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Más “Claro” que nunca: cómo operan los abogados de uno de los estudios más poderosos de la plaza

Natalia Saavedra Morales
Por : Natalia Saavedra Morales Editora periodística El Mostrador Mercados
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Entre sus casos están casi todas las causas de peso de empresas nacionales y extranjeras. Venta de BBVA Chile, la compra de Banmédica, y SQM contra Corfo, son los más recientes. Pero también tienen la fusión CorpBanca-Itaú, la unión de LAN y TAM, los Matte y la colusión del confort, la pelea de Juan Bilbao con la SEC y la disputa Anglo versus Codelco. La punta del iceberg de un estudio de 100 abogados y que, desde su guarida en Las Condes, se telefonea con el PIB de Chile y los empresarios más poderosos. ¿Cómo operan? Aquí parte de su historia.


No hacen publicidad, no les gusta participar de rankings, no son abiertos a hablar con la prensa y no han querido convertirse en un estudio multitask.

En el mundo de los abogados tienen varios apellidos: el estudio más grande de Chile, el más antiguo, el más caro, el más envidiado, el que defendió a Pinochet. Claro y Cia., un bufete que se fundó hace más de un siglo y que hoy, con 100 abogados trabajando en la oficina de Apoquindo 3721, conoce los acuerdos, secretos y fusiones más sabrosos del país.

Llevan tiempo en la primera línea, pero en los últimos años han estado en los casos más grandes, sonados y polémicos del mundo de los negocios y de la industria financiera. Lo más reciente, el martes, en representación de Itaú-CorpBanca, encabezaron la acción que acusó a la Sbif de transgredir la Constitución.

Aunque no existe una forma objetiva de medir su performance, si el poder se traduce en la dimensión de las operaciones que ellos asesoran, entonces sí, son los más poderosos. Un informe de la consultora Transactional Track Record los ubicó el año pasado como parte de los cuatro estudios con operaciones en asesoría superiores a los US$ 500 millones y son habitualmente mencionados como los que dan cuerpo a los mayores negocios del mercado.

The Legal 500, Chambers & Partners y Latin Lawyer, los listados donde algunos juristas apetecen salir, mencionan a sus socios entre los más destacados en materias como Libre Competencia o M&A (Fusiones y Adquisiciones). Pero ¿les importa?  Al parecer no demasiado, al menos para el personaje que también han contribuido a cultivar en el misterio en el barrio.

Algunos los acusan de soberbios, otros de seguir su propia agenda y hasta empresarios que han sido asesorados por ellos comentan que una de sus características que genera shock en los primeros encuentros es aconsejarles que hagan todo lo contrario a lo que tenían pensado. Un ejecutivo de una empresa recuerda que la primera vez que los vio pensó “que me estaban agarrando para al tandeo, porque muy simpáticos me dijeron que en realidad lo que habíamos estado pensando con el fiscal estaba errado. Salimos de la reunión pensando qué pasó. Pero el tiempo les dio la razón”.

La historia

Nadie se acuerda bien en qué momento o el año exacto, pero lo cierto es que el desembarco de la generación Eyzaguirre hace ya casi 30 años en la oficina de abogados coincidió con un cambio de perfil del estudio. Histórico es su récord de haber sido el abogado corporativo del Citibank desde los años veinte, cuando era el único banco extranjero de la plaza. Pero de atender grandes clientes extranjeros, tuvieron un giro hacia clientes locales. El arribo, con algunos años de desfase, estuvo protagonizado por los hijos de José María Eyzaguirre García de la Huerta, entre quienes se cuenta a José María, Sebastián, Cristóbal y Nicolás.

“Siempre fueron reconocidos por ser abogados de muchas corporaciones de gringos, de alemanes, sobre todo en épocas de oro de ciudades como Valparaíso. Pero llegaron estos cabros jóvenes, súper aplicados todos, y las empresas ya convertidas en multinacionales empezaron a mirarlos”, dice un abogado senior que los conoce.

Dentro de las decisiones estratégicas del grupo estuvo además restarse del boom que, a inicios de los noventa, implicó subirse a todas las publicaciones legales de moda. Tampoco participar en actividades ligadas a la política ha sido su tónica, esto pese a que José María García de la Huerta comentó –en una entrevista dada a revista Capital en 2014– que él y su hijo Cristóbal son los más allegados a la arena política, reconociéndose como militantes de RN.

Personas que han trabajado en el bufete dicen que este estilo se ha confundido a veces con ser “demasiado austeros”, pero el foco en realidad no tendría tanto que ver con eso. “Eran más bien pudorosos de pagar por publicidad o por aparecer en los medios hablando de los casos. Esa generación además tenía una pega extra. Todos súper buenos alumnos, pero que llegaban al estudio del papá a dos cosas: a reemplazar a la generación de Claro y, por otro lado, a demostrar que tenían que ganarse el puesto, trabajando en todo”, cuenta un ex abogado de Claro.

Otro asunto clave en el estudio fue que en un momento se pusieron a debatir si iban a ser una oficina “integral”, es decir, donde existe un gran bufete que alberga muchas especializaciones, cada una con abogados que saben de un tema en particular. “Una vez llegamos a un alegato, íbamos varios gerentes y llega José María solo, con un abogado más. Y yo le digo que cómo somos tan pocos si la contraparte llevaba como nueve personas”, dice un ejecutivo de modo anecdótico.

La escuela de Claro cultiva un estilo a contracorriente, los que ahí entran tienen que hacer de todo y, pese a que obviamente están divididos por áreas, exige conocer bien los alcances de los casos, no solo del equipo sino de los propios socios, Eyzaguirre o no Eyzaguirre. Todos tiene que tener disposición 24/7.

Podría pensarse que ese estilo es rehuido por abogados más jóvenes, pero, por el contrario, a los alumnos de elite de universidades como la Chile, la Católica y la Diego Portales, entre otras, les interesa que los recluten. “Cuando me llamaron para integrarme no lo pensé ni un segundo. Y tampoco me vendieron el cuento. Sabía que la mano se venía dura. Por ejemplo, si te piden hacer un informe, lo mínimo era revisar toda la jurisprudencia probable, Contraloría, decretos de ley, reglamentos. No está permitido investigar por encima”, dice un ex abogado del estudio.

En la Corte también comentan que sus alegatos y recursos son reconocidos entre los jueces. “Hay que recordar que el abuelo de este grupo, don José María Eyzaguirre Echeverría, fue presidente de la Suprema. Los abogados de Claro entienden bien esa relación de poder con la Corte, saben tratar a los ministros y es hasta entretenido verlos alegar”, señala una fuente del máximo tribunal.

Su paso por la Suprema durante la dictadura y su rol como abogado de Augusto Pinochet no ha estado exento de polémica, pero parece no haberles afectado.

La meta actual de los Eyzaguirre ha sido llevar el estudio más allá de su apellido. En el mercado explican que los más severos dieron por muerta a la oficina cuando la generación Claro desapareció y por eso su objetivo es demostrar que el estudio no está amarrado a ellos. Esto, pese a que cada uno ha asumido un rol bien específico. José María en el área de M&A, Cristóbal en Libre Competencia, Nicolás en Medio Ambiente y Sebastián en el área administrativa.

Cristóbal y José María son las caras más “visibles” del estudio. Aunque no les gustan las relaciones públicas e incluso han declinado tener un área –como en otras oficinas– que se encargue de sus relaciones institucionales (solo operan con una periodista y no tienen agencia de comunicaciones), son los que están más encima de temas públicos. José María es quien habla con los clientes de peso. A su teléfono llegan llamadas de los más diversos representantes del PIB de Chile: desde Julio Ponce, pasando por el consejero y vicepresidente de Anglo American, Ben Kiesler, y llegando a Álvaro Saieh, Eliodoro Matte o Juan Bilbao.

Cristóbal, en tanto, tiene gusto por lo académico. Trata de meterse en las entrevistas de algunos egresados que postulan al estudio, recomienda nombres e imparte el ramo de Derecho Civil en la PUC. Al interior de la Escuela de Derecho comentan que es un ramo “corta cabezas”. Parte en segundo año y se imparte hasta quinto. “O sobrevives o te vas a la B”, detalla un ex alumno.

En la cátedra, Cristóbal comparte hasta hoy labores con su papá. Con él se la ‘reparten’ y la dictan en conjunto. “Es un gustito que se dan y es muy interesante, porque es algo de lo que podrían prescindir fácilmente. A Cristóbal particularmente se le nota que le gusta el rol de profe”, dice otro académico de la facultad.

Por ahora, el hijo de José María, José María Eyzaguirre Fernández, arribó a la oficina, pero tres mujeres de la familia que están estudiando Derecho (hijas de Cristóbal y José María), tienen otros intereses y no suena tan probable que se sumen al bufete.

Estos meses, además, atraviesan una reorganización clave. Aunque aún se le ve en las oficinas de Gertrudris Echeñique con Apoquindo, Sebastián Eyzaguirre, quien ha sido una especie de gerente general de la firma, anunció su alejamiento del bufete. Pese a rumores de mercado que hablaron de diferentes visiones del ‘negocio’, allegados aseguran que se va en los mejores términos para dedicarse a asuntos personales. La empresa ya está andando con 160 personas y su alejamiento no debería afectar su quehacer, afirman conocedores.

Dentro de los socios que no son familia y que juegan roles clave, están, por ejemplo, Rodrigo Ochagavía, a cargo de temas en materia energética y de casos ligados a Gener y Alto Maipo. Ha sido además el profesional a la cabeza de la operación entre Banmédica y United Health por el grupo Penta.

Todo el proceso de Enjoy con el grupo Advent ha estado en manos de otro socio, Matías de Marchena. En Libre competencia, en tanto, Felipe Larraín ha liderado la representación del CDF en su venta. En la arista penal, Alex Van Weezel ha trabajado de cerca con Cristóbal Eyzaguirre en asuntos que tienen esquirlas en tribunales civiles y en todo tipo de litigios de cuello y corbata, aunque tiene un bajísimo perfil.

Además de estar en la primera división de grandes deals, Claro y Cia. también opera en algunos casos clave donde se cuestionan asuntos valóricos. Nicolás Luco, experto en litigios, asumió la defensa del Arzobispado en el marco del caso Karadima e hizo frente en el tema cuando tocaba su punto peak. Todo en el marco de la demanda civil entablada en 2013 por Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo, respecto de la supuesta complicidad o encubrimiento del Arzobispado en los abusos cometidos por el religioso.

Estamos en crisis

El poderoso estudio de juristas tiene entre sus carpetas los expedientes de cientos de casos de la elite empresarial del país. Muchos de ellos son sus clientes hace años, pero en el mercado se ha corrido la voz de que los Eyzaguirre y su staff pueden “salvaguardar” el prestigio de varios apellidos rimbobantes, “incluso cuando llegan con un caso totalmente muerto y cuando otros estudios han dicho que no”, precisa un abogado.

Entre los clientes a los que conocieron hace unos años y que hoy apoyan en importantes crisis, se cuenta a Walmart. El grupo norteamericano aterrizó en el estudio para concretar la compra de la cadena supermercadista Lider a los Ibáñez. Es Claro el que ahora está trabajando en la estrategia que lo enfrenta por diferencias tributarias con el SII y que supuestamente buscaban evadir el cobro de $ 50 mil millones, según consignó radio Bío Bío. El caso tomó ribetes especiales cuando la cadena fue involucrada por Ciper, la semana pasada, en el uso de paraísos fiscales para rebajar impuestos. El caso está en manos de José María Eyzaguirre, Felipe Ossa y Jorge Carraha.

Hay otro grupo que llegó al estudio con suma urgencia. Entre ellos CMPC, el grupo liderado por Eliodoro Matte. Aterrizó casi un año antes en el bufete a ver cómo salía del lío de la colusión del papel, a sabiendas que era investigado por la Fiscalía Nacional Económica (FNE). Para el estudio era clave el total sigilo, si el caso se filtraba su prestigio estaba muerto. Pero así y todo le propusieron a Matte la polémica forma que hoy ha sido bautizada como “los 7 mil pesos del confort”.

Entre casos icónicos del grupo se cuenta también la fusión de LAN y TAM. La empresa de los Cueto llegó al bufete con la inquietud de comprar la compañía brasileña, a sabiendas de que la propiedad extranjera en ese país estaba limitada. La exigencia era que querían el control. Claro tomó el caso, que según la plaza ya había sido calificado de imposible por otras oficinas. A los Cueto los conocen hace tiempo, de los años en que Piñera vendió sus acciones en la firma.

Otro asunto que fijó los ojos en la oficina e incluso se tildó de conflicto de interés, fue la fusión Itaú-CorpBanca. Cristóbal Eyzaguirre y Luisa Núñez representaron a Itaú en la operación. Al mismo tiempo, José María Eyzaguirre y Felipe Larraín encabezaron el equipo que representó a Saieh y CorpBanca. La operación tuvo varios traspiés y el mercado acusó al estudio de algunos errores en el canje de acciones que demoraron la fusión.

También son abogados de Julio Ponce en la pelea con Corfo y de Juan Bilbao en su disputa contra la SEC  en Estados Unidos y la SVS acá. “Al tener a Ponce, Bilbao, la colusión del papel, podría parecerles que defienden a los malos. Pero yo creo que tienen dos cosas: una, les gustan los casos difíciles, algo de ego, de dar vuelta lo impensable; pero también son abogados respetados y saben manejar muy bien las crisis. Son hábiles. Lo fueron con los Matte, también con Juan Bilbao. Piensan cada paso de su estrategia”, comenta un jurista.

Conocedores de su forma de operar señalan que cuando se meten a estos asuntos les gusta tener control y acceso total a la empresa. Así es como fiscales, periodistas, lobbistas y agencias de comunicación deben pasar por su visto bueno. Lo que se filtra o no de un caso debe estar siempre visado por ellos.

Pero, sin duda, la disputa que más se comenta en Claro es el caso que involucró a Anglo American y Codelco, por la propiedad de Anglo American Sur. El bufete representó a los primeros. La batalla explotó en el Gobierno de Sebastián Piñera.

El objetivo de la empresa extranjera era que el Gobierno se sentara a la mesa para negociar una salida, cuando todo pintaba hacia un profundo quiebre de las relaciones con Codelco. El caso tomó ribetes políticos, pero, pese a ello, Anglo consiguió salir con un acuerdo bajo el brazo bastante beneficioso. “Lograron sentar a Piñera a la mesa”, se comenta.

El día que perdieron de visita

Hábilmente, el bajo perfil le ha servido a Claro y Cia. para que indagar en los casos que han perdido y que han tenido rebote público sean muy puntuales. Pero uno de ellos fue observado con especial atención por sus colegas.

En enero de 2009, como los asesores de Gener, llegaban a la Corte Suprema a pelear la validez de los permisos ambientales de la central Campiche. Fue el mismo José María Eyzaguirre quien tomó el liderazgo del caso. Pero sus alegatos no pudieron revertir un fallo que ya venía perdido de la Corte de Apelaciones de Valparaíso y sufrió un duro revés.

Su contraparte, un abogado desconocido en las grandes ligas: Juan Carlos Palma, en representación de la Comunidad Ecológica Quintero-Puchuncaví. El fallo fue categórico 5-0 a favor de la comunidad. Eyzaguirre se iba con las manos vacías. La goleada del estudio al que pertenecía Palma –Santander y Cía.– a los gigantes de Claro, fue leída como una derrota dolorosa. El Mercurio tituló en ese contexto: “El pequeño estudio que respalda al abogado que venció a Claro y Cía”.

En la empresa existieron análisis de por qué el caso, observado además hasta hoy en jurisprudencia ambiental, se había perdido. Con el tiempo los análisis internos indican que revestía un color político especial y que adoleció de algunas “mañas” que hicieron imposible que se evaluara objetivamente.

El revés más reciente se conoció ayer, cuando la Corte de Apelaciones, en menos de 72 horas, le cerró la puerta a un ácido recurso de protección que habían presentado en representación de Itaú-CorpBanca contra la Sbif, acusando al organismo encabezado por Eric Parrado de no respetar el Estado el Derecho.

En medio de la disputa entre la entidad bancaria y el ente supervisor, la decisión de la Corte fue leída como un portazo. En todo caso –aseguran conocedores de este último asunto–, es difícil que a los Claro les entren balas y aun no dan el caso por perdido, analizando los caminos legales que les resta por abordar. De seguro, algo están planeando.

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