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La Juventud extraviada. Estudio y reflexiones sobre la juventud chilena Libros de actualidad en la crítica de Gonzalo Rojas Sánchez

La Juventud extraviada. Estudio y reflexiones sobre la juventud chilena

Se echan de menos en este libro dos temas que bien pudieron encargarse a otros dos especialistas, y que están apenas insinuados en los artículos publicados. Las relaciones entre juventud y creencias, y entre juventud y pasión intelectual. O sea que nada menos que “la fe y la razón” quedaron algo de lado en el diseño de la obra. Menores son también las referencias a la sexualidad, a las tecnologías y a la violencia, otros tres grandes subtemas.


María Jesús Wulf (editora), La Juventud extraviada. Estudio y reflexiones sobre la juventud chilena, Fundación Jaime Guzmán, Santiago, 2017, 244 páginas.

Así se trabaja, da gusto.

El libro que escriben María Jesús Wulf, Agustín Laje, Alejandro Navas, Felipe Bettancourt, Alfredo Jocelyn-Holt, Julio Pertuzé y Ana Luisa Jouanne es una joya.

Trabajado con el objetivo de armonizar conceptos fundamentales con información sociológica de primera mano, los siete estudios mantienen un nivel tan alto en sus análisis y entregan un cúmulo tan variado y consistente de información estadística, que esta obra debiera ser motivo de referencia obligada en las discusiones sobre juventud de los próximos años. Y como “las juventudes” se renuevan a la carrera, hay que aprovecharlo pronto en el diseño de medidas que se hagan cargo de las muy variadas y a veces dramáticas situaciones descritas en el texto.

Las relaciones de la juventud con la familia, la sociedad, la política -notable aportación de Jocelyn-Holt- el trabajo y la droga, quedan magníficamente reseñadas por los autores y, “peor” aún, trágicamente representadas en la abundancia de gráficos que expresan cuánto extravío hay en nuestros jóvenes. Una gráfica amable facilita la comprensión.

Un par de perlitas, a la pasada.

Entre los 16 conceptos más citados para autodefinirse, no figuran en el listado de los jóvenes ni “ideales” ni “compromiso”; por otra parte, casi el 50% prefiere hacer cosas solo, más que vinculándose con los demás. Obvia correlación de una carencia con la otra.

Pero esperar que estos trabajos de investigación vayan a producir efectos por sí solos, probablemente transformaría el libro en un texto de historia social. Y ése, ciertamente, no es su propósito. Un gran seminario con ponencias anexas, con mesas de trabajo de amplia participación se impone desde el exitoso esfuerzo que ya implica esta publicación.

Se echan de menos, eso sí, dos temas que bien pudieron encargarse a otros dos especialistas, y que están apenas insinuados en los artículos publicados. Las relaciones entre juventud y creencias, y entre juventud y pasión intelectual. O sea que nada menos que “la fe y la razón” quedaron algo de lado en el diseño de la obra. Menores son también las referencias a la sexualidad, a las tecnologías y a la violencia, otros tres grandes subtemas.

Hay material pendiente, por lo tanto, para un segundo tomo, aunque ya a partir del primero hay, sobre todo, mucho que hacer.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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