Esta semana será aprobado en la Sala de la Cámara de Diputados el proyecto que alude precisamente a la reforma de los partidos políticos. Y aunque seguramente se producirán algunos avances importantes, en varios temas cruciales predomina una concepción tradicional y pro statu quo.
La crisis de legitimidad que atraviesan los partidos políticos debiese ser una oportunidad para revisar sus normas, cambiar sus prácticas y reformar la concepción que los orienta. La reforma a los partidos políticos –primera de su tipo desde el retorno a la democracia– era el momento oportuno para ello. Sin embargo, muy poco de aquello se está verificando.
Recordemos que fue la dictadura la que estableció la ley de partidos políticos. Recordemos también que desde 1990 los poquísimos intentos por reformar aquella norma fracasaron estrepitosamente. Así, partidos se convirtieron en máquinas de poder, encapsulados, que se organizan en torno a cuotas de poder (los famosos “lotes”) que median la vida interna. Estos lotes reparten cargos, definen candidaturas, median el acceso al poder. En algunos casos se trata de estructuras verticales que controlan al conjunto de la estructura. En otros, se trata de grupos oligárquicos internos que compiten con mayor o menor éxito por mantener sus cuotas de poder.
Lo que el Consejo Asesor Anticorrupción propuso y lo que el Gobierno ha señalado es un cambio radical en lo que hoy son los partidos políticos, a partir de tres cuestiones fundamentales: a) generar un sistema transparente de fichaje de militantes, de modo de promover una competencia limpia al interior de las tiendas políticas; b) establecer procedimientos democráticos al interior de los partidos, incluyendo el derecho de los afiliados a escoger en forma democrática a sus dirigentes; y c) establecer sanciones efectivas para quienes infrinjan las normas básicas que organizan la vida partidaria.
[cita tipo= «destaque»]De mantenerse el tenor del debate, probablemente no observaremos grandes transformaciones internas en los partidos. Los lotes continuarán controlando el ingreso de militantes y las cuotas de poder en los Consejos Generales. Existirá mayor transparencia y mayores exigencias procedimentales, pero ello no necesariamente afectará la forma en que proceden las cosas en los partidos, toda vez que además las sanciones son débiles.[/cita]
Esta semana será aprobado en la Sala de la Cámara de Diputados el proyecto que alude precisamente a la reforma de los partidos políticos. Y aunque seguramente se producirán algunos avances importantes, en varios temas cruciales predomina una concepción tradicional y pro statu quo. Algunas de las reformas sencillamente van en contra de esta idea de establecer partidos verdaderamente democráticos. Me detendré en algunas de ellas:
De mantenerse el tenor del debate, probablemente no observaremos grandes transformaciones internas en los partidos. Los lotes continuarán controlando el ingreso de militantes y las cuotas de poder en los Consejos Generales. Existirá mayor transparencia y mayores exigencias procedimentales, pero ello no necesariamente afectará la forma en que proceden las cosas en los partidos, toda vez que además las sanciones son débiles. En definitiva, es el triunfo de las máquinas por sobre un genuino intento por incorporar la democracia en las tiendas políticas.