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Libro “El desierto y el oro” de Mercedes Roffé: Vuelan las palabras Crítica de libros

Libro “El desierto y el oro” de Mercedes Roffé: Vuelan las palabras

En los poemas de Roffé no hay un destino inexorable, un fin, un telos; importa más el viaje, el vaivén, la celebración, la fiesta, la danza, una torre ardiendo desde donde “alguien” arrojó “al Verbo”. Más que representar, presentificar, donde la lengua coincide con el existir. Y la gramática, con la anatomía.


“Sin duda que no es que lo venga a volcar su luz en lo presente, o lo presente sobre lo pasado, sino que la imagen es aquello en la cual lo sido se une como un relámpago al ahora para formar una constelación”

Walter Benjamin.

“Las palabras vuelan cuando reverberan, cuando enlazan su vuelo con el vuelo trazado en la memoria de la lengua antes por otras palabras, cuando redibujan con su vuelo el vuelo y el cielo de la lengua”, dice Mercedes Roffé (Buenos Aires, 1954) en el prefacio a “El desierto y el oro” (editorial RIL, 2017), libro recopilatorio de sus poemas publicados desde la década de los 80 hasta la actualidad, y que reflejan una retrospectiva, una poética, sobre el acto del lenguaje, más aún, sobre su liberación.

“Sin el la no hay concierto / Solo habrá / Tránsito / Paisaje de retorno” (Libro “Cámara baja”, pág 17).

“Hace no sé cuántos sueños se inició este viaje/ ribera del sol ribera de la muerte/ Como un velo se hunde hacia atrás en la memoria / aprendiz de destierro” (Libro “Canto errante”, pág. 43).

“Dormir con los ojos abiertos, bien abiertos / Dormir alerta / Dormir de pie, con la frente apoyada en el vano del día / Residir la noche en la pura    presencia de la letra” (Libro “Las linternas flotantes”, pág. 127).

“El poema, digo, / digo la música, digo     el movimiento / de la danzas en el cuerpo, el de la piedra esculpida… /Y la música en el trazo y en la piedra, digo, / y el movimiento sinuoso y firme del poema, / docta cadencia, felicísima caída en el cruce / de todos los sentidos” (Libro “Las linternas flotantes”, pág. 137).

Los poemas, para Roffé, no se constituyen en sí, sino más bien se establecen en comparecencia con otros, en relaciones e imbricaciones, casi como palimpsesto cuya textura nunca es un orden, una clausura, sino que revelan, convocan, permiten nuevas formas, ecos, incluso ausencias. Hay ahí una invitación al lector activo, la posibilidad de un rescate o un reclamo, un deseo de evocación, que para la autora es, sin duda, “el primer trabajo del poema”.

Mercedes Roffé. Foto: Estela Fares

No habría un “pasado” del poema frente a un “presente” distinto, opuesto, sino un cruce, un encuentro, una concomitancia. Quizá, siguiendo a Walter Benjamin, el pasado sería, ante todo, un presente diferido, no distinto de este, una dialéctica, una disrupción, a través de una materialidad que es más que sintagmas o rimas. Entonces, pasado y presente “resultan convocados” en la misma experiencia de lectura. Una experiencia que en tanto acción, suprime todo ideal de cosificación o autosuficiencia.

Hay que liberar la lengua, para fragilizar toda posición de poder.

Hay que liberar la lengua, para disolver La verdad y EL sujeto.

Hay que liberar la lengua, para que las palabras vuelen.

En este sentido, en los poemas de Roffé no hay un destino inexorable, un fin, un telos; importa más el viaje, el vaivén, la celebración, la fiesta, la danza, una torre ardiendo desde donde “alguien” arrojó “al Verbo”. Más que representar, presentificar, donde la lengua coincide con el existir. Y la gramática, con la anatomía.

“La metáfora ha muerto. / Nada se parece a nada. / La más mínima fracción de cada átomo absorbida en la tarea de cumplir su ínfimo mandamiento” (Libro “Memorial de agravios”, pág. 71).

“Alguien desenterró los cadáveres de mi voz / los cuerpos / los nombres /La tierra está ardiendo (…) Un niño demente ha salido de mi cuerpo / y me ha dado / una cítara por destino / y por cetro /los añicos de un espejo en el húmedo / lomo de la serpiente” (Libro “Canto errante”, pág 45).

“Allí, siempre, del otro lado. No hay justicia poética. ¿Quién narra, si la hay? ¿O era éste el deseo? La expectativa ¿de qué audiencia?” (Libro “Memorial de agravios”, pág. 79).

“Entonces devine acróbata y ciega / y devasté y devastamos / y lo primero /no fue la luz ni el bostezo / sino / una corona de estiércol para el peregrino” (Libro “Canto errante”, pág. 51).

Roffé nos habla de los aztecas, de los soldados del César, de la biblioteca de Alejandría, de la Torre de Babel, del caballo de Atila. Referencias históricas y míticas. J. S. Bach, Shakespeare y Borges. Juegos del lenguaje. Ciudadanía del mundo. Hay en “El desierto y el oro”, toda una constelación, de nuevo en palabras de Benjamin, múltiples posibilidades, donde las palabras vuelan, desabotonadas de una realidad sintáctica, arrojadas con vértigo, con obstino, con sensualidad, con locura, con misterio.

Francisco Marin Naritelli

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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