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Neoliberalismo en Chile: el debate entre los estudiantes y Ottone

Eugenio Rivera Urrutia
Por : Eugenio Rivera Urrutia Director ejecutivo de la Fundación La Casa Común.
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Ernesto Ottone recientemente descalificó a algunos líderes estudiantiles por afirmar que en Chile existe neoliberalismo. Según su visión, los estudiantes confundirían neoliberalismo con economía de mercado: para él, neoliberalismo es una doctrina económica en que la economía de mercado articula la sociedad. Concuerdo con esta última afirmación, pero discrepo cuando afirma taxativamente que en Chile no existe tal articulación, sino una economía de mercado que coexiste con una lógica ciudadana llevada adelante por gobiernos reformistas.

Se trata de un tema debatible. Por ejemplo, con gran seriedad se discute en las ciencias sociales (autores como Peter Hall, Davis Soskice, Kathleen Thelen, Vivien Schmidt, entre otros) desde al menos dos décadas a partir del concepto “tipos de capitalismo”, teoría que puso atención en la naturaleza de las relaciones laborales y que distinguía las llamadas “economías de mercado liberales” de las “economías de mercado coordinadas”.

Como en el caso chileno, las primeras se caracterizan por la existencia de negociación colectiva descentralizada y descoordinada y relaciones conflictivas entre trabajadores y empresarios, sistemas de educación y capacitación estructurados en torno a la producción de calificaciones genéricas y regímenes de mercados laborales fluidos y que protegen muy débilmente a los trabajadores. El segundo modelo se caracteriza por sistemas de negociación colectiva y alianzas sociales altamente coordinadas entre organizaciones de trabajadores y empresarios fuertes y centralizadas y sistemas poderosos de protección laboral.

Bajo el primer concepto, los autores incluyen a países como Estados Unidos y Gran Bretaña; en el segundo modelo, los países escandinavos, ocupando Alemania un lugar intermedio. En el primer caso es la economía de mercado la que articula a la sociedad; en el segundo, es la colaboración de los actores sociales organizados lo que define un marco para la operación del mercado. Es esta una distinción crucial para poder diferenciar los casos de Chile y los países del norte de Europa, que impide clasificarlos en la misma categoría. Desde aquel punto de vista, si se considera la débil legislación laboral de nuestro país, y el sistema de pensiones privado guiado por el lucro, bien podría calificarse como un modelo liberal extremo y neoliberal en tales aspectos.

Por otra parte, cabe referirse a la idea de Ottone, respecto a que en razón del sistema político y la presencia relativamente continua de gobiernos de centroizquierda, la economía ha estado gobernada desde la política. En las ciencias sociales se ha reflexionado sobre si es la política democrática o la economía de mercado la que articula la sociedad. Probablemente la tradición política más relevante es la protagonizada por la socialdemocracia.

Una vez que se acepta la resiliencia del capitalismo y los rasgos dictatoriales de la experiencia soviética, la socialdemocracia y la Democracia Cristiana (junto con otras corrientes políticas) apostaron en Europa por controlar los excesos del capitalismo a partir de la política y del impulso del Estado de bienestar que genera un sistema de protección de los trabajadores que modifica decididamente las relaciones entre los agentes sociales. Frente a las fuerzas del empresariado, aparece un movimiento sindical fuerte que se apoya en un Estado socialdemócrata, que asume papel de árbitro entre los agentes sociales.

[cita tipo=»destaque»]En cuanto a la sociedad chilena, pueden identificarse algunos rasgos relevantes que pueden caracterizarse como neoliberales. En el ámbito de la política social, por ejemplo, la salud, la educación y el sistema de pensiones están estructurados en torno al principio del lucro, en que los niveles y calidad de las prestaciones dependen de la capacidad de pago de los usuarios. Por el contrario, en los Estados de bienestar desarrollados, los sistemas de protección social operan con una lógica distinta del seguro privado al romper con la identidad entre prima y riesgo individual y los individuos no se reclasifican cuando sus riesgos se incrementan.[/cita]

En ese contexto, gobiernos de distinto signo desarrollan políticas con un sesgo más pro empresarial, y otros más pro trabajadores. Aquel modelo de sociedad es puesto en cuestión, primero por Thatcher y Reagan, y luego por los propios socialdemócratas en algunos países de Europa. El esfuerzo por romper la fuerza sindical “liberando” la lógica de mercado se ha traducido en el debilitamiento del control político de los mercados y con ello se debilita el “Estado socialdemócrata” y el “Estado de bienestar”, dando paso a la sociedad de mercado o economía neoliberal, de la mano también de sendas transformaciones tecnológicas y productivas que han incidido en la transformación de las articulaciones políticas.

Naturalmente, ello encuentra resistencias importantes y variables, lo que hace indispensable un análisis más específico de las experiencias históricas. Desde este punto de vista, Chile se ubica nuevamente a la derecha de los países desarrollados, en cuanto a que la lógica política como articuladora de la sociedad ha sido más debilitada.

Respecto a la sociedad chilena, pueden identificarse algunos rasgos relevantes que pueden caracterizarse como neoliberales.

En el ámbito de la política social, por ejemplo, la salud, la educación y el sistema de pensiones están estructurados en torno al principio del lucro, en que los niveles y calidad de las prestaciones dependen de la capacidad de pago de los usuarios. Por el contrario, en los Estados de bienestar desarrollados, los sistemas de protección social operan con una lógica distinta del seguro privado, al romper con la identidad entre prima y riesgo individual y los individuos no se reclasifican cuando sus riesgos se incrementan. Se estructuran a partir de una lógica de derechos universales que deriva de acuerdos políticos que enmarcan el funcionamiento de la economía de mercado.

Por su parte, en cuanto a la economía, el modelo chileno se caracteriza por la inexistencia de esfuerzos de concertación social permanentes, lo cual contrasta con experiencias exitosas en las economías del norte de Europa y en algunos países del Asia, en los cuales el Estado conforma una sólida alianza pública privada en pos de un crecimiento económico sostenible. Poco tiene que ver el modelo chileno con estas experiencias.

Desde esa perspectiva, bien puede afirmarse que el modelo en Chile es neoliberal en varios aspectos, sin por ello simpatizar con el ideario político de quienes en América Latina usan de manera socorrida el epíteto neoliberal para fundamentar un debilitamiento de la democracia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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