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Diálogos por el matrimonio entre parejas del mismo sexo

Cristóbal Aguilera Medina
Por : Cristóbal Aguilera Medina Abogado, Universidad de Los Andes
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Como una forma de evadir artificialmente la discusión, el gobierno anunció que convocará un proceso de diálogos ciudadanos por el matrimonio igualitario. La paradójico, es que la misma convocatoria ya esconde el resultado esperable. Y la verdad –no nos engañemos- nada evitará que el gobierno, si se lo propone, presente un proyecto de ley en este sentido. Por lo mismo, estos diálogos sólo postergan la verdadera discusión democrática que debe llevarse a cabo en el Congreso Nacional (además, la participación de las instituciones que se oponen a esta iniciativa sólo validaría los encuentros).

Con todo, y como forma de ir adelantando la controversia pública sobre el tema, vale la pena reflexionar precisamente sobre el contenido de la misma. Es habitual que en este tipo de debates el diálogo sea imposible porque las partes que se enfrentan no encuentran una base común para discutir. En este sentido, o se termina ofendiendo a la contraparte, o se construyen razonamientos que van por carriles paralelos que nunca se topan.
¿Cómo evitar esto?

Por lo pronto, lo más lógico es demarcar una cancha donde, en principio, todas las posturas puedan jugar. Esto requiere, por un lado, abandonar ciertos razonamientos o discursos que hacen imposible el diálogo; por otro, plantear preguntas controversiales cuya respuesta sea clave para la resolución del debate.
Uno de los discursos que debe dejarse de lado, es aquel que reclama el acceso de las parejas homosexuales al matrimonio por una cuestión de derechos. La argumentación discurre más o menos así: impedir que una pareja homosexual se case, vulnera su derecho precisamente a contraer matrimonio. Así, la regulación del llamado matrimonio homosexual no vendría a ser otra cosa que la superación de una manifiesta discriminación injusta.

[cita tipo=»destaque»]Lo más razonable es plantear la discusión en otros términos, donde cada visión sobre el asunto pueda ser expuesta sinceramente sin juzgar de antemano alguna de ellas. La pregunta sobre qué es el matrimonio, es decir, cuál es su naturaleza y el motivo por el cual el Estado lo regula, tiene la virtud de lograr esto, además de ir al fondo del problema (que finalmente es sobre la familia) y llevar la discusión a un plano de absoluta transparencia[/cita]
Con todo, a pesar de ser un argumentación persuasiva (toda argumentación desde los derechos individuales lo es), es bastante cuestionable que sea legítimo sostenerla en una discusión democrática seria. En efecto, este razonamiento, además de reducir y simplificar completamente el asunto, es tramposo poque –como advierte Daniel Mansuy- es tautológico: si la idea de los derechos humanos es su carácter obligatorio, todo intento por relativizar o disminuir el alcance de este supuesto derecho a casarse con quien uno quiera es abiertamente injusto. En otras palabras: ante la consideración de que el acceso al matrimonio es un derecho humano, no queda más opción que permitir a toda persona casarse con quien le parezca; lo contrario significaría una grave injusticia y discriminación. Esto lleva la discusión a un maniqueísmo demasiado superficial: o estás de acuerdo con que las parejas del mismo sexo puedan contraer matrimonio o eres un homofóbico (no habría otra razón para explicar el rechazo).

Frente a esto, lo más razonable es plantear la discusión en otros términos, donde cada visión sobre el asunto pueda ser expuesta sinceramente sin juzgar de antemano alguna de ellas. La pregunta sobre qué es el matrimonio, es decir, cuál es su naturaleza y el motivo por el cual el Estado lo regula, tiene la virtud de lograr esto, además de ir al fondo del problema (que finalmente es sobre la familia) y llevar la discusión a un plano de absoluta transparencia. Por otro lado, las diferentes respuestas que se den a esta pregunta, traerán consigo otras respuestas sobre debates que tiene directa relación con este, como la adopción homoparental.

El desafío, entonces, es construir un diálogo sincero, que sea verdaderamente democrático (en el sentido de que las diversas posturas puedan ser legítimamente expresadas sin reproche previo). En este contexto, el libro Matrimonio en conflicto (editado por Mauro Basaure y Manfred Svensson el año 2015) puede servir como insumo significativo a la discusión pública, al reunir doce ensayos donde se exponen los mejores argumentos que de “lado y lado” existen en la materia. De esta manera, si se eleva el nivel de la discusión pública, quizá logremos evitar que –como ya es común- la presión mediática y el lobby pesen más que los argumentos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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