Publicidad
A fondo con Nicanor Parra desde su casa en Las Cruces: «Estamos imitando a Dios» Sobre el uso de las palabras decía: «Lo que hago es poner en palabras eso que llamamos realidad»

A fondo con Nicanor Parra desde su casa en Las Cruces: «Estamos imitando a Dios»

Esta entrevista fue realizada hace 19 años a propósito de una visita que haría el antipoeta a México con motivo de la Feria del Libro (FIL). En esa conversación, que ahora republicamos, el poeta se explayó sobre la antipoesía y sobre Shakespeare. «Soy un dramaturgo frustrado que opera a base de chisporroteos lingüísticos, fundamentalmente a través de giros idiomáticos que aparecen como conjuntos de palabras aisladas, en circunstancias que deberían escribirse como una sola.


Una hora de terracería y llegamos al pequeño pueblo costero de Las Cruces, a unos 90 kilómetros de Santiago. «Es una casa negra, frente a una casa azul», nos había dicho el ex candidato al Nobel.

En la pared de la sala que mira al mar, un artefacto: es una foto de la estatua de la libertad, y abajo la leyenda: «Soy frígida/ Sólo me muevo con fines de lucro». Al lado de la chimenea hay una piedra con la fórmula E=mc2. Sobre una mesa de rincón, una torre irregular de libros de Shakespeare de antiguas ediciones anglosajonas, el Hamlet en inglés isabelino. En el comedor una pizarra repleta de ecuaciones y una anotación: «Hay un coseno alfa que no cuadra».

-¿Irá a México, don Nicanor?

-Por lo visto, sí, por lo visto. Hay que volver al lugar de los hechos.

-Va a preparar algo especial?

Quiero leer un poema sobre Octavio Paz, que he estado trabajando. Creo que ya se publicó una primera versión, pero ha variado. Eso llevaría a Guadalajara si la salud me acompaña, tengo 85 años. Ordinariamente estoy bien, pero de repente se producen sorpresas, caídas, desniveles propios de la edad, nada en particular. Me interesa llevar este texto, porque las relaciones con Paz fueron un poco problemáticas, trato de ver qué fue lo que pasó.

-Entonces, ¿está readecuando el poema?

-Redondeándolo, sí, porque no es fácil escribir sobre un sujeto tan complejo como Paz.

-Y dueño de casa, además.

Y dueño de casa. Claro que la debilidad mía ahí es Rulfo, ésa es mi debilidad personal. Me siento más identificado con Rulfo que con Paz, a pesar de que la formación mía está más próxima a la de Paz que a la de Rulfo. Él, como Borges, se formó en el modelo del Superhombre -estoy hablando en términos Nietzscheanos-, del intelectual grecolatino que práctica la dialéctica socrática y que aspira a ir un milímetro más allá de su nariz cada día, en materia de comprensión, de intelección del mundo. Pero ese modelo está al parecer en crisis, según el Nietzsche de Zaratustra. Dice que el Superhombre será barrido del mapa por el «Ultimo Hombre»… Conformismo pasivo + hedonismo complaciente. O sea, vuelven los espartanos a suprimir los poetas y los filósofos de Atenas. ¿Y quiénes son los espartanos? Son soldados, atletas y músicos. No tienen literatura, no aceptan la poesía ni la filosofía. Expresado negativamente, esto sería… Pedantería grecolatina vs. vulgaridad periférica. No tengo las ideas muy claras en esta materia, no veo más allá de Nietzsche de ninguna manera. Pero me parece que la oposición última es Academia vs. Naturaleza. Todavía estoy tratando de integrar esas dos cosas, simplemente otear el campo de la conciencia, como se ha dicho siempre. Entiendo que el Ultimo Hombre goce de mucha simpatía, especialmente en los mass-media, es prácticamente amo y señor de la televisión. Tarde, mal y nunca un filósofo o un poeta llega a la pantalla chica; la pantalla está llena de futbolistas, soldados y músicos. Estamos en una nueva Guerra del Peloponeso.

-Y eso lo somete también a una cierta estética.

Los espartanos, en una filial literaria solamente se matriculaban por el arte de los apotegmas, esos textos breves e ingeniosos, brillantes artefactos. Logos no; argumentaciones atenienses no. He estado pensando últimamente en una paradoja intelectual, que a lo mejor los espartanos conocían demasiado bien, porque cuando uno entra a la fórmula de esta paradoja, fácilmente puede perder confianza en el intelecto. Es la famosísima paradoja de Aquiles y la tortuga. Dice simplemente que Aquiles, por más veloz que sea, no puede alcanzar nunca a la tortuga, por muy lenta que sea, porque cuando llegué al punto donde estuvo la tortuga, ésta siempre estará un poquito más adelante.

-¿La paradoja resalta la relatividad del punto de vista?

No, no. La relatividad es otra cosa y surge 2 mil 500 años más tarde. Es un planteamiento incluso muy anterior a la mecánica de Newton, del Siglo 16. Esta paradoja se enunció en el Siglo 5 a.C. Incluso ni siquiera se requiere de definiciones pormenorizadas de la noción de velocidad, sino de las intuiciones de espacio y tiempo con que opera el común de los mortales. Y no hay manera de salir de ella. Pero, por otra parte, la realidad es que Aquiles alcanza a la tortuga y la derrota, entonces aquí está la oposición entre práctica y teoría. Entonces, esta ilusión intelectual -si es que se trata de un espejismo intelectual- que da origen a la paradoja, nos da pie para pensar que las paradojas son más frecuentes de lo que creemos, lo que nos llevaría a una situación de escepticismo y desconfianza en el poder de la mente. Estoy trabajando a fondo en esto, de nuevo, y debí haberlo hecho mucho antes, porque yo fui profesor de mecánica teórica, y la mecánica no es otra cosa que la teoría del movimiento. Yo partí siempre de la base de que el movimiento existe. Según Zenón, que es el autor de la paradoja, ésta nos lleva necesariamente a negar la existencia del movimiento. O sea, a aceptar que el mundo es ilusorio. Son muy graves las consecuencias.

-Veo que tiene muchos libros de Shakespeare.

Claro, estoy muy embarcado con Shakespeare desde hace mucho, y especialmente con Hamlet. Shakespeare es un autor extraordinario, pero Hamlet es más que extraordinario, es prácticamente sobrenatural. Hamlet ya no es literatura. O literatura llevada a tales grados de sofisticación, que vuelve a ser dato empírico. Estoy muy embarcado con Hamlet. Y aquí aparece una nueva paradoja. Yo hace tiempo estoy interesado en resolver el problema del discurso literario. Cuando Baudrillard estuvo en Chile, se quejó de que el discurso que manejan los latinoamericanos nunca les fue propio y que, además, estaba obsoleto en su lugar de origen. Le preguntaron por el nuevo discurso euro-americano. «No hay», respondió, estamos a la intemperie. O sea, hay que buscar el nuevo discurso. El dio algunos indicios, dijo que debía ser oblicuo, renunciar a la verdad. ¿Qué recomienda usted?, le preguntaron, y él dijo: «Hay que dejarse arrastrar por la materialidad del lenguaje». El último recurso de la gregariedad está en el habla. Yo lo venía sospechando desde hace tiempo, ah. El Discurso de Guadalajara, ya podría ser considerado un intento para resolver el problema éste del discurso. Hay que dejarse arrastrar por la materialidad del habla, y lo que resulta es algo que me atrevo a llamar el discurso huaso, pero parradojalmente, este discurso tiene que ver con Hamlet, y habría que decir que Hamlet es un tipo muy particular de huaso. El usa la locura como método de conocimiento. A ese extremo se complican las cosas.

-Es un instrumento para pensar la muerte, también.

Por cierto, es un tema central. El To be or not To be es un discurso que balbuceamos a diario, la duda. Y la conclusión es que la conciencia hace de nosotros unos cobardes, nos impide dar el paso.

Parra recita de memoria largos extractos de Hamlet en inglés.

Está también la alienación de la acción, porque él tiene que matar a Claudio y no lo hace porque se interpone la conciencia. Nietzsche, otra vez, refiriéndose a Hamlet dice que el problema no es que piensa más de la cuenta, que lo que pasa con Hamlet es que piensa demasiado bien. Luego recita en alemán el equivalente a «Así habló Zaratustra, un libro para todos y para nadie»… Sólo con el subtítulo, es para abanicarse, qué maravilla de subtítulo, dice.

-En relación al lenguaje, se dice que usted es uno de los mayores renovadores.

-Sucede que no me restrinjo al lenguaje tradicional, no es que esté contra ese lenguaje, sino que hay que completarlo nomás con la lengua hablada. Parece que es correcta la intuición que tuve desde muchacho, porque la he visto verificada también nada menos que en el personaje del que estamos hablando, y es que Shakespeare opera con dos métricas. La literaria tradicional o retórica, que viene desde Homero, y que se conoce también como «arte del bien decir» o lenguaje cortesano, desde Seneca. Y hay que recordar que, por ejemplo, los bufones de Shakespeare, hablan otra lengua; acordémonos de la conversación entre los sepultureros, que hablan como dos huasos, practican un humor de grueso calibre. La eficacia de Shakespeare tiene que ver mucho con esta doble métrica. La primera le da la perspectiva histórica, mientras que la otra le da el ahora y el aquí. No hay que pensar que la solución está solamente en la periferia, avanzar con las dos piernas, más bien, como decía Mao.

-¿Con qué otros personajes ha dialogado últimamente?

-Con Zenón, sobre todo, el autor de las ocho paradojas -hemos hablando sólo de una-. Claro que al hablar de Zenón, inmediatamente se debe pensar en Parménides, su maestro, y que Parménides era el antiPitágoras, y a continuación hay que tener presente que todo esto no ha llegado a nosotros vía Platón y Aristóteles, vía Simplicius y vía Diógenes. Toda la antigüedad.

-¿Sigue pensando que el fin último de la poesía es recobrar la identidad?

-Beaudelaire y Rimbaud son los que dicen eso de recuperar la identidad perdida o enferma, la salud espiritual a través de lo que llamaban la «alquimia musical», fundamentalmente a través de la música de las palabra… «Les sanglots longs/ des violons/ de l’automne/ blessent mon coeur/ d’une largeur monotone»… Uno escucha esos versos y se siente bien, recupera su salud mental, hay catarsis. Pero la pregunta que se hacían otros era y qué pasa después de que uno ha dejado de escuchar la poesía. O sea, es un método puntual nomás; existe otro método macroscópico para recuperar la salud perdida, porque en realidad la salud perdida no es la del individuo sino la de la comunidad.

-Cuál es la lectura antipoética de la condición humana?

Es que a esa expresión, «condición humana», yo le tengo mucho respeto. Me resisto a operar sobre esas nociones tan complejas, como la noción de libertad o de virtud o de conocimiento. Yo soy un dramaturgo frustrado que opera a base de chisporroteos lingüísticos, fundamentalmente a través de giros idiomáticos que aparecen como conjuntos de palabras aisladas, en circunstancias que deberían escribirse como una sola. Por ejemplo, hoy tuve que escribir uno de esos giros idiomáticos…Entre el fluir de las palabras, una guitarra muy campesina empieza a arrastrarse hasta irrumpir en la sala a buen volumen. Parra pone los ojos redondos, «No me diga que se encendió sólo eso», exclama. Y el reportero pasa revista a los controles remotos dispuestos sobre la mesa.

-«¿Usted sabe quien está tocando ahí?», me pregunta.

«Es Roberto Parra», le digo.

Nicanor elabora sobre la importancia de la oralidad en la antipoesía y la voz pastosa que entona su fallecido hermano desde el reproductor de compactos sirve de locuaz alegoría.

-Un crítico dice que la antipoesía no sólo es un acto rupturista más, sino que es también la parodia de ese acto.

-Bueno, la palabra parodia está muy de moda en la posmodernidad, la búsqueda de lo nuevo, lo que antes se llamaba originalidad está en tela de juicio. ¿Qué podemos hacer? Fukuyama dice: «Pasearnos por el museo perpetuo de la historia» y reproducir los estilos anteriores, ahora cuando ya no creemos en los estilos. A eso se le llama parodia, pero no hay que confundirla con la parodia modernista, que era la burla de uno, de una forma, de un estilo, en cambio ahora no, ahora se hace en serio; se reproduce un estilo anterior en forma puramente neutra y ya. Hay una gran diferencia, puesto que la parodia modernista es crítica, pero ahora no tenemos de dónde criticar, se vinieron abajo las ideologías. Yo, personalmente, no me he liberado de la parodia modernista. Soy un personaje de este siglo que se está muriendo y tengo que rendir cuentas hasta el Siglo 20 nomás, no ante el 21.

-¿Y siempre regresa al Tao?

Bueno, a mí me ha ocurrido un pequeño accidente, porque leyendo a Nietzsche, Humano demasiado humano, me encontré con un aforismo, creo que es el 431. El tema es básico, dice: «Matrimonio entre los 20 y los 30, útil y necesario; entre los 30 y los 40, puede que útil, pero no necesariamente necesario; después de los 40, a menudo pernicioso, acarrea la decadencia espiritual del hombre». Yo quedé patidifuso con esto. Seguí buscando y me encontré con que él estaba traduciendo la doctrina de los antiguos maestros hindúes. El se refiere al Código de Manhú, que antes yo había consultado exclusivamente como material literario Habla de las cuatro edades del hombre superior o sacerdote Brahman: Primera, Neófito o lector de las sagradas escrituras; segundo, galán o fundador de familia -hasta aquí vamos bien-; tercero, Anacoreta y; cuarto, Asceta. El Anacoreta es el sacerdote Brahman que renuncia al mundo (mujer, familia, bienes y fama), se va al bosque en pos de Brama o Alma Universal, de la que fuimos mutilados contra la voluntad divina, y el Asceta es quien ya está de regreso en el Alma Universal, fuera del circuito de las reencarnaciones. Cero problema. Esto no tiene nada que ver con el Taoísmo, en el que no aparecen estos matices. Estos son deberes que debe cumplir el sacerdote, so pena de un castigo muy enérgico: Volverá a renacer bajo una forma inferior si no cumple con todas estas etapas. En la China no hay nada que se parezca a esto. En el taoísmo hay una atomización central que es no involucrarse en la acción. Todo está permitido, la única condición es no involucrarse en la acción, no perder el autodominio. Es una novedad de bastante peso, y por algo Nieztsche dice que los hindúes saben más que los chinos y los hebreos. Yo diría que este planteamiento es muy útil para un hombre que deja de ser joven. Se le recomienda el bosque. En cambio, el «viejo verde» chileno y occidental no renuncia nunca a las sábanas, y las sábanas son fuente de sorpresa y conflictos. Entonces, parecería que los maestros hindúes, a través de Nieztsche no dejan de tener su dosis de razón. Me siento ahora cerca de este planteamiento, claro que habrá que tener presente que, incluso en el bosque no habrá que involucrarse mirando un árbol o un pájaro.

-Es la relación de la materia.

-Posiblemente.

-La materia del deseo. Y creo que usted nunca ha mencionado la palabra «deseo».

-¿Deseo? ¿La habré usado alguna vez? Parece que nunca. Parece que le tengo temor a esa palabra, ah. Hace algún tiempo escribí el siguiente artefacto: «Tarea para la casa: Aprender a vivir sin ilusiones». A lo mejor la palabra ilusión tiene que ver ahí con deseo.

-Tal vez entra en la categoría de palabras proscritas de la Antipoesía.

-Yo me sorprendo de que una palabra tan básica e importante como ésa no esté en el vocabulario antipoético. Tiempo atrás yo traté de ver la palabra «realidad» en el vocabulario de Shakespeare, qué había dicho él sobre la «realidad», una palabra un poco más fuerte y más fundamental que la palabra «deseo». Y nunca la usó. A lo mejor en ese tiempo no había realidad, dirá alguno, que es un invento de los románticos, a lo mejor. O en esto le da la razón a Zenón, en el sentido de que la realidad es ilusoria, entonces no vale la pena hablar de ella. Claro que esta intervención no corre, porque todo Shakespeare es ilusorio. Como The only World that It, el libro de un poeta amigo mío norteamericano. Contra Zenón, la vivencia mía siempre fue que debemos batirnos con el mundo de las sensaciones, el mundo de las apariencias.

-El lenguaje modifica las formas del mundo, hay un proceso de degradación de la realidad.

-Bueno, lo que yo pretendo hacer es simplemente poner en palabras eso que llamamos realidad. Reproducirla. Antes llamaban a esto el arte imitativo. Imagino que es lo mismo, volverla a crear. Estamos imitando a Dios. Copia de copia, decía Platón hablando contra los poetas que sólo veían las sombras de los objetos en la caverna. Los poetas fuera de la República. Se copia la realidad, entonces se cambia, y cambia también la realidad de la poesía. Se espera poco de los poetas o casi nada en el mundo del Ultimo Hombre. Recuerde que estamos en el mundo de los Neoespartanos, y volvemos al tema del Ultimo Hombre, que es el tema de los temas… Otra cosa es que la Antipoesía no se puede leer sólo con las estrechas herramientas del modernismo y su paradigma esteticista.

-Y muchos se quejan del devenir de la poesía…

-Esos son los modernistas. Que se pongan las pilas. Se puede llegar al espectáculo sin pérdida de calidad. Como dice Jameson, lo posmoderno lleva a la redefinición de la conceptualidad heredada, a la recuperación de las ruinas y desechos modernos.

 

 

 

 

Publicidad

Tendencias