con un mensaje político. Se trata de golpear a la Alianza Occidental por haber permitido la permanencia de Assad en el poder, por los acuerdos nucleares con Irán, además de un Irak que recupera terreno del ISIS. Es la misma señal de los atentados en Paris y Bruselas en cuanto a que el ISIS está dando los últimos aletazos de una guerra que pierde en Siria e Irak. Que golpea a los centros del poder por represalia al anticipar que se quedará sin apoyo político y financiamiento y al constatar que Assad no cae en Siria, que en Irak el gobierno recupera territorio, lo mismo que en Siria. Que el Irán el sempiterno rival regional de Arabia Saudita, se fortalece a expensas de su deterioro político por muchas decisiones equivocadas, entre ellas el financiamiento del terrorismo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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