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Las diferencias irreconciliables entre Rex Tillerson y Donald Trump que llevaron al presidente de Estados Unidos a destituir a su secretario de Estado

Las diferencias irreconciliables entre Rex Tillerson y Donald Trump que llevaron al presidente de Estados Unidos a destituir a su secretario de Estado

Tillerson se convirtió el martes en el miembro número 20 del gabinete de Donald Trump que ha sido despedido o ha renunciado en los 13 meses de la actual presidencia. Pero la partida de Tillerson se veía venir.


El tiroteo en un concierto en Las Vegas en octubre del año pasado fue la primera experiencia de Donald Trump como jefe de Estado que consolaba a los estadounidenses.

Después de que un hombre se atrincheara en el hotel Mandalay Bay y durante unos terribles 10 minutos abriera fuego contra los asistentes al concierto que ocurría abajo, matando a docenas e hiriendo a cientos, el presidente fue a Las Vegas y se reunió con familias, médicos y servicios de emergencia.

Abandonó la ciudad a bordo del Air Force One ese día sintiendo que el día había ido lo mejor posible, dadas las circunstancias. Pero al regresar a Washington, su humor se oscureció considerablemente.

Y había dos razones para ello.

Su visita a Las Vegas no estaba abriendo los informativos. En segundo lugar, la historia ala que prestaban atención los medios fue lo que lo enfureció.

Se trataba de que el secretario de Estado, Rex Tillerson,se había rehusado negar que había llamado «estúpido» a Trump.

Según reportó la prensa, Tillerson estaba en una reunión en el Pentágono cuando dio esa opinión sobre el comandante en jefe.

Donald Trump antes de abordar el Air Force One rumbo a California en una rueda de prensa sobre la destitución del secretario de Estado, Rex Tillerson.

Es difícil recuperarse de situaciones como estas. Este es un presidente que atiende a los agravios y disgustos personales con el mismo cuidado que un botánico a una rara y frágil orquídea. Desde ese momento, el dado en cierto modo fue lanzado.

Para empezar, Trump y Tillerson no están cortados con la misma tijera. Sí, ambos son empresarios internacionales, Trump con sus concursos de belleza, hoteles, y Tillerson como la cabeza de la petrolera Exxon.

Pero más allá de eso, parecen ser personas muy diferentes.

¿Imagen fuerte?

Tillerson había sido recomendado a Trump por la exsecretaria de Estado Condolezza Rice, y por el antiguo director de la CIA y secretario de Defensa, Robert Gates.

Pensaba que este tenía el peso y la experiencia mundial como jefe de Exxon para ser el apropiado para representar los intereses de Estados Unidos en el mundo; para ser el traductor del mensaje America First («Estados Unidos primero») de Trump a una audiencia global ansiosa.

Pero pareció un poco perdido. Como un niño que va a la misa del domingo con un traje que no le queda bien, Tillerson nunca lució cómodo en el papel.

Tillerson en una visita a Nigeria con el presidente del país africano, Muhammadu Buhari.

Su primera conferencia de prensa conjunta con su par ruso, Sergei Lavrov, fue un clásico. El ruso fue expansivo y locuaz, tal vez incluso prolijo. Y el tejano, Rex Tillerson, dijo lo mínimo indispensable. Se le vio tenso y temeroso.

Y tenía razones para estarlo. Comprometió al Departamento de Estado a recortes significativos de gastos sin un plan claro sobre cómo los implementaría.

El símbolo central de la diplomacia de EE.UU. se había convertido en un recipiente vacío. Funcionarios de rango bajo estaban trabajando en categorías más altas porque todavía no había quienes llenasen esos puestos. Había una sensación de desesperación.

Y luego también estaba Donald Trump.

Este par nunca estuvo en la misma sintonía, ni personalmente ni en cuanto a políticas.

Diferencias notorias

El presidente fue en contra de su secretario de Estado en varias oportunidades.

Sobre Corea del Norte, Trump escribió en Twitter que Tillerson estaba perdiendo su tiempo. En otros asuntos, prefirió enviar a miembros de su familia para que negociaran con funcionarios de gobiernos extranjeros.

Daba la impresión de que Tillerson estaba en el cargo pero no tenía el poder.

Rex Tillerson se ríe en compañía del vicepresidente, Mike Pence, el presidente Donald Trump y la esposa de Tillerson, Renda St. Clair.

Viajaba por el mundo con el distinguido título, pero parecía tener poca influencia para cambiar la forma de pensar del presidente.

En público se mantuvo leal y actuó como si estuviese completamente actualizado, cuando en la realidad parecía ser lo contrario.

Excepto anoche.

En su viaje de regreso de África, Tillerson fue inusualmente directo. Habló en un tono marcadamente diferente de la Casa Blanca sobre lo que ocurrió en Salisbury, Inglaterra, donde un exespía ruso y su hija fueron envenenados por un agente nervioso de origen soviético.

Mientras la Casa Blanca no criticó a Moscú, Tillerson sí lo hizo en un comunicado. Quizá sabía que estaba a punto de ser despedido; quizá ya no le importaba. Pero en medio de su vuelo su destino quedó sellado.

El final fue una metáfora perfecta de la relación. La extraña pareja de políticos había estado unida durante demasiado tiempo. Hombres de diferentes temperamentos, comportamiento y estilos ya habían separado sus caminos.

El presidente ruso, Vladimir Putin, y Rex Tillerson.

Tillerson aterrizó en la base militar Andrews, en Maryland, donde un miembro de su equipo le informó que el presidente había anunciado su destitución en Twitter.

Como el secretario de Estado no tiene Twitter, tuvieron que imprimir el mensaje de Trump. Así supo que lo habían despedido.

Su carrera diplomática llegó a un final ignominioso.

Y la respuesta del presidente Trump mientras hablaba con los reporteros esta mañana fue: «Creo que Rex será mucho más feliz ahora».

Muy probablemente estará contento.

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