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De Baradit, las ciencias y la educación

Alejandro Roth
Por : Alejandro Roth Alejandro Roth, Lab de Biología Celular de Neuro-glia, Depto. de Biología. Fac. Ciencias. Universidad de Chile
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Me impresiona la pasión desatada por el libro de Jorge Baradit, y al mismo tiempo me llama la atención la virulencia con que se ataca un trabajo que no pretende mucho más que exponer, entretener y/o asombrar con algunos momentos menos conocidos de nuestra historia.

Debo confesar un conflicto de interés: soy amigo de Jorge desde hace mucho tiempo, años antes de que fuera escritor o que triunfara con un libro tan interesante y entretenido como es La Historia Secreta de Chile» (porque si, es interesante, es entretenido). Pero no es esta amistad la que me hace sorprenderme ante una diferencia que observo entre dos campos académicos que conviven en la Universidad. Me explico: Soy Biólogo Celular, investigador y docente Universitario. Cuando converso con quienes no son de mi área es difícil hablarles de mi trabajo, por lo que simplifico mis ejemplos o uso metáforas para describir los procesos que me interesan, al igual que muchos de mis colegas, que hacen esfuerzos por explicar su interés y trabajo a quienes no han tenido una formación profunda en el campo. Y así, cuando uno pasa de explicarle a los amigos puede incorporar a clases los ejemplos o gracias, y hacer que alumnos de Biología terminen de pie representando fosfolípidos, proteínas de la membrana celular o los aminoácidos en un polipéptido.

¿Y cuál es la respuesta de los colegas que ven esto?: “¡Qué entretenido! ¡Estoy seguro que el concepto ha quedado muy claro!”, lo que demuestra un interés en acercar nuestro campo a los demás.

A diferencia de muchos de ustedes, yo no me crié en la educación de la dictadura ya que debí crecer en México. Mis héroes infantiles fueron Cuauhtémoc, Benito Juárez, Emiliano Zapata, Pacho Villa y otros. No leí «Adiós al Séptimo de línea» o «Los Húsares Trágicos» y lo que aprendí de Historia de Chile son la sarta de datos para rendir la PAA. Así, el combate de la Concepción era un dato y me parecía suficiente saber el nombre del caballero en el billete de $1.000 pesos.

Pero al leer el libro de Jorge, me acerqué a los personajes que describe, pude tener empatía con ellos y ponerme en su lugar, y este año, al pasar por la Catedral en el día del Patrimonio, pude señalar a mi hija el lugar donde están los corazones de los oficiales que cayeron y darle el contexto de la situación. ¿Me considero un hombre culto? No, sé que debo leer más, pero ahora tengo el interés. Pero, ¿por qué ahora y no antes? Por la misma razón que al llevar la bioquímica a la cocina, nos se vuelve más cercana e interesante para todos.

Y así dicto un curso de verano para estudiantes de media: Bioquímica en la Cocina (EdV): Durante dos semanas de Enero (si en vacaciones) 45 jóvenes se levantan temprano para venir a charlas de una hora y media, para luego asistir a las actividades de un laboratorio donde repasamos la bioquímica vista desde la comida. ¿Por qué sube el pan? ¿Cómo se forma el gluten? ¿Cómo percibimos el mundo que nos rodea? Y varias más…

[cita tipo=»destaque»] Si tanto les importa que se corrijan errores o que se enseñe la historia, dejen de lado sus prejuicios y acérquense a la fiesta. Estoy seguro que por cada historia secreta que devela Baradit deben haber 100 detalles sabrosos que no conocemos. Ilumínenos, no nos priven de conocer.[/cita]

Los estudiantes trabajan y preparan informes, son evaluados y corregidos, deben trabajar en equipo y presentar ante sus compañeros. ¿Soy el inventor de un nuevo método? No, hay una comunidad enorme que busca las maneras más sencillas e interesantes de transmitir la maravilla del conocimiento, donde debo destacar la serie de libros editada en Argentina: «Ciencia que Ladra» a cargo del Investigador Diego Golombek, donde se presentan las ciencias desde múltiples visiones y con ejemplos entretenidos. ¿Le llueven críticas de académicos al Dr Golombek por su edición de esta colección? No lo creo. ¿El resultado? Libros como «El cocinero científico»;»Matemáticas, ¿estás ahí?»; «Los remedios de la Abuela»; y, mi última adquisición, “El Parrillero Científico”; donde de manera Lúdica se mezclan varios mundos.

Colegas historiadores… no se peleen con Baradit, pierden el tiempo y quedan como tontos serios.

Si tanto les importa que se corrijan errores o que se enseñe la historia, dejen de lado sus prejuicios y acérquense a la fiesta. Estoy seguro que por cada historia secreta que devela Baradit deben haber 100 detalles sabrosos que no conocemos. Ilumínenos, no nos priven de conocer.

¿Tendrán que bajar un poco el nivel? Seguro, pero entremedio podemos juntarnos en un asado y conversar sobre sus orígenes evolutivos de los seres humanos, o la historia del vino nacional, o la inmortalidad del cangrejo. Estoy seguro que eso será mucho más gratificante, divertido y productivo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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