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Thatcher: la chica sexy de la derecha chilena Opinión

Thatcher: la chica sexy de la derecha chilena

Gonzalo Bustamante
Por : Gonzalo Bustamante Profesor Escuela de Gobierno Universidad Adolfo Ibáñez
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Vamos a lo específico de la “admiración derechista chilensis”: las reformas económicas emprendidas por su gobierno fueron la primera señal de validación internacional de que lo obrado en ese mismo sentido por Pinochet habría sido “visionario”. Segundo, la defensa por motivos estratégicos que Thatcher hizo de Pinochet. Esta última, una suerte de rescate del ángel caído que simbolizaba para la política mundial “el Tata” fue tan poderosa que hasta hoy ha sido suficiente para que los sectores más conservadores de nuestra derecha puedan pasar por alto que la “Dama de Hierro” apoyó la despenalización de la homosexualidad y la legalización del aborto.


El fallecimiento de Margaret Thatcher ocurre años después del fin de la ideología que ella simbolizó; el thatcherismo. Solo sectores marginales del conservadurismo británico y del republicano (USA) lo consideran hoy una alternativa viable. A los anteriores se les suma cierta izquierda con “delirio de sospecha” que ha visto su huella en todo: la renovación del laborismo, Cameron, Clinton, etc. Es una simplificación, quizás producto de un trauma psicológico, que interpreta bajo un solo prisma la realidad; emparentados con aquellos que reducen todo a “neoliberalismo-guerra al neoliberalismo”.

La alteración de juicio de realidad respecto de la actualidad del thatcherismo ha afectado de modo particularmente severo a sectores no poco relevantes de nuestra derecha.

¿Qué es el thatcherismo? Hay buenas razones para interpretarlo como una ideología en sí misma. Thatcher no fue algo así como una simplona que aplicó recetas neoliberales con gran personalidad y decisión. Es plausible sostener que su eje ideológico estuvo dado por una revalorización histórica de los valores británicos de la era victoriana y lo que ella (Thatcher) interpretaba como las libertades anglosajonas. Las teorías de Friedman, Hayek así como cierto tradicionalismo metodista eran relevantes en la medida que alimentaban esa visión histórica; las naciones que son herederas de esa cultura debían ser predominantes a nivel global.

[cita]La adhesión iconográfica de la derecha a Thatcher lo es de una imagen a-histórica. Por eso no son pocos los que han criticado desde su mismo sector a Piñera por ser una suerte de Aylwin-aliancista y no un “Señor de Hierro”. Algunos hubiesen deseado que la actual administración hubiese iniciado una segunda revolución económica inspirada en los mismos principios de más de un cuarto de siglo atrás.[/cita]

Sus recelos a la unidad alemana y su oposición a la Unión Europea no eran meramente coyunturales, sino profundamente ideológicos.

¿Qué valora la derecha chilena de ella? Saltemos lo obvio, lo que cualquier persona medianamente imparcial puede señalar sobre su persona y su legado: consecuencia política, valor en la toma de decisiones y ser uno de los políticos británicos más importantes del siglo XX. Vamos a lo específico de la “admiración derechista chilensis”: las reformas económicas emprendidas por su gobierno fueron la primera señal de validación internacional de que lo obrado en ese mismo sentido por Pinochet habría sido “visionario”.

Segundo, la defensa por motivos estratégicos que Thatcher hizo de Pinochet. Esta última, una suerte de rescate del ángel caído que simbolizaba para la política mundial “el Tata” fue tan poderosa que hasta hoy ha sido suficiente para que los sectores más conservadores de nuestra derecha puedan pasar por alto que la “Dama de Hierro” apoyó la despenalización de la homosexualidad y la legalización del aborto. Por último, su acérrimo anticomunismo y el papel que le tocó jugar en el desmoronamiento del bloque soviético.

Esto último, sin duda, se magnifica. Retrospectivamente es de una importancia mucho mayor la consolidación en la post-guerra de una izquierda socialdemócrata y pro-occidental. Además la caída del sistema soviético y su imperio es multifactorial.
La adhesión iconográfica de la derecha a Thatcher lo es de una imagen a-histórica. Por eso no son pocos los que han criticado desde su mismo sector a Piñera por ser una suerte de Aylwin-aliancista y no un “Señor de Hierro”. Algunos hubiesen deseado que la actual administración hubiese iniciado una segunda revolución económica inspirada en los mismos principios de más de un cuarto de siglo atrás.

El thatcherismo tuvo enemigos tanto hacia la izquierda como la derecha; su naturaleza fue de tipo revolucionario. Fue un asalto a los grandes acuerdos de la postguerra entre el laborismo, un conservadurismo (one-nation) de corte social así como de liberales centristas. En eso las políticas implementadas por Piñera y su gobierno tienen un carácter de mantención de pilares construidos durante la transición; efectivamente de thatcherismo nada.

Un “Thatcher a la chilena” era una ilusión de quienes simplificaron el fenómeno histórico de la Dama de Hierro y quedaron presos de cierto encantamiento de los aspectos considerados por ellos como más sexy de sus políticas, pero nunca se detuvieron a pensar sobre las consecuencias político-sociales de las mismas que hicieron imposible su mantención en el tiempo; al grado que la centro-derecha británica solo pudo volver al poder una vez que la Baronesa Thatcher se transformó en una lejana letanía.

Las transformaciones ideológicas experimentadas por la derecha chilena por la influencia primero del gremialismo y luego la experiencia entusiasta de la Dictadura, fue complementada por la construcción de tres grandes ídolos internacionales: Juan Pablo II, Reagan y Thatcher. Con la muerte del último de ellos más las transformaciones experimentadas por nuestra sociedad es de esperar que ese atavismo febril vaya quedando en el baúl de los olvidos y que los Reinfeldt, Cameron, Key, Rutte, Katainen, entre otros vayan ocupando su lugar; ya sería un avance.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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