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Sequía: ¿un concepto científico o político?

Jorge Núñez Cobo
Por : Jorge Núñez Cobo Ing. Agr. Mag. Ing. Agr., Dr., Investigador del Centro de Agua para Zonas Áridas y Semiáridas de América Latina y el Caribe- CAZALAC (bajo los auspicios de la UNESCO)
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A inicios de mes, el Centro de Ciencia del Clima y Resiliencia (CR2), uno de los centros Fondap de excelencia en investigación en áreas prioritarias de Chile, hizo entrega a la Presidenta Bachelet del denominado “Informe a la Nación: la megasequía 2010-2015: una lección para el futuro”, el cual aborda de manera interdisciplinaria las diversas aristas del déficit de precipitaciones que ha afectado a la zonas centro y sur de Chile durante los últimos cinco años.

El Informe, sólido y conciso, aborda las causas potenciales del déficit hídrico, sus impactos, vulnerabilidad frente a su ocurrencia y respuestas por parte del Estado, el sector privado y sociedad civil. Estas últimas, qué duda cabe, gobernadas por una percepción esencialmente de transitoriedad. Hasta aquí, la principal –y más intuitiva si se quiere– valoración que podría hacerse del documento, es respecto de su contribución científica para explicar una de las tantas formas en que un clima cambiante ha afectado y seguirá afectando al territorio nacional. Aporte no menor, ciertamente. Más aún en un país que se encuentra en la antesala de la COP21 y que llegará a este evento siendo, en palabras del ministro de Medio Ambiente, consciente de su vulnerabilidad al cambio climático. En este sentido, el Informe nos permite recordar que, tal como escribiera el escritor e historiador británico Niall Ferguson, la ciencia ha sido uno de los seis pilares que han sostenido a la civilización occidental.

Un aspecto menos intuitivo del Informe, sin embargo, se refiere a las implicancias políticas de su objeto de estudio, la sequía, implicancias que se dan en el contexto de un amplio debate en torno a la denominada Reforma al Código de Aguas. Específicamente, el proyecto de reforma, en su artículo 314, mantiene la prerrogativa presidencial, a través de la DGA, de declarar zonas de escasez en épocas de extraordinaria sequía. Junto a la ausencia de definición de dos conceptos no equivalentes – sequía y escasez– , aspecto esencial y no resuelto por el legislador, la propuesta de reforma permitiría, apoyado en un acto administrativo, suspender por un periodo máximo de un año y prorrogable, las atribuciones de las Juntas de Vigilancia. Cabe preguntarse en este punto: ¿ha tenido en cuenta el legislador que los criterios que dan soporte a la declaración de escasez, se han demostrado – con ciencia chilena además– incompatibles con la ocurrencia de un clima cambiante? ¿Que en ese contexto, la sequía y, por tanto, la potestad para suspender las atribuciones de las Juntas de Vigilancia, tendría menos de excepcionalidad y más de carácter permanente? Como ha dado cuenta el Informe a la Nación, la sequía pierde sentido en función de la tendencia climática hacia una nueva normalidad. Los 142 Decretos de Escasez emitidos entre 2010 y 2015 podrían considerarse, parafraseando al Informe, como una primera lección para el futuro.

[cita tipo=»destaque»]La sequía es, en esencia, un constructo social. Lo que el dominio de la naturaleza nos entrega, en el contexto de la lluvia, como bien reconocen los australianos, es variabilidad climática. Pero cuando el agua de la lluvia toma contacto con el suelo y escurre, queda inexorablemente subordinada al dominio de los hombres. Es ahí cuando la valoración y juicio respecto de qué implica su menor disponibilidad para satisfacer las múltiples necesidades humanas hará que la sequía, como concepto, cobre finalmente su dimensión social y política.[/cita]

Lo anterior da cuenta de dos aspectos que no pueden obviarse en el debate actual respecto del agua en Chile. El primero, la necesidad de fortalecer cada vez más la interface ciencia-política en materia hídrica, tensionada por dos grandes forzantes: un cambio de clima y un clima de cambio. El segundo, que la sequía es, en esencia, un constructo social. Lo que el dominio de la naturaleza nos entrega, en el contexto de la lluvia, como bien reconocen los australianos, es variabilidad climática. Pero cuando el agua de la lluvia toma contacto con el suelo y escurre, queda inexorablemente subordinada al dominio de los hombres. Es ahí cuando la valoración y juicio respecto de qué implica su menor disponibilidad para satisfacer las múltiples necesidades humanas hará que la sequía, como concepto, cobre finalmente su dimensión social y política.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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