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No se puede dejar la economía en manos de los expertos Columna de Bloomberg

No se puede dejar la economía en manos de los expertos

«The Econocracy» (la econocracia), escrito por tres estudiantes de economía de Reino Unido, Joe Earle, Cahal Moran y Zach Ward-Perkins, argumenta que la insatisfacción popular con el Gobierno tiene mucho que ver con su exceso de confianza en conceptos y formas de pensar procedentes de los economistas, que han sido mucho más influyentes de lo que justificaría su especialización. Y eso dado espacio al populismo, la demagogia y el nacionalismo xenófobo.


Por qué ha sucumbido gran parte del mundo a la demagogia populista y el nacionalismo xenófobo? Los economistas podrían tener una responsabilidad hasta un punto nada despreciable.

Esta idea encuentra algo de apoyo en un nuevo libro, «The Econocracy» (la econocracia), escrito por tres estudiantes de economía de Reino Unido, Joe Earle, Cahal Moran y Zach Ward-Perkins. Argumentan que la insatisfacción popular con el Gobierno tiene mucho que ver con su exceso de confianza en conceptos y formas de pensar procedentes de los economistas, que han sido mucho más influyentes de lo que justificaría su especialización.

Desde la perspectiva de los autores, una econocracia es una sociedad en la que, aunque haya una apariencia de democracia, los objetivos se expresan en términos económicos y la política se ha convertido en una actividad puramente técnica. Objetivos como un crecimiento más rápido, el aumento de la competitividad y el acceso a más bienes de consumo más baratos se consideran como inherentemente deseables, con poca consideración hacia diferentes valores o perspectivas de futuro. Los especialistas se encargan de la ejecución, porque si la gente tomase parte solo se conseguiría complicar las cosas.

La econocracia genera, inevitablemente, un sentimiento de enajenación. Esto es evidente en la Unión Europea, donde burócratas a los que nadie ha votado persiguen un nivel de integración que va más allá de lo que los electorados de algunos de los países miembro aprueban. La desconfianza crece cuando las recomendaciones de los expertos se demuestran lamentablemente equivocadas, como ha ocurrido con el euro y la desregulación financiera, o cuando dichas políticas crean ganadores y perdedores, como ocurre con los acuerdos de comercio internacional. Incluso los economistas admiten ahora que su profesión ha impuesto a menudo una visión distorsionada y partidista sobre los beneficios del comercio.

El populismo es una respuesta, y una peligrosa, al avivar las corrientes de nacionalismo, racismo y xenofobia. El libro ofrece una respuesta más deseable: poner los cimientos para un mejor uso de la economía dentro de la democracia. Esto implica un enfoque mucho menos arrogante; uno menos dominado por el fundamentalismo de mercado y más abierto a salirse de los confines de su rígido marco de trabajo, en el que la teoría se antepone con demasiada frecuencia a la realidad empírica.

Como miembros de un movimiento mundial llamado Repensando la Economía, los autores intentan demostrar cómo sería en la práctica una disciplina más inclusiva. Para hacer los conceptos más accesibles a todas las personas, el grupo celebra talleres en institutos y cursos intensivos en comunidades. La idea es que, aunque la economía se ocupa de asuntos muy técnicos, y aunque necesitamos expertos con una formación avanzada, las decisiones políticas deben implicar una participación mucho más grande por parte del resto de la sociedad.

Muchos economistas descartarán el libro. Las masas ignorantes, dirán, deberían seguir nuestro consejo y dejar de votar en contra de sus propios intereses, que nosotros podemos identificar mejor que ellos. Pero ése es precisamente el problema: la vida y la política no son ejercicios en los que encontrar la medida técnica óptima para maximizar indicadores abstractos de utilidad esperada. La gente rechaza eso, y una respuesta es dar una patada a todo el asunto, y malditas sean las consecuencias.

En realidad, el libro muestra una impresionante moderación, enfocada en las sugerencias prácticas (como una mayor diversidad de ideas en la formación y la educación económicas, por ejemplo) en lugar de buscar culpables. Es una inspiradora fuente de ideas acerca de cómo podríamos comenzar a superar el miedo y el odio, y en lugar de ello cooperar para construir un futuro más próspero.

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la comisión editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.

Nota original: Economics Can’t Be Entrusted to the Experts: Mark Buchanan

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