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La mirada de uno de los economistas más influyentes en la derecha sobre Piñera 2.0: «El desafío que enfrenta el nuevo Gobierno es significativo» Análisis de Alejandro Fernández, de Gemines

La mirada de uno de los economistas más influyentes en la derecha sobre Piñera 2.0: «El desafío que enfrenta el nuevo Gobierno es significativo»

«El análisis de las causas y responsabilidades por el pésimo desempeño económico del país, afortunadamente, están por pasar a ser dominio de los historiadores económicos y de lo que debemos preocuparnos ahora es de recuperar lo perdido y enfrentar los desafíos del siglo XXI y dejar de mirar hacia atrás, como los nostálgicos de un pasado, que no fue mejor, insisten en hacer».


La certeza de que el 11 de marzo la retroexcavadora será guardada en un galpón desde donde, esperamos, nunca más vuelva a salir y la perspectiva de que el ideologismo será reemplazado por un mayor pragmatismo y búsqueda de consensos en la administración de los asuntos públicos nacionales, ha obrado maravillas en el espíritu de los consumidores y empresarios chilenos.

En el caso de los consumidores, el índice IPEC de Adimark, que mide la evolución de las expectativas familiares, se mantuvo en territorio pesimista desde el tercer trimestre de 2014, es decir, a los seis meses de asumir el Gobierno que está a menos de 30 días de dejar La Moneda, hasta el último cuarto del año pasado, habiendo alcanzado un mínimo en el tercer trimestre de 2016.

No obstante lo anterior, en diciembre de 2017 y enero de este año, el indicador volvió a superar los 50 puntos y reingresó al optimismo después de 42 meses de pesimismo. No es casualidad que el 17 de diciembre se haya confirmado el retorno de Sebastián Piñera a la Presidencia del país.

En el caso de las expectativas empresariales, el ciclo ha sido similar. Después de fluctuar en torno a los 50 puntos por tres trimestres, el índice IMCE de Icare y la Universidad Adolfo Ibáñez, cayó al pesimismo en el segundo trimestre de 2014, cuando se confirmaron los malos augurios en torno al Gobierno asumido en marzo de ese año.

El mínimo lo alcanzó en junio de 2016 y se ha recuperado desde entonces para, en enero pasado, volver a superar los 50 puntos y retornar al rango optimista. Lo anterior no es casualidad ni se vincula a la mejoría en el precio del cobre, aunque no se puede negar que su recuperación contribuye al mayor optimismo, lo mismo que las mejores perspectivas de crecimiento globales, no obstante, el ruido generado por la corrección bursátil de comienzos de febrero y los riesgos geopolíticos existentes.

El desafío que enfrenta el nuevo Gobierno es significativo. Es cierto que, ya antes de asumir, el panorama se ve más favorable, lo que se refleja en los indicadores de expectativas comentados en los párrafos anteriores y la mayoría da por sentado que el crecimiento se, más o menos, duplicará respecto al 1,6% del bienio anterior, pero ello no está garantizado.

Después de cuatro años con el peor desempeño económico del que existen registros sin crisis externa (1,9% de crecimiento promedio del PIB en 2014-2017), mientras el mundo se expandía 3,5%, e igual período de contracción en la inversión, recuperar el crecimiento efectivo y, además, el potencial no es tarea fácil.

Se enfatiza mucho el impacto negativo de la baja en el precio del cobre desde 2012, pero este precio bajó bastante menos que en otras ocasiones en el pasado y los términos de intercambio, gracias a la caída en el precio del petróleo, solo tuvieron una reducción modesta en 2012-2015, acumulando menos de 15,0% en este período de cuatro años y se han recuperado posteriormente.

Como referencia, se puede decir que entre 1990 y 1998, el período más exitoso de crecimiento de Chile, los términos de intercambio bajaron más de 57,0% acumulado. Insistir más en este tema claramente es innecesario.

El análisis de las causas y responsabilidades por el pésimo desempeño económico del país, afortunadamente, están por pasar a ser dominio de los historiadores económicos y de lo que debemos preocuparnos ahora es de recuperar lo perdido y enfrentar los desafíos del siglo XXI y dejar de mirar hacia atrás, como los nostálgicos de un pasado, que no fue mejor, insisten en hacer.

Las tareas iniciales

El ministro de Hacienda conoce muy bien su trabajo y no necesita que le recuerden lo que debe hacer con prioridad durante este año, pero sí es bueno dejarlo en claro para los lectores de este informe. Por una parte, generar las condiciones necesarias para que el crecimiento supere el 3,0% este año, cosa bastante probable, y supere el 3,5% y, ojalá, el 4,0% en los próximos tres.

Esto ayudará a cerrar la brecha fiscal y frenar el deterioro en las finanzas públicas, que es una de las tareas esenciales. Idealmente, ello debe hacerse recortando el gasto corriente improductivo que ha crecido fuertemente en los últimos años y fortaleciendo el gasto de capital que, el ministro de Obras Públicas debe esforzarse por ejecutar lo más rápida y eficientemente posible, al tiempo que da un impulso adicional a las concesiones en lo que, hay que reconocerlo, el ministro Undurraga tuvo bastante éxito en la parte final de su gestión, a pesar del rechazo ideológico mostrado por la coalición de Gobierno actual.

Corregir las mayores deficiencias del alza de impuestos de 2014, simplificando el sistema es esencial. Mejorar la productividad y el sistema de capacitación, que probablemente hay que reconstruir desde cero, así como corregir las deficiencias que en su operación muestre la reforma laboral (lo mismo sucede en el caso de educación), es el desafío para los ministros del Trabajo y Economía, al igual que impulsar de manera inteligente la diversificación de la economía.

El ministro de Desarrollo Social es, tal vez, el que tiene la tarea mayor, tanto por el significado que puede tener hacer más efectivo el sistema de bienestar, como por el efecto que su éxito o fracaso en esta tarea puede tener sobre las posibilidades de repetir el triunfo de Chile Vamos en 2021. Una reforma importante en el sistema de pensiones también es fundamental, lo mismo que, al menos, un esbozo de reforma al sistema de salud que no da para más.

El escenario externo ayuda (¿sí o no?)

Todo indica que, en ausencia de sorpresas desagradables, el crecimiento mundial, que comenzó a acelerarse progresivamente durante 2017, debería mantener la misma tendencia en 2018 y desacelerarse a partir del próximo año.

La corrección bursátil de febrero, la insostenible política fiscal de Estados Unidos luego de la rebaja de impuestos de diciembre pasado, así como el proteccionismo y la retórica belicista y odiosa del presidente Trump y los desvaríos del dictador Kim de Corea del Norte, son algunos de los factores que podrían complicar el escenario este año o el próximo.

La postura más agresiva e intervencionista de Rusia, la incompetencia inaudita del gobierno conservador británico, el retroceso democrático de Turquía y la situación de Siria, Ucrania, el desenlace de la crisis venezolana, el cambio de gobierno en Italia en marzo y la situación en algunos otros países, no pueden ser ignoradas tampoco como factores potenciales de desestabilización, mayor o menor.

En lo estrictamente económico, el escenario se vislumbra promisorio. Un precio del cobre que, aunque experimente alguna corrección, debería continuar relativamente elevado, si bien la gran incógnita aquí es la debilidad del dólar en los mercados mundiales, a pesar de la política monetaria menos expansiva de Estados Unidos y la sostenida alza en las tasas de mercado.

Aquí el peligro es de un sorpresivo rebrote de la inflación. El petróleo, aunque más alto de lo que se esperaba hace algún tiempo, no tiene espacio para subir más, sino que todo lo contrario, y ha sido ayudado por la fuerte aceleración en el crecimiento que ha impulsado la demanda energética.

Los riesgos siempre van a estar presentes, pero la responsabilidad final sobre el desempeño económico y social de un país, al final del día, depende principalmente de que ese país sea capaz de hacer las cosas bien.

No se justifica echarle la culpa al empedrado y el gobierno que asume el 11 de marzo no tiene excusas si es que no logra elegir a un representante de su coalición en 2021. Para ello no solo debe hacerlo bien en lo macroeconómico, ya lo hizo así en 2010-2014 y perdió en las elecciones de 2013.

Es necesario que, aparte de visualizar oportunidades de progreso familiar, el ciudadano promedio tiene que sentir que sus problemas y temores son resueltos o al menos enfrentados de forma empática, clara y decidida. De no ser así, nos enfrentaremos a la pesadilla de Bachelet III.

Alejandro Fernández Beroš
Gerente de Estudios Gemines Consultores

(N.d.R.: Este análisis originalmente apareció en el Informe Mensual de Febrero de Gemines)

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