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«Performatividad política: a propósito de Lacan y un situacionista» de Rodrigo González Un libro de Pólvora Editorial

«Performatividad política: a propósito de Lacan y un situacionista» de Rodrigo González

Por “performatividad política” González entenderá una acción que no demuestra una capacidad particular del actor, sino una simetría radical y singular entre los medios de producción de la situación y los sujetos de enunciado que actúan sobre ella, interviniendo el reparto de acciones consignadas a un actor (ya sea que se trate de un profesor, un estudiante o un objeto de la escenografía). De esta manera, la “performatividad política” devolvería la acción al plano aparentemente inmóvil donde se planifica y desarrolla simbólicamente la actividad.


El libro «Lacan y un situacionista: Intervención performativa de su encuentro pifiado» (Editorial Pólvora, 2017), de Rodrigo González, sorprende desde sus primeras páginas por su estilo contingente y propositivo, articulando detalles que se alejan de la ostentación y autovaloración propias de la discusión posmoderna. González parte de una situación “coyunturalmente descentrada” de la filosofía y el psicoanálisis, ni totalmente filosófico, ni completamente psicoanalítico.

Por el contrario, el autor más que inscribirse en una u otra disciplina, atiende a la acción singular de la situación o, incluso, se podría decir que se deja accionar por la situación misma, como otro participante más de la producción de este “encuentro pifiado”.

La escena en la que se basa el libro es la célebre conferencia que dictó el psicoanalista francés Jacques Lacan en Lovaina, que fue interrumpida por el joven situacionista Jean-Louis Lippert, donde se entrecruza la posición del enunciado y de la enunciación de los distintos participantes de la escena (desde las risas del público que asiste a la conferencia, pasando por los académicos que la organizan, hasta los objetos posados sobre la mesa del mismo Lacan).

Para el autor, este episodio no finaliza con la conferencia, ni tampoco en su reproducción, sino que, en rigor, el “encuentro” seguirá aconteciendo en la obra de Lacan. El intempestivo carácter de este libro radica en que cada vez que pareciera describir la escena en sus insignificantes realizaciones, esta se transforma en una clave que permite entender una exterioridad histórico-política de la escena, para comunicarla contingentemente con otros encuentros.

De ahí que podamos comprender el para-texto que en las notas al pie de página y ejemplos derivados de experiencias histórico-políticas, tanto nacionales como internacionales, se inmiscuye con la trama de la escena.

De esta manera, el libro permite redefinir un potencial de acción del situacionismo más allá de la dialéctica hegeliano-marxista, conectándolo con la performance y una perspectiva objetualista. Por otra parte, entrega una concepción ampliada de Lacan, más allá de la obra publicada por J. A. Miller, atendiendo particularmente a los giros que propicia el Seminario 20: Aun y el Seminario 24: L’insu que sait de l’une-bévue s’aile à mourre. En este último, casi inabordado por los seguidores del “psicoanalista más controversial desde Freud”, Lacan señala querer ir más allá del inconsciente freudiano y del acto fallido, e incluso habla de una “estafa psicoanalítica” en tanto práctica que deslumbra con palabras pero que parte del punto de fuga inaprensible de lo real.

Es probable que sea el concepto de “performatividad política” el que permita dar una clave del libro o, al menos, un índice del pueblo minoritario de enunciaciones que aquí se rescatan. Judith Butler utiliza esta noción, a propósito de la exclusión constitutiva del binarismo de género, para distinguir el deseo del esencialismo de las identidades sexuales y su determinación binaria. Bajo el rótulo de “teoría queer”, Butler articula una teoría feminista con una práctica de disidencia sexual que por su propia proposición borra los límites entre el sujeto y los objetos de estudio.

Aunque en este libro el concepto de performatividad se redefine a partir de Lacan, es posible encontrar una estrategia similar de subversión del binomio episteme-ontología a partir de lo que se llamará “performatividad política”. ¿Qué habría que entender por este concepto según el autor?

En principio, una cuestión inversa a cierta tradición teórica de los actores políticos, donde, o bien, el actor es quien construye su praxis política en relación con una continuidad histórica, o bien, es el acto lo que definiría el potencial coyuntural de los actores populares.

Por “performatividad política” González entenderá una acción que no demuestra una capacidad particular del actor, sino una simetría radical y singular entre los medios de producción de la situación y los sujetos de enunciado que actúan sobre ella, interviniendo el reparto de acciones consignadas a un actor (ya sea que se trate de un profesor, un estudiante o un objeto de la escenografía). De esta manera, la “performatividad política” devolvería la acción al plano aparentemente inmóvil donde se planifica y desarrolla simbólicamente la actividad.

El concepto de performatividad resulta eficaz para articular la constitución de un actor político ahí donde todo el discurso y las mediciones nos convencen de que es imposible que tal sujeto emerja; en definitiva, se trata de pensar la política como un encuentro entre el sentido y el fuera-de-sentido activo.

Esta es una manera de interpretar al autor cuando sostiene que: “En la escena de Lovaina, entre Lippert, los objetos, el conferencista, el público y auditorio, no hay un sentido común, o dicho concisamente, el punto referencial de lo común se desestabiliza respecto a la figura de un Otro ordenado que garantiza la intersubjetividad de la escena, y se visibiliza el fuera-de-sentido entre los distintos participantes de la escena” (págs. 73 y 74).

Hablar, entonces, de la escena de Lovaina es devolverla al encuentro que interrumpe la biografía de sujetos históricos y a la violencia que permite no socavar a la sublimación.

Pareciera, desde ahora en adelante, que esta acción ya no se hace reconocible a partir de un solo actor sino de todos los intermediarios que participan en esta, de lo que se sigue que “todos los intermediarios” siempre constituyen aquello que en la jerga lacaniana se conoce como “no-todo”, y que este “no-todo” pareciera ser, de alguna manera, lo que se entiende por encuentro o lo que comunica a los encuentros en tanto que real.

Título del libro: Lacan y un situacionista: intervención performativa de su encuentro pifiado
Autor: Rodrigo González.
Editorial: Pólvora Editorial.
Año: 2017.

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