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Valparaíso

Javiera Arce
Por : Javiera Arce Cientista Política, Fundación Chile 21.
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La reciente nominación de Leopoldo “DJ” Méndez como pre-candidato a alcalde por la Comuna de Valparaíso, ha instalado rápidamente no sólo la carrera municipal que se aproxima a pasos agigantados, sino también a la ciudad de Valparaíso, olvidada por lo general del ámbito nacional, debido una ausencia efectiva de un proceso serio de descentralización para Chile.

¿Cuáles son las particularidades de esta comuna? ¿Cuál es la relevancia de competir por una comuna tan emblemática del país? ¿En qué estado se encuentra la calidad de la política de la comuna de Valparaíso? ¿La solución de instalar a una figura pública como Leopoldo Méndez será la más adecuada en un proceso de desafección institucional como el actual?

Valparaíso carece de un proyecto de desarrollo local, que contemple la interacción de la ciudadanía con sus autoridades políticas, debido a que éstas al igual que la gran mayoría de la élite política nacional, no posee capacidad alguna de autocrítica y sentido de la responsabilidad de que sus acciones están en tela de juicio. Tampoco parece importarles mucho la futura abstención electoral que se aproxima.

Las calles de la ciudad (pese a ser declarado patrimonio de la Humanidad por UNESCO el año 2000), no demuestran el cuidado de otras ciudades de América Latina como por ejemplo la ciudad de Arequipa en Perú, que destaca por su limpieza, pulcritud y cuidado de sus edificios históricos construidos con lava volcánica.

Asimismo tampoco presenta las capacidades de Río de Janeiro que siendo una ciudad puerto, para los grandes eventos como el Carnaval, es capaz de acoger a sus ya ocho millones de habitantes, una población flotante de dos millones de turistas, sin hacer colapsar la ciudad ni que ésta sufra fuertes impactos en su limpieza y seguridad, como “el año nuevo en el mar” o el “Festival de los mil tambores”, que dejan a Valparaíso completo convertido en un baño público, cuyos habitantes deben tolerar los embates de “la movida cultural santiaguina” que se desplaza a la ciudad, y termina dañando su patrimonio, ensuciando calles, plazas y lo poco y nada que queda de borde costero.

Si a lo anterior le sumamos la impronta poco transparente, los constantes rumores sobre gestiones alejadas de la probidad de las autoridades porteñas, y el fuerte nivel de endeudamiento del municipio, el panorama se vuelve catastrófico, tanto para la ciudadanía que habita en la comuna así como también para quienes gobiernen.

La reciente ocurrencia de los ingenieros electorales de levantar una figura como Leopoldo Méndez, no hace otra cosa que reforzar la idea de que la clase política no está leyendo lo que dice la ciudadanía en los tiempos de la politización (PNUD, 2015), por el contrario, es subestimar al máximo a los habitantes de una convulsionada ciudad como Valparaíso, que ha sido víctima de una deficiente gestión, cuyos niveles socioeconómicos son deficitarios, que posee una enorme cantidad de población con empleos informales, con serios problemas de seguridad no sólo delincuencia, sino también seguridad en infraestructura, urbanización, limpieza de quebradas para prevenir incendios; que día a día observa cómo la ciudad se deteriora y sus autoridades impávidas sólo buscan repartirse el poder, como si éste fuera un animal recién faenado.

[cita tipo=»destaque»] La solución a un escenario de desafección institucional, desilusión de la actividad política, y una sensación de impunidad con quienes toman decisiones, no es instalar un famoso cantante (que por lo demás no es intención de esta columna irse en contra del mismo), si no de los teóricos de tan “sencilla” solución, de apagar el incendio con bencina, que podría traer consecuencias importantes para el tejido social en reconstrucción[/cita]

La ciudadanía de Valparaíso es diversa. Por una parte tenemos aquella que fue susceptible a prácticas clientelares por el ex Alcalde Hernán Pinto, que todavía lucha por reconstruir sus casas en los cerros devastados producto del voraz incendio ocurrido el año 2014, y que en algún momento toleraba todas las peculiaridades de la gestión de su líder.

No obstante, existe otra ciudadanía que es activa, y se mueve en organizaciones extra formales invisibles a los institucionales ojos de las autoridades y en particular de quienes toman decisiones, incapaces de leer el mensaje de descontento de estos grupos inorgánicos de jóvenes (y no tan jóvenes), que se oponen a la construcción de la mole de cemento del Mall Barón, al mega proyecto del Terminal 2/TCVAL que dejará sin borde costero a la ciudad entera, ampliando en dos kilómetros el puerto, y terminará devastando el balneario de Laguna Verde con la extracción de roca de relleno, y que además promueve una movida artística cultural interesante basada en intervenciones urbanas como ludotecas, colectivos científicos, ferias de novedosas artesanías, recuperación del patrimonio, ocupación de los espacios públicos, entre otras.

La solución a un escenario de desafección institucional, desilusión de la actividad política, y una sensación de impunidad con quienes toman decisiones, no es instalar un famoso cantante (que por lo demás no es intención de esta columna irse en contra del mismo), si no de los teóricos de tan “sencilla” solución, de apagar el incendio con bencina, que podría traer consecuencias importantes para el tejido social en reconstrucción.

La democracia costó mucho para recuperarla, y por lo mismo hay que cuidarla. No confundir entonces rendimiento electoral con buen gobierno, ambos conceptos son complementarios pero muy diferentes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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