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Arquitectura Social [arquitectura de primera necesidad]

Nicolás Valenzuela Levi
Por : Nicolás Valenzuela Levi Nicolás Valenzuela Levi. Master Estudios del Desarrollo y candidato a doctor en Economía del Suelo por la Universidad de Cambridge
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“la comida es lo primero, la moral viene después”
Bertolt Brecht, La Ópera de Tres Centavos

Para quienes hoy viven [y trabajan] en Chile, eso de poder “virtualmente viajar en pocos minutos de Dallas a Bangladesh” es un hecho. Esta forma de vida, en la que frecuentemente conviven en un mismo momento y lugar realidades extremadamente opuestas, hace coexistir riqueza y pobreza de manera paralela. Tal realidad local es una traducción de la situación del país en el contexto global; al respecto, Josse Van der Rest decía a un grupo de estudiantes de arquitectura chilenos: “ustedes tienen el deber en el mundo de mediar entre los de abajo muertos de hambre, y los de arriba que no encuentran la manera de bajar de peso”. Llevado al trabajo de un arquitecto, implica poder hacer desde una mediagua, hasta la cartera proyectada por la arquitecta Zaha Hadid para Louis Vuitton, lo que a su vez significa poder tener como cliente desde un indigente del Hogar de Cristo, hasta a una empresa francesa que diseña ropa y complementos exclusivos preferentemente en piel. La “angustia social” a la que se refiriera alguna vez Matta-Clark no es más que una manera de ponerle nombre a situarse concientemente en el espacio físico, ético y político que separa la mediagua de la cartera.

Existe un límite que la sociedad instaura para determinar lo que es “primera necesidad”, es decir, un cierto estándar mínimo, con el que se resuelve tanto la definición de pobreza como la manera de actuar sobre ella. La forma en que los arquitectos operan y cómo su trabajo pertenece a este orden más amplio, ha sido distinta según ha evolucionado la realidad ético-política del país. Así por ejemplo, en los 60s presentaba tanto un contexto como una aproximación disciplinar distinta al Chile turbocapitalista neoliberal de hoy [con su arquitectura turbocapitalista neoliberal de hoy].

Nos gustaría abrirnos a problematizar tanto la definición que la sociedad hace de sus “primeras necesidades”, como lo que se entiende por Arquitectura Social. Alguien podría decir incluso que el veraneo es una primera necesidad, usando como evidencia la toma ilegal de terrenos costeros para ese fin en Puerto Viejo. También habría que abandonar la idea [reduccionista, poco realista y nada de creativa] que limita la “arquitectura social” a sólo vivienda social, para ampliar la definición del verbo hacer arquitectura a lograr satisfacer [con extrema eficiencia y economía de medios] las necesidades básicas de equipamiento cultural, deportivo e incluso religioso. “Intentar llevar arquitectura donde antes no llegaba».

El enorme potencial de una nueva Arquitectura Social que encuentre maneras, antes inexistentes, de satisfacer necesidades básicas, permitirá hacer arquitectura donde antes no se hacía. También permitirá mejorar la ciudad [monótona e insuficiente] generada por la repetición indiscriminada de viviendas sociales. Tal vez haga posible que simplemente haciendo arquitectura se logre satisfacer bastantes carencias extremas del territorio en el que todavía muchos habitan en forma marginal.

Evidentemente la comida es lo primero. Queda definir cuándo viene la arquitectura.

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