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Otra cosa es con guitarra: críticos de cine se ponen detrás de la cámara y alistan sus películas CULTURA

Otra cosa es con guitarra: críticos de cine se ponen detrás de la cámara y alistan sus películas

Hoy Andrés Nazarala y Leopoldo Muñoz trabajan en distintos proyectos. Gonzalo Maza, el guionista de «Una mujer fantástica» y la serie «Bala loca», también tiene un pasado en el formato escrito, igual que el escritor Alberto Fuguet, en un fenómeno que también conoció Hollywood y la Nouvelle Vague. «La magia del cine está en todo aquello que escapa de las planificaciones. Hacer películas es embarcarse en una aventura», afirma Nazarala.


En Chile, varios críticos de cine tienen un presente como cineastas, o viceversa: varios autores en el mundo cinematográfico tienen un pasado como comentaristas en una amplia gama de medios. Entre los más conocidos figuran Gonzalo Maza, guionista de Una mujer fantástica y la serie Bala loca; Alberto Fuguet, que empezó comentando filmes a fines de los 80 (criticó en Wikén desde 1989 a 1991) y realizó varios a partir de 1997 con su cortometraje 10.7; y Maite Alberdi (La once), que hizo de las suyas en la revista de cine laFuga, entre otros.

Hoy el propio Fuguet y dos de sus colegas se encuentran trabajando en nuevos proyectos. Uno es Andrés Nazarala, en la actualidad residente en Buenos Aires, que además se ha desempeñado como programador y jurado en diversos festivales locales e internacionales. Y el otro es Leopoldo «Polo» Muñoz, que estuvo una década en Las Últimas Noticias y también ha colaborado con El Mostrador CNN, entre otros.

«No siento que haya algún tipo de conflicto de interés en ser crítico y cineasta», comenta Nazarala. «En mi caso particular, me interesan los procesos de una reflexión crítica y también los de la creación de una obra. En ese sentido, ambos ejercicios tienen puntos en común».

«La crítica invita a un diálogo, al igual que una película. Un crítico no es un pontífice del buen gusto ni mucho menos de la perfección. Lo que yo aprecio de una película es su honestidad y su búsqueda, y supongo que como realizador uno construye sobre esos valores», dice.

La experiencia de Fuguet

El crítico Christian Ramírez, que trabaja en el diario El Mercurio, filmó Las horas del día en 2010, una cinta centrada en el cantautor Manuel García y el parque Juan XXIII de Ñuñoa. Él señala que en su caso se trató de una experiencia «grande y bonita». «Me sirvió también para recontextualizarme como crítico».

[cita tipo=»destaque»]»Cuando estás al otro lado de la cámara te das cuenta hasta qué punto el trabajo cinematográfico, los rodajes y la posproducción son colaborativas. En esa medida, cualquiera te dirá que la pega del director es crucial, pero también la del director de fotografía, la del sonidista o la del posproductor de color, por ejemplo, y sobre todo la del montajista. En ese sentido se te da vuelta la percepción de cómo se elabora un producto de estas características. Creo que eso es lo más importante de todo», afirma.[/cita]

«Cuando estás al otro lado de la cámara te das cuenta hasta qué punto el trabajo cinematográfico, los rodajes y la posproducción son colaborativas. En esa medida, cualquiera te dirá que la pega del director es crucial, pero también la del director de fotografía, la del sonidista o la del posproductor de color, por ejemplo, y sobre todo la del montajista. En ese sentido se te da vuelta la percepción de cómo se elabora un producto de estas características. Creo que eso es lo más importante de todo», afirma.

«Es más sola la crítica», reflexiona por su parte Fuguet. «Puedes equivocarte y no hay vuelta atrás. Puedes herir a otros. Criticar es mirar, pensar; filmar es acción, sudar, avanzar, no pensar, incluso. Hay que ser analítico para ejercer la crítica», añade.

En cambio, «para filmar, hay que estar un poco rayado, y pensar no sirve, es más intuición. Es claramente más físico».

Él quiso ser crítico de cine desde chico para tener afiches. «Me colé al mundo de la crítica de cine antes de estudiar periodismo, aunque creo que era más un camino para hacerlas», cuenta.

Hoy aún escribe de cine en la revista Qué Pasa. Habló de cine en Radio Duna por varios años, conversando con su colega Héctor Soto, y hoy lo hace en Radio T13 los viernes.

«Ser crítico es criticar siempre y, si te toca algo malo, escribir igual. Yo ahora me salto las malas y hablo poco de lo que no me gusta», señala el autor que, para fin de año, prepara su nuevo filme: Cola de mono.

«Una cinta de género, ligado a las cintas slasher, de terror, y de la cintas eróticas de esa época también, pero centrada en hombres. Es mi tributo leve a De Palma y compañía. Es una mirada a mi adolescencia en los 80″, detalla.

Fenómeno mundial

Este fenómeno de realizar los dos oficios no es inusual en el mundo del cine. Eric Rohmer (1920-2010), el legendario cineasta francés, escribió crítica de cine y fue jefe de redacción de una de las biblias de los comentaristas, la prestigiosa revista francesa Cahiers du Cinéma. Mientras desempeñaba esta función, a los 39 años, hizo su primer largometraje, El signo del león.

En Francia otros casos son los de François Truffaut, también colaborador de Cahiers du Cinéma y responsable de clásicos como Los 400 golpes, y su colega de revista Jean-Luc Godard (Alphaville, entre muchas otras). En Holywood sobresalen Peter Bogdanovich, quien escribía para la revista Esquire y, entre otros, dirigió Luna de Papel (1973), y Paul Schrader, quien pasó de escribir en Los Angeles Free Press y Cinema a guiones legendarios como Taxi driver, por dar un ejemplo.

«Los pioneros de la Nueva Ola francesa fueron los críticos de los Cahiers du Cinéma, que siempre son un referente para admirar para cualquier crítico bien nacido», destaca Polo Muñoz.

Viva la tecnología

En su caso, la masificación de la tecnología digital le ha facilitado incursionar en el área audiovisual.

«Siempre existe el interés, en especial cuando me tocó hacer una ayudantía en la Escuela de Cine en el 96, curso en que ya destacaba Sebastián Lelio como un promisorio realizador», recuerda.

«Además, de descubrir que se podía hacer películas con casi nada de presupuesto, desconfío de los críticos que no los interesa para nada el quehacer audiovisual, como si la pantalla, donde mismo realizan su trabajo, fuese una frontera. Al contrario, yo lo veo como una ventana», expresa.

Él, el año 2000, se compró una cámara minidv y comenzó a grabar un registro cotidiano durante siete años y terminó haciendo un largometraje documental (Diario de vida) que compitió en el Festival de Valdivia de 2007. Además, hace cuatro años fundó su productora Saudade Films, donde, aparte de generar contenido audiovisual para redes sociales, se realizan cortometrajes, documentales y un futuro largo de ficción.

Los años salvajes

Si el cineasta lituano Jonas Mekas alguna vez hizo una distinción entre «filmmaker» (hacedor de películas) y «filmer» (filmador), Nazarala se considera una suerte de «filmer» nato.

Desde niño tiene la costumbre de registrar momentos en video «sin otro fin que el de armar una suerte de videoteca existencial». En ese plan, comenzó a registrar conversaciones con el roquero porteño Mosé Noé hasta que, en 2008, se le ocurrió llevarlo a los terrenos de la ficción. Así nació Debut (2009), «modestísimo ejercicio de bajo presupuesto» que se proyectó en Sanfic y en el In-Edit.

Actualmente, Nazarala prepara un largometraje llamado Los años salvajes. Ganó un fondo y está en etapa de levantar financiamiento.

«Es una comedia geriátrica de rock and roll que mira hacia la Nueva Ola porteña con tanto sarcasmo como nostalgia. Habrá diálogos de bar, música, alcohol, chistes viejos, algunas demoliciones y la hermosa decadencia de Valparaíso como gran escenario», anticipa.

«Quise filmarla porque son asuntos que me obsesionan y porque supongo que proyecté la película en mi cabeza. De alguna manera, ya existe en ese espacio virtual», puntualiza.

Él comenta que, aunque nunca aspiraría a ser un cineasta versátil («digamos que si me pidieran hacer una serie sobre el robo de un banco diría que no»), hay un par de temas que lo inquietan: su ciudad de origen (Valparaíso), la música, la muerte… «y me interesa hacerlos gravitar cinematográficamente».

Un hombre abandonado

Muñoz, por su parte, tiene varios proyectos paralelos en desarrollo. Por el momento, el cortometraje de ficción Adiós, que estrenó en Brasil, en el festival de Cine Ceará, y que en febrero participó en la competencia internacional del Festival de Lebu (calificador para el Oscar), ahora está haciendo su ruta festivalera, y su última parada fue en la competencia internacional de Bio Bio Cine, en abril.

Este filme cuenta la historia de un hombre que llega a su casa y su mujer lo ha abandonado, y en medio del shock emocional comienza a deambular por la ciudad buscando su destino. Fue filmada en Super 8 mm en blanco y negro y el interés que tuvo al filmarla fue explorar la sensación de abandono que experimenta el protagonista en medio de una ciudad enorme e impersonal.

«También fue muy estimulante trabajar con un formato en desuso, al menos de manera masiva, como el celuloide en super 8 y elaborar desde esos materiales texturas e ideas respecto al cine, la nostalgia y la quimera que significa la tecnología», dice.

Adiós se rodó en Santiago, aunque los escenarios «están lejos de ser un estereotipo de la capital», y fue protagonizado por Felipe Marambio, Martina Sivori y César Farah. Con este equipo además tiene otro cortometraje en Super 8 a medio filmar, y otro titulado Marea Alta, en digital, también protagonizado por Sivori y con guión de Farah.

Marea alta fue grabada recién hace un mes en Cañete y Lebu, y narra el mundo íntimo, y por lo tanto enigmático, de una mujer que huye y no quiere regresar a su pasado.

«Solo puedo anticipar que ya está en proceso de posproducción y que la actuación de Martina me sorprendió. Esa es nuestra nueva apuesta en ficción antes de lanzarnos a un largometraje para rodar antes de fin de año», dice.

Como si esto fuera poco, Muñoz además tiene otro proyecto en el área del documental, un largometraje cuyo guión lo coescribió con Juan Pablo Cinelli, amigo y crítico de cine argentino, y cuya grabación –al igual que Diario de vida– la realizó durante varios años y del que ya tiene un corte preliminar de 87 minutos.

«Es un proyecto aún en desarrollo y que trata de las vivencias durante 20 años desde la óptica de la crítica de cine –o ‘asalariados de la prensa’– en los festivales, que incluye entrevistas a afamados cineastas y también las pequeñas miserias de los certámenes, que a nuestro entender, desde este documental, son burbujas que nos hacen fugarnos de la realidad cotidiana», cuenta.

A esta cinta se suma otro largo documental que está en la fase de montaje y que retrata los primeros ocho años de vida de su hija y los desafíos que significa para ella tener síndrome de Down.

«Es un trabajo bien íntimo y que, lejos del documentalismo periodístico o reality, intenta acercarse a conceptos como los expuestos por Jonas Mekas, donde la idea del conflicto central se abandona como eje argumental», señala.

Del dicho al hecho…

¿Cómo ha sido para estos autores esta experiencia? Nazarala siente «que cuando un crítico hace cine no está pensando en la taquilla ni en cifras, sino que en asuntos cinematográficos, en experimentar, probar formas, equivocarse. No es casual que los críticos que hacen cine muchas veces están fuera del radar de los medios y la publicidad».

«Lo que me genera fascinación es lo que está ocurriendo ahora: las dinámicas de la inspiración y cómo todo comienza a tomar forma, nutriéndose de nuevas ideas, matices, accidentes. La magia del cine está en todo aquello que escapa de las planificaciones. Hacer películas es embarcarse en una aventura», afirma.

«La crítica de cine no se abandona, porque más que un empleo es una pasión y un oficio, y sin duda las miles de horas viendo películas e intentando descifrarlas, ayudan a pensar cómo se hacen en la práctica», señala por su parte Muñoz.

Fuguet comenta que la labor de crítico influyó mucho en sus películas.

«Primero me hizo cinéfilo. Me hizo captar qué me gusta y qué no. Articularlo. Pienso: cómo lo haría este que me gusta. O me hace desistir en hacer cosas que odio en ciertas películas. Dicho eso: no basta no ser buen crítico para ser buen cineasta. Creo que es más clave ser cinéfilo y eso se da menos. Me sorprende lo poco cinéfilos de muchos cineastas. En cambio es raro que no haya crítico de cine que no le gusta», dice.

«La mayor diferencia, es que en la crítica de cine se trabaja con las palabras y en el cine, ante todo, con imágenes en movimiento. Ambas son apasionantes, y tal vez desde la práctica sistemática de la crítica excluyente con el quehacer audiovisual, pero uno puede hacer una película y también publicar un libro de análisis o una antología de críticas. Lo veo como algo más complementario, en mi caso, que una barrera, salvo al momento de encontrarse con productores de filmes que critiqué negativamente. Son gajes del oficio, y la verdad es que no necesito la aprobación de nadie para hacer lo que quiera en audiovisual», afirma Muñoz.

«El cine es de todos, industria, cineastas, críticos y espectadores», concluye.

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