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[Galería] Festividad de la Tirana, paraíso y laberinto del fotógrafo

[Galería] Festividad de la Tirana, paraíso y laberinto del fotógrafo

Hernán Pereira
Por : Hernán Pereira Profesor y fotógrafo
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Para quienes nos hemos dedicado al oficio fotográfico por varios años, los días previos y el 16 de julio, representan una oportunidad inagotable para fotografiar la multitud en movimiento que ofrece infinitos temas en diversas condiciones de luz. Estando allí es posible ejercitar la creatividad fotográfica, el sentido del momento, la intuición, la visión personal frente a quienes bailan con fe e ilusión por un milagro.


Debe ser una de las festividades religiosas más fotografiadas en Chile. Con celulares, cámaras de aficionados o última generación, las personas registran incesantemente los momentos que dan vida y transforman al pequeño poblado en una ciudad de 250 mil habitantes en julio cada año. Puede que tales fotografías sean el mero registro, o la imagen periodística, o un proyecto de libro, tal vez una exposición. Razones nunca faltan para viajar y permanecer absorbiendo los sonidos de las bandas y bailes que animan el ritmo de cada hora hasta el límite. Y un poco más allá.

Para quienes nos hemos dedicado al oficio fotográfico por varios años, los días previos y el 16 de julio, representan una oportunidad inagotable para fotografiar la multitud en movimiento que ofrece infinitos temas en diversas condiciones de luz. Estando allí es posible ejercitar la creatividad fotográfica, el sentido del momento, la intuición, la visión personal frente a quienes bailan con fe e ilusión por un milagro. Luego, al revisar cada fotografía, surge la constatación de lo atemporal o claves sobre personajes anónimos o muy conocidos. Es en ése momento cuando el fotógrafo logra entender si hubieron aciertos y si encontró el camino en un laberinto que ofrece y diluye encuadres inesperados e infinitos.

Después de todo, lo más valioso son las personas que participan con gran fe, compromiso y esfuerzo en esta festividad religiosa. Una de ellas era Marta Rogelia Pérez, bailarina eterna de las Cuyacas quien en el libro Iquique, Huellas en el Tiempo nos cuenta, «Del futuro espero que Dios me siga teniendo con vida. Le pido a mi Jesús Nazareno 10 años para ver qué es lo que viene más adelante». Así, Marta Rogelia encontró luz y sentido tras participar por más de ochenta años en la festividad, «Espero que me recuerden porque tuve mi Baile, y porque fui una buena Caporala.

Texto de Hernán Pereira
Fotografías por Pamela Daza y Hernán Pereira

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