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Escritora chilena Diamela Eltit: «pienso más en la justicia que en la reconciliación» CULTURA

Escritora chilena Diamela Eltit: «pienso más en la justicia que en la reconciliación»

La escritora Diamela Eltit, ganadora del Premio Iberoamericano de Letras José Donoso en 2010, y una de las invitadas especiales de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo), considera que la reconciliación no es posible y que lo que se debe privilegiar es la justicia.


«La reconciliación como se plantea a mí no me parece posible. Lo que me parece necesario es que se establezca una base de justicia y la justicia que cumpla su rol, que se cumplan todos los protocolos y actúe», dice Eltit, quien como los demás jóvenes de su época perdió parte de su vida bajo la dictadura.

Con un hilo de voz y los ojos cerrados la autora de «Lumpérica», «El cuarto mundo», «Por la patria», «Mano de obra» y «Los vigilantes» añade que una vez los jueces hayan actuado espera un cambio en el país.

«Me imagino que viene otro momento histórico, pero sobre todo yo pienso más en la justicia que en la reconciliación», afirma.

Para ella, si bien la justicia en Chile ha operado, ha sido «lenta, compleja, difícil» y subraya que lo ocurrido en su país fue obra de agentes del Estado y que son delitos de lesa humanidad que no son amnistiables.

«Los que cometieron esos delitos tienen que cumplir sus penas», insiste, Eltit porque, según dice, «fueron agentes del Estado atacando precisamente a aquellos a quienes tenían que defender y eso no se puede amnistiar».

La escritora y ensayista que en 1979 fundó junto a otros artistas el Colectivo de Acciones de Arte (CADA), movimiento de resistencia contra el régimen militar, aclara que la palabra reconciliación es fundamentalmente religiosa y por tanto tiene un componente cristiano que tiene que ver con algo más bien espiritual.

«Entonces no es una palabra que a mí me parezca posible salvo para el mundo, claro, católico religioso que aspira a eso», dice y se reafirma que en Chile la iglesia Católica llamó a la reconciliación pero que ella prefiere la «justicia primero».

Al preguntársele sobre la situación que vive Colombia, en la que el Gobierno y la antigua guerrilla de las FARC firmaron un acuerdo de paz y que busca la reconciliación entre víctimas y victimarios, señala que la situación es diferente.

«Lo de Colombia es una situación distinta. No me gustaría opinar de realidades específicas de países que yo no conozco. Pero lo que he leído, de manera siempre insuficiente, es que había una guerra. Pero es que en Chile no hablamos de guerra sino de delitos de lesa humanidad que fueron hechos por representantes del Estado. Entonces, es una situación distinta», insiste.

La escritora agrega que no se puede homologar un caso de guerra «con delitos de lesa humanidad donde los ejecutores son funcionarios del Estado pagados para proteger a su gente y no para matarla o masacrarla, que fue lo que pasó en la dictadura de Pinochet en Chile».

«En una dictadura las personas aprenden a recodificarse pues los que la padecen viven bajo un estado de excepción en donde los derechos están suspendidos, y por tanto el dictador y su gente se han puesto sobre la ley», añade.

Eso lleva, según Eltit, a la gente a abandonar parte de su vida como sucedió en Chile en donde «la juventud perdió la noche, que frente a todo lo que pasó, es una cosa menor».

Insiste en que lo peor de esa parte oscura de la historia chilena es la vulneración de los derechos humanos «sobre todo esa categoría de los detenidos desaparecidos, que no existía».

Añade que todavía en el siglo XXI hay muchos familiares que buscan a los suyos y saben que están muertos pero recuerda que «desde el punto de vista jurídico esa gente no está viva ni muerta…».

Al respecto, asegura que hoy prevalece «un pacto de silencio» porque muchos saben quiénes fueron los ejecutores y la forma en que lo hicieron pero nadie dice nada.

Advierte que la dictadura sigue en la psiquis de los chilenos y que para no ir más lejos el país sigue regido por la Constitución de 1982 que fue «hecha por Pinochet para su beneficio» y a la cual se le han hecho ajustes cosméticos, pero nada de fondo.

«Tenemos ese cuervo que vuela sobre nuestras cabezas y que se llama Constitución», afirma la escritora que, sin embargo, considera que la juventud está llamada a gestionar los cambios, pues aunque ella ya no pertenece a esa generación nunca perderá «la esperanza de un mundo mejor»

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