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Ley de Pesca, mucho más que pesca Opinión

Ley de Pesca, mucho más que pesca

Alfredo Irarrázaval
Por : Alfredo Irarrázaval Gerente de Pymepes A.G
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Digamos las cosas por su nombre, para que a todos los chilenos les quede bien claro, la carrera olímpica es un demonio instalado y alimentado por la industria pesquera en complicidad con el Parlamento y los gobiernos para hacernos creer que la mejor manera de cuidar los recursos es asignarlos como derecho de propiedad a las empresas. Este argumento no beneficia a Chile ni a los peces, sino a los Industriales y a sus enormes rentas. La Ley de Pesca es mucho más que pesca, es una deuda pendiente con Chile. Es la luz de alerta para entender que nuestra democracia es frágil y las políticas públicas pueden conllevar privilegios inexplicables cuando el lobby y el dinero acechan.


El candidato de Chile Vamos, Sebastián Piñera, ha anunciado su intención de hacer cambios a la Ley de Pesca, un anuncio que podría determinar la elección presidencial. Ya lo supo leer bien su ex contendor Manuel José Ossandón durante las primarias. El senador no solo escuchó el daño que causó la Ley de Pesca a los pescadores artesanales, a las pequeñas plantas procesadoras, al consumo humano de productos del mar entre los chilenos, sino que optó por embarcarse en una causa que terminó abrazando con valentía. Llevar por bandera la derogación de la Ley de Pesca.

Esa causa le permitió al senador cruzar fronteras políticas y recibir el respeto y apoyo de una gran parte de actores del sector. Debo decir que Ossandón ha sido el único candidato presidencial que solicitó visitar nuestras empresas, recorrer nuestras instalaciones, tomar los cuchillos y filetear una jibia codo a codo con los trabajadores, degustar los productos del mar que nosotros fabricamos y escuchar por casi toda una mañana lo que necesitábamos decir.

Lo propio hizo cuando visitó las caletas de pescadores, navegó, se entumió, escuchó, pero lo más importante empatizó y supo leer bien la pena de esta causa y al sector en su conjunto. Piñera enfrenta hoy una encrucijada, cuán profunda será la reforma a la Ley de Pesca que promete, cuánto de la empatía de Ossandón está disponible a experimentar, cuán valiente será para enfrentar sus miedos y los errores propios y ajenos. Bien sabe que, sea cual sea su opción, esto lo hará navegar por aguas turbulentas.

A Piñera lo hemos visto con “nobleza aparente” defender el rol de Longueira en la Ley de Pesca, pero no sabemos lo que su corazón realmente siente, a veces, creo que lo que Chile quiere oír de Piñera es otra cosa, que se equivocó con Pablo Longueira, que condujo mal la discusión de la Ley de Pesca y que él como Presidente no pudo contra el poder y la fuerza de su ministro ni la industria pesquera, porque los presidentes son personas normales y no son infalibles, se equivocan y enmiendan. Pero, claro, aunque lo sienta no lo dirá y, si no lo dice, esta ley no será perdonada.

Chile hace mucho rato que abrió los ojos, ya no estamos en el año 2012 cuando un lobby feroz acallaba la voz de los que perdíamos ante la fuerza de los industriales pesqueros y extenuábamos recursos y creatividad para hacernos oír. Se acordará Piñera que en solitario un muchacho indignado lo interrumpió en medio de un acto público en Talcahuano para exigirle consecuencia entre el senador Piñera del año 91, que luchaba por una Ley de Pesca justa y competitiva, convertido luego en el Presidente Piñera que construía una ley de privilegios eternos.

Cabe explicar que esta norma está cuestionada severamente por ser ilegítima, dado que los principales beneficiados por la asignación eterna de los derechos de pesca industrial no compitieron por ellos, no licitaron. Sobre estos privilegiados recayó un regalo más parecido a un premio por haber llegado primero, como si este país no diera vida a nuevas generaciones y emprendedores tanto o más capacitados que ellos, pero que solo pueden ver la pesca desde un cristal.

Hoy son apenas unas cuantas empresas controladas por un pequeño grupo de familias las que se benefician y controlarán para siempre el mercado de la pesca industrial en Chile. Esto es la Ley de Pesca, la que ha sobrepasado todos los límites éticos, pero también legales, y es por eso que existe una gran causa, cada vez más parecida a una gran madeja de lana multicolor que día a día se desenreda más y más gracias al trabajo profesional de las policías y la Fiscalía.

Serán ellos quienes tendrán que demostrar si existió cohecho, soborno, fraude al fisco u otras conductas ilegales durante la tramitación de la Ley de Pesca entre los incumbentes pesqueros, autoridades de Gobierno, legisladores, lobbistas, empresas de comunicaciones, etcétera… hasta ahí, todo hace parte de la justicia y el candidato Piñera se apresura a decir que eso tendrá que resolverse en su debido momento y por los tribunales, agregando que nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario, aunque esa frase, como la mayoría de los chilenos sabe, es esquivar la responsabilidad que pueda recaer en él y en sus malas decisiones de confiar en quienes no eran confiables, y, aunque su frase es a veces un buen recurso más parecido a tirar la pelota al córner, trae siempre costos electorales.

Acto seguido, intenta explicar que si no hacía la Ley de Pesca llegaría lo que autodemoniza como “Carrera Olímpica”, no sé si lo hace por ignorancia o por intentar confundir a la gente, pero los que estamos informados sabemos que existen medidas administrativas muy eficaces para evitar el “Derby” o “Carrera Olímpica”, sabemos también que los dos recursos pesqueros más sanos y abundantes de los cuales viven los botes de madera en Chile se capturan a través de la “Carrera Olímpica”, se trata de la jibia y la reineta. Los dos últimos recursos que tienen con vida a la pesca artesanal. Pero, atención, las siete familias ya hincaron sus colmillos a estas especies apenas hace un par de años y con la resistida pesca de arrastre. Aquí está el enemigo a combatir en el arrastre industrial, el arrastre es la muerte del sector, no la carrera olímpica.

Lo invito a estudiar el caso de la jibia y la reineta o la anchoveta del norte, que también se captura a través de la carrera olímpica y es la biomasa más abundante de todo el territorio nacional. Curioso y contradictorio entonces aprobar la ley bajo esta “espada de Damocles”.

Digamos las cosas por su nombre, para que a todos los chilenos les quede bien claro, la carrera olímpica es un demonio instalado y alimentado por la industria pesquera en complicidad con el Parlamento y los gobiernos, para hacernos creer que la mejor manera de cuidar los recursos es asignarlos como derecho de propiedad a las empresas. Este argumento no beneficia a Chile ni a los peces, sino a los industriales y a sus enormes rentas.

La Ley de Pesca es mucho más que pesca, es una deuda pendiente con Chile. Es la luz de alerta para entender que nuestra democracia es frágil y las políticas públicas pueden conllevar privilegios inexplicables cuando el lobby y el dinero acechan.

Alfredo Irarrázaval
Gerente de la Asociación de Pequeños y Medianos Empresarios Pesqueros, Pymepes AG.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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