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Escritora mexicana Guadalupe Nettel: “La violencia social primero se originó en la intimidad” Premio Herralde de Novela 2014

Escritora mexicana Guadalupe Nettel: “La violencia social primero se originó en la intimidad”

La novela «Después del invierno», de la escritora, acaba de ser traducida al alemán. Esta obra le tomó diez años, una novela y un cuento entre medio.


Guadalupe Nettel (1973, Ciudad de México) se desliza entre las fobias y los claroscuros de sus personajes, y entre las tintas de lo fantástico y lo real. La versatilidad de las letras latinoamericanas actuales le permite mantener su promesa de vivir en las grietas: «El hecho de que seamos una sociedad más desparpajada nos hace más creativos». Y para confirmarlo solo hay que repasar algunos nombres: Alejandra Costamagna, Valeria Luiselli, Samanta Schwebin, Junot Díaz, Juan Gabriel Vásquez o Santiago Roncaglio.

Guadalupe Nettel es paciente. Su novela «Después del invierno», que acaba de ser traducida al alemán, le tomó diez años, una novela y un cuento entre medio. Las interrupciones no fueron abandonos porque «seguía acompañada por los fantasmas que acompañan al escritor y por eso no me era difícil volver a ella». Una relación fructífera como lo demostró el premio Herralde de Novela y las traducciones a varios idiomas.

Hoy, combina su oficio de escritora con el de directora de la Revista de la Universidad de México. Es la segunda mujer al mando en 88 años de existencia de la publicación literaria más longeva de Hispanoamérica. ¿Su desafío? Llegar a un amplio público en un país que, de acuerdo con la UNESCO, presenta una media anual de lectura de 3 libros, frente a 12 en Alemania. Pero, sin duda, lo que apasiona a Nettel es «servir como detonador del debate intelectual no solo en México, sino en América Latina».

Temas crónicos pero urgentes como las identidades de los pueblos indígenas, el cambio climático, la migración, la igualdad de género y la violencia, que requieren una confrontación de los imaginarios pasados con las realidades actuales y los deseos de progreso. Por ejemplo, si se toman las cifras de violencia contra la mujer, del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en los últimos diez años 22.486 mujeres fueron asesinadas en México. Las mujeres indígenas sufren del doble de probabilidad de ser agredidas, discriminadas y pobres, en regiones como Guerrero, como lo presenta la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de Hogares (ENDIREH). Un campanazo para un país autodenominado «nación pluricultural».

Guadalupe Nettel en su identidad de ciudadana y de editora se siente obligada a incidir en estos debates, mas no en sus novelas porque «la literatura se escribe desde la experiencia personal y desde una necesidad fundamental. Si no hay una necesidad de contar una historia, ésta no va a estar bien contada nada más por obligación o porque es lo que va a vender». Pero nos adelanta que su próxima novela gira entorno a «la violencia depareja, intrafamiliar, de madres con hijos, de hijos con padres, de uno mismo. Para que haya violencia social, primero se origina en la intimidad».

«Nos tocan migajas de felicidad»

Nettel, que habitó un barrio mexicano de exiliados del mundo en los años setenta y se educó bajo la pedagogía Montessori y los estertores de la primavera del 68, concede un lugar privilegiado a la libertad y a la diversidad. Es por eso que ningún personaje de sus novelas, cargadas de elementos autobiográficos, se sitúa en el extremo de villano o de héroe. Exentos de juicios de valor, los protagonistas son dueños de sus miedos, de sus odios, de sus amores y de sus manías. En los tiempos de la felicidad instantánea y en superlativo que emana de las redes sociales, la obra de Nettel nos recuerda que «muchas veces despreciamos los pequeños júbilos, cuando son lo que nos vuelve soportable el gris cotidiano». Su obsesión con las pequeñas cosas, viene de la frase de Julio Ramón Ribeyro: «…nos tocan migajas de felicidad».

Y esas migajas son en realidad el todo, «las perseguimos, las necesitamos, forman parte de las grietas que tú dices, que van alumbrando la vida cotidiana que parece gris». Por ejemplo, los amigos en la vida de los migrantes. Un elemento que ha marcado la biografía y la obra de Nettel: México-París-Barcelona-México. Salir de su país le concedió una nueva identidad: ser latinoamericana. Y al regresar a casa, aprendió el agobio por la lentitud «de los procesos para pasar a otra etapa, en términos políticos y sociales». Y es que en palabras de Nettel, luego de retornar al origen «eres como una especie de planta acuática. Las raíces están en el agua y son un poco flotantes, y solo te relacionas perfectamente con otras plantas acuáticas como tú, que son de tu país, pero que ya asimilaron todos esos nutrientes de otras tierras».

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