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Nolberto Díaz, apodado “Cachorro”, el indescifrable dirigente sindical que tensó al máximo las relaciones en Enap Hoy se juega una carta clave para su permanencia en las bases

Nolberto Díaz, apodado “Cachorro”, el indescifrable dirigente sindical que tensó al máximo las relaciones en Enap

Natalia Saavedra Morales
Por : Natalia Saavedra Morales Editora periodística El Mostrador Mercados
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Que es un operador político. Que tiene vocación de dirigente. Que tiene amigos en la DC y en la UDI. Que en realidad se ha quedado solo. Que los trabajadores lo respaldan. Que no lo respaldan y que la organización está quebrada. Lo cierto es que, en medio de su periodo como dirigente sindical, la Empresa Nacional del Petróleo (Enap), se ha visto enfrascada en una guerra de violentas acusaciones.


El cachorro, un animal de pocos meses o días, inofensivo, es una cría que no sabe bien cómo defenderse. Un “perrito”, por ejemplo, en lenguaje coloquial, que genera una sensación de ternura. Pero este otro “Cachorro” no se parece a esa descripción. Nolberto Díaz, presidente de la Federación Nacional de Sindicatos de Trabajadores del Petróleo y Afines de Chile (Fenatrapech), cumple hoy 50 años y, pese a conservar el apodo de su juventud (surgido por un pololeo de adolescencia), de cachorro le queda poco y es hoy uno de los pesos pesados de la dirigencia sindical.

Concita amor y odio, sobre todo en días en que se ha conocido la sentencia por enfrascarse en una discusión y posterior agresión a un ejecutivo de la Empresa Nacional del Petróleo (Enap), y que le valió un titular en La Tercera que lo irritó: “A cincuenta lucas el combo”.

Su performance más reciente es la del Congreso, instancia a la que fue invitado por la Comisión de Minería y donde atacó frontalmente a su principal antagonista, Marcelo Tokman, gerente general de la empresa estatal. El ex ministro de Energía ha hablado de su intención de quedarse en la firma si así se lo piden. Y al parecer esta idea le echó más bencina al fuego a una relación con Díaz que está totalmente quebrada.

Tokman y Díaz se vieron involucrados en una serie de dimes y diretes en el Parlamento, en la prensa, en la Fiscalía, en investigaciones internas de la empresa, en denuncias ante la Contraloría, todo en medio de un ambiente que, de armonioso, poco tiene. Por eso hay quienes aseguran que el “Cachorro” acuña su apodo también por otras razones: “Es que mete más bulla que perro chico”, dice un dirigente.

Cuesta que cualquiera se atreva a ir en su contra. Díaz, hoy presidente de la Fenatrapech, acusó a Tokman en el Congreso de maquillar los resultados de Enap, de arreglar una serie de contratos, además de indicar una serie de supuestas irregularidades, como el alto gasto en el nuevo logo de la firma o el costo de haberse cambiado de oficina. El gerente general de la compañía debió, ante los parlamentarios, aclarar punto por punto cada uno de los dichos del dirigente. Y con el tiempo la evidencia parece apuntar a que Tokman, al menos en dichos puntos, tenía razón.

«Con todo, el endeudamiento de Enap al cierre de 2012 era de US$ 4.155 millones, al finalizar el año 2013 era de $ 3.902 millones, y al cierre de septiembre 2017 es de US$ 4.530 millones. Es decir, entre un período y otro hay un incremento de la deuda neta de US$ 375 millones. Esto se explica, básicamente, por el incremento de los proyectos de inversión de Enap en dicho período, los cuales están en línea con el Plan Estratégico aprobado por el directorio de la empresa. Adicionalmente, hay un alza de la deuda a consecuencia del incremento de los niveles de precios de crudo entre un período y otro, lo que ha hecho que la deuda de corto plazo, a consecuencia del financiamiento de compra de crudos, suba desde US$ 468 millones al cierre del 2013 a US$ 661 millones a septiembre de 2017”, detalló Tokman en el Congreso.

Agregó que parte de la gestión ha sido mantener su EBITDA por sobre los US$ 620 millones en los últimos cinco años, y utilidades anuales en promedio de US$ 134 millones, en el período 2014-2017, han permitido recuperar el patrimonio de la compañía.

Pese a ello, la guerra civil entre la plana ejecutiva y Díaz ha costado varios heridos. Ejecutivos que han renunciado por el mal ambiente y una dirigencia sindical quebrada.

El ADN político

En 1996, La Nación perfilaba a Nolberto Díaz como uno de los más prometedores líderes de la Concertación, con su pasado de opositor a la dictadura, como un activista de la Juventud Demócrata Cristiana, del ala chascona, un cartel que no ha dejado a un lado veinte años después, aunque su activismo no está en el partido. Su frente hoy es Enap. Ahí hoy se juega una carta importante. Durante esta jornada, en Concón –donde Díaz trabaja–, se elegirá a los representantes de los sindicatos de base y él espera salir victorioso.

Sus opositores dicen que Díaz llega sin fuerza a la votación. El control de daños lo hizo ayer cuando difundió un video en el que llamó a votar por él, en medio de lo que considera una campaña para desprestigiarlo.

En 2:39 minutos agradeció a los socios, al equipo que lo apoya, entre ellos Marcos Varas, trabajador que ingresó al directorio de Enap y con quien tiene buenas relaciones. Y habló reiteradamente de las sombras y las fuerzas que no quieren que él gobierne en Enap.

“Quiero pedirles que no caigan en la trampa de la gerencia general de Enap y sus ejecutivos que nos quieren ver derrotados. Nada de lo que ha pasado, en La Tercera, en El Mercurio, en los medios, entre noviembre y diciembre, o en La Tercera la semana pasada, son noticias ingenuas. Son noticias objetivas o son noticias inocentes. Todas ellas han estado digitadas para golpearnos, para dividirnos, para engañar, para confundir. Les quiero pedir que no se dejen engañar, que no caigan en la trama de quienes quieren vernos derrotados”, recalcó el dirigente, sacudiéndose las migas.

Quienes no comparten su estilo aseguran que es un animal político. Que fue criado ahí y que su paso por la dirigencia sindical se extendió más de lo debido, en medio de una sed por figurar en esa arena. En esas lides, se midió en el año 1997, cuando postuló a diputado por Magallanes, pero perdió la pasada con Rodrigo Álvarez (UDI). Aunque con él lo unen otros vínculos. Estudiaron en el mismo colegio, los Salesianos de Punta Arenas. Su vínculo se ha mantenido y Díaz fue de los pocos que lo apoyó en su pasada candidatura a la Sofofa.

Díaz insiste en que su ADN es la dirigencia sindical y en que no es un operador político. “Por sobre todas las cosas soy dirigente sindical. Esa es mi primera tarea, y a eso le dedico casi todo el tiempo, tanto en Enap como en la CUT (…). Trabajé 5 años con el senador José Ruiz de Giorgio, ex DC y hoy Frente Amplio. Fue mi líder y mentor, en parte por él me dicen ‘Cachorro’, por ser el más pequeño en Magallanes de los dirigentes opositores a Pinochet, de hecho, estuve una veintena de veces preso y querellado junto a Ruiz de Giorgio y Carlos Mladinic, el 84, con 16 años de edad”, recuerda Díaz, quien, en todo caso, cada tanto se escapa a las memorias de su formación partidista.

Sus detractores sostienen que pensar que ambas arenas significan lo mismo es parte de lo que le ha valido tropezarse en el mundo sindical. “Cuando vivía Jorge Matute, militante DC, Díaz fue cercano a él y Matute lo ayudó a llegar a Enap con una visión de camaradas. Pero Nolberto muchas veces ha sido serpenteante en sus decisiones y por eso se ha peleado con tanta gente”, comenta un dirigente.

Díaz trata de distanciarse del establishment de la DC; en tal sentido, afirma que “siempre he estado vinculado a los sectores progresistas de la DC, a Claudio Huepe, Manuel Bustos, José Ruiz de Giorgio, Mariano Ruiz-Esquide, María Rozas, Andrés Aylwin, Andrés Palma”, detalla. Esto, aunque apoyó a Carolina Goic en su fallido camino a La Moneda. Su cercanía con Pablo Badenier lo habría justificado.

La tesis de que funciona «para y por» la política es la que más lo irrita. Se defiende. Dice que lo han acusado de todo, menos de ser un operador político. “No me haré cargo para nada de eso. Desde los 16 años fui dirigente secundario, luego universitario y después dirigente sindical. Soy dirigente sindical hace 14 años. Todos estos años mis compañeros, cerca de 600, me han elegido con su voto y me han otorgado el orgullo de ser presidente del sindicato con la primera mayoría. Para defender a la Enap y a mis compañeros, no miro color político ni amistades, los que me conocen de verdad pueden dar fe que desde los 90 que no postulo a un cargo político y el año pasado, después de 24 años, competí, a petición de los trabajadores DC, y me eligieron con la tercera mayoría nacional detrás de Faud Chahin y Ximena Rincón. Soy consejero de la DC para defender a los trabajadores, solo para eso y solo soy consejero”, detalla el «Cachorro».

Este último punto podría ser foco de otro conflicto. Tras una denuncia anómica, y con el número identificatorio W008129/2017, sus detractores solicitaron que se investigue si hay un choque de derechos constitucionales al ser a la vez dirigente sindical y miembro de un partido político.

El caos en Enap

De vuelta a Enap, el 14 de diciembre de 2017 las diferencias entre sindicalistas serían más que dimes y diretes. En una carta, con copia desde el gerente de Recursos Humanos hasta el gerente general de Enap, se dejaba constancia de que, con esa fecha, el sindicato de trabajadores Enap Magallanes dejaba de formar parte de la Fenatrapech. El golpe no era casual ni menor. El grupo liderado por Alejandro Avendaño le estaba cobrando a Díaz el no haber respetado acuerdos para ser los que lideraran la Fenatrapech. Ellos son el 40% de la fuerza laboral de Enap.

“Al final de su vida Matute quebró con Díaz y, cuando eso pasó y la organización se dividió, la idea era que una persona de mayor consenso se ubicara en la cúpula de los sindicatos. Y eso Díaz no lo respetó”, explican fuentes de Magallanes.

El sindicato más grande de Enap se entendió entonces con el peor enemigo del «Cachorro»: Marcelo Tokman.

Con la gerencia adelantaron exitosamente su negociación colectiva sin la venia de la central. “Existían desde hace muchos años divergencias entre los dirigentes, la salida de Magallanes no fue únicamente producto de mi elección en la federación. Legítimamente los sindicatos del ámbito refinero (Aconcagua y Biobío) se unieron para elegir al representante de los trabajadores en el directorio y al presidente de la federación en un acuerdo. De 27 dirigentes sindicales, 22 votaron por mí, todos los sindicatos del petróleo y Sonacol; solo Magallanes no votó por mí”, responde Nolberto Díaz.

Los que no lo quieren dicen que se ha quedado solo. No resiente las esquirlas, pese a que le ha tocado protagonizar los hechos más desquiciados. Como cuando en diciembre de 2017 una reunión con el gerente de Gas y Energía de Enap, Alfredo del Carril, terminó tan mal que, de acuerdo a lo fallado por el Cuarto Juzgado de Garantía de Santiago la semana pasada, Díaz lo agredió de un “mangazo”, lo que le valió una multa de $ 47.301.

Díaz ha acusado una operación de las gerencias para sacarlo de la empresa y sus opositores han hecho circular otra serie de acusaciones en respuesta: que manejó mal platas de los sindicatos, que su sueldo está abultado, que tiene beneficios con que otros trabajadores no cuentan y que no le gustan las mujeres en las dirigencias.

Eso, mientras él contrarresta los dardos denunciando a Enap ante el Consejo de Defensa del Estado (CDE) y la Contraloría, entre otras instancias. “Es vox populi que Díaz se molestó cuando esta administración le cortó el chipe libre a los sindicatos que él movía, sobre todo en gastos excesivos”, añade otro dirigente.

Al interior de Enap los problemas con Díaz han sido materia incluso del directorio. No han podido entenderse y la relación sigue cuesta arriba, sin miras a mejorar. El único punto de convergencia en la historia es que cada una de las partes quiere que las acusaciones, hoy todas en el aire, se prueben o no, y que con ello se vayan cerrando cabos. “Si hay documentos, que se exhiban; si hay pruebas, que se muestren, y se lleven a tribunales o adonde tengan que debatirse”, comenta un allegado.

“Nunca, jamás, ni con Daniel Fernández ni con Enrique Dávila, ni con Rodrigo Azócar ni con Ricardo Cruzat, he generado relaciones de amistad, jamás he entablado amistad con los gerentes de Enap. Eso es sabido y conocido, como es sabido que no visité la gerencia general, en 14 años de dirigente contadas veces he estado allí, no más de cuatro, ni con el actual, ni con los anteriores, ni con ninguno. Mi rol es defender a los trabajadores de Enap y, en ese rol, no puedo jugar a ser defensor de los trabajadores y, al mismo tiempo, ‘amigo’ o ‘cercano’ de los gerentes de turno. Tuve una muy buena relación con Cruzat y Bertrand, que fueron unos caballeros y no pretendieron hacer negocios con la empresa. Tengo la mejor opinión del periodo de Ricardo Cruzat en el Gobierno de Piñera, un caballero”, añade Díaz evidenciando sus preferencias.

De varias personas consultadas para esta nota, la única que se atreve a hablar de él “en on” es la presidenta de la CUT, Bárbara Figueroa. Con ella se conoció allá por el año 2012 y han cultivado una relación de apoyo, aunque la dirigenta reconoce que han tenido desacuerdos públicos y privados, sin desechar su buena relación.

Tal relación se estrechó cuando, en septiembre de 2016, y en medio de las acusaciones de fraude en la elección, hicieron un pacto informal para dejar fuera de la elección del gremio a Arturo Martínez. El acuerdo le permitió a Figueroa ser la presidenta de la CUT, y a Díaz, secretario general.

“Tiene una parada dura, propia de dirigentes, pero en el trato cotidiano es bastante menos prejuicioso y menos discriminador de lo que puede tender a creerse por su performance en el mundo sindical”, cuenta Figueroa. La presidenta de la multisindical agrega que cree que, si en algo ha trastabillado, es en que su carácter le ha jugado malas pasadas.

“A veces su discurso podría hacer creer que sigue una pauta personal, aunque creo que le pasa porque tiene una convicción muy grande sobre lo que quiere defender y es capaz de llegar hasta las últimas, últimas consecuencias por ello”, precisa.

La elección en las bases sindicales de hoy será relevante para Díaz, pues podría demostrar si lo siguen apoyando y, con ello, afirmar su continuidad en la federación. En medio del debate, a juicio de algunos trabajadores, la guerra civil entre Díaz y las cúpulas ejecutivas los han distraído de su principal labor.

“Justo en un cambio de Gobierno que puede ser muy duro con Enap y que suma una capitalización que debe ser muy bien administrada, estamos debatiendo quién le pegó el combo a quién, en vez de unirnos. Acá la pelea parece ser si Díaz logra que Tokman se vaya o al revés”, manifiesta un colaborador de la petrolera.

El presidente de la Fenatrapech, moderando su discurso más que en otras intervenciones que le hemos escuchado o leído, asegura que la llegada de un nuevo gerente “es una decisión del Gobierno de Piñera y no corresponde que los dirigentes sindicales tengan candidatos cercanos o amigos para hacerse cargo de la empresa. Lo que a nosotros nos interesa, como dirigentes, es que a Enap lleguen ejecutivos probos, con vocación pública, y con el objetivo de servir y fortalecer la empresa y no para aprovecharse de ella”.

Pese a esta moderación, las apuestas versan sobre si el «Cachorro» va a volver a ladrar.

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