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Congreso del Futuro: experta mundial en teoría política propone volver a foja cero para crear una democracia del siglo XXI Hélène Landemore expondrá también en el Foro Democracia 2050, eventos apoyados por El Mostrador

Congreso del Futuro: experta mundial en teoría política propone volver a foja cero para crear una democracia del siglo XXI

En su exposición en el Congreso del Futuro que se inaugura hoy, la académica y PhD en Ciencia Política de la Universidad de Harvard hablará sobre el significado de la democracia, su historia, los –a su juicio– errores de diseño institucional que se hicieron en el siglo XVIII y los principios institucionales sobre los que se debería construir una auténtica democracia. “Veo que el principal desafío es preservar o recuperar soberanía democrática a nivel local, frente a las corrientes financieras y económicas mundiales. Y, al mismo tiempo, resistir las tentaciones del nacionalismo cerrado, del populismo y la xenofobia. Va a ser, sin duda, una cuerda floja por la cual caminar”, dice.


Invitada a exponer en el Congreso del Futuro y también en el foro “Democracia 2050”, organizado por la fundación Tribu –ambos eventos apoyados por El Mostrador– la académica y PHD en Ciencia Política de la Universidad de Harvard, Hélène Landemore, llega a Chile con entusiasmo para discutir acerca de cuáles son las oportunidades, los desafíos y los dilemas para la democracia en el siglo XXI.

Una democracia que, según la encuesta hecha por la Universidad Andrés Bello en 2016, tiene una baja valoración por parte del 44% de los chilenos. De hecho, de acuerdo al sondeo presencial, que fue realizado a 902 personas en 34 comunas del Gran Santiago, un 46% de los encuestados está “muy o bastante” de acuerdo con la afirmación “a menudo las situaciones de crisis política y social deben ser resueltas con mano dura, aunque ello signifique la interrupción de la democracia”.

Sobre la crisis de la democracia y sus desafíos, Landemore sostiene que el trabajo debe centrarse en “preservar o recuperar soberanía democrática a nivel local, frente a las corrientes financieras y económicas mundiales. Y, al mismo tiempo, resistir las tentaciones del nacionalismo cerrado, del populismo y la xenofobia”. Agrega que va a ser, “sin duda, una cuerda floja por la cual caminar”.

En entrevista con El Mostrador, la ganadora del Premio David y Elaine Spitz 2015 al mejor libro de teoría democrática liberal, argumenta que, hasta ahora, aún no existe una democracia global. “Ni siquiera podemos hacer que la democracia funcione a nivel de la Unión Europea, por lo que no espero que suceda a nivel mundial en el corto plazo. Creo que es más urgente que la idea de una democracia global o cosmopolita, que realmente no está en el horizonte en este momento, es la necesidad de ampliar la definición de a quién se incluye en ciertas decisiones de naturaleza transnacional (como inmigración, cuestiones ambientales, intervenciones militares en países extranjeros, etc.)», señala.

[cita tipo=»destaque»]La experta puntualiza que en muchos países hay ejemplos de las llamadas «innovaciones democráticas», que buscan involucrar a los ciudadanos comunes en las decisiones políticas, como en el presupuesto participativo, en las asambleas de ciudadanos, en las encuestas deliberativas, en los jurados ciudadanos, etc. Estos experimentos, según ella, suelen etiquetarse como «democracia participativa», que se considera como una especie de solución para los problemas de la democracia representativa. “Lo que propongo es un marco conceptual completamente nuevo para todo esto, donde reconsideremos la democracia desde cero y como un todo, en lugar de ajustarla al margen”, expresa.[/cita]

En efecto, en sus investigaciones, la académica desarrolla el concepto de «inclusión dinámica», para ampliar la noción de un demos fijo, limitado a los ciudadanos de un país determinado. También, aborda el desafío para la democracia en el siglo XXI, relativo a descubrir “cómo hacer que sea más inclusiva, respecto de los intereses afectados, más allá de los miembros del Estado-nación, sin necesariamente ir inmediatamente a la idea de un Estado mundial”.

Sobre este último punto –la inclusión–, plantea que todavía no hay ningún ejemplo de una democracia abierta, sin embargo, aclara que “se pueden ver características emergentes en varios países que han implementado nuevos modelos de toma de decisiones que involucran a ciudadanos comunes”.

Dice que el único país que es su principal inspiración es Islandia, “que implementó un proceso constitucional notablemente inclusivo y participativo entre 2010 y 2013. Este proceso incluyó un grupo seleccionado al azar de 1000 ciudadanos que estableció la agenda para la nueva propuesta constitucional, 25 políticos no profesionales que escribieron la propuesta constitucional, y el público en general que tuvo la posibilidad de contribuir con sus aportaciones a través de técnicas modernas de crowdsourcing”, agrega.

Por otra parte, puntualiza que en muchos países hay ejemplos de las llamadas «innovaciones democráticas», que buscan involucrar a los ciudadanos comunes en las decisiones políticas, como en el presupuesto participativo, en las asambleas de ciudadanos, en las encuestas deliberativas, en los jurados ciudadanos, etc. Estos experimentos, según ella, suelen etiquetarse como «democracia participativa», que se considera como una especie de solución para los problemas de la democracia representativa. “Lo que propongo es un marco conceptual completamente nuevo para todo esto, donde reconsideremos la democracia desde cero y como un todo, en lugar de ajustarla al margen”, expresa.

Posverdad, la palabra del 2016

“El hecho de que se haya elegido la posverdad como palabra del año es tranquilizador”, asegura Landemore, y explica: “No puede ser tan malo cuando reconocemos, colectivamente, el problema y tenemos el diagnóstico correcto para él”.

Además, de acuerdo a su análisis, algo positivo es que las noticias falsas, aparentemente, no marcaron tanta diferencia en los resultados de las elecciones en los Estados Unidos como se temía. No obstante, “los resultados tampoco descartan la posibilidad de que las noticias falsas tuvieran suficiente influencia como para ser fundamentales. Aun así, el resultado tranquilizador es que las personas no son tan crédulas e indiferentes a la verdad como algunos temen”.

A su juicio, la posverdad significa que hemos alcanzado una etapa en la conversación política “donde la indiferencia a la verdad se ha vuelto tan predominante que no hay, en efecto, ninguna verdad que sirva como punto de referencia”.

Agrega que “la indiferencia hacia la verdad, o mierda, como lo ha teorizado el filósofo Harry Frankfurt, ‘es el preludio de una era de posverdad’. Para hablar de tonterías, para poder identificarlas, debemos, todavía, suponer que la mayoría de las personas se preocupan por la verdad. Pero cuando la estupidez se convierte en la norma –cuando, por ejemplo, un presidente estadounidense puede decir una cosa o su contrario en la misma oración y no importa–, entonces estamos en la era de la posverdad. No creo que una sociedad que es indiferente a la verdad pueda funcionar por mucho tiempo. La realidad emitirá un doloroso llamado de atención, en algún momento”, sostiene.

Clases en Yale e investigaciones sobre el rol de la democracia en el trabajo

En su rol de profesora, cuenta que intenta enseñarles a los estudiantes a pensar más allá de lo que las cosas son, es decir, más en lo que las cosas deberían ser. “Uno pensaría que esta distinción es trivial, pero una y otra vez encuentro que a los estudiantes les cuesta mucho cuestionar el statu quo. Si existe, debe ser bueno; si no existe, debe ser imposible…. Ese es el tipo de razonamiento frente al cual tengo que luchar. Por lo tanto, intento mostrarles alternativas, mostrarles la historia de conceptos e instituciones y cómo hay mucho sobre lo que hoy llamamos democracia que tiene fallas y podría mejorarse”, cuenta.

Asimismo, explica que uno de los aspectos centrales de sus investigaciones tiene que ver con la democracia en el lugar del trabajo, donde la principal lección que ha aprendido es que “nuestra trivial suposición de que el lugar de trabajo es una esfera privada, exenta de una dimensión política, es equivocada”.

Agrega: “Hay cuestiones de justicia y dominación en el lugar de trabajo que urgen por un enfoque en términos políticos, y por político no me refiero solamente a regulaciones externas del Estado o sindicatos, sino a una firme reforma del gobierno y de las estructuras representativas de la firma. Actualmente, solo los inversionistas están representados al nivel de la junta de directores. Muchos problemas e injusticias no pueden ser apropiadamente atendidos por regulaciones estatales, poder de negociaciones sindicales, o cualquier buena intención que los representantes de los inversionistas puedan tener. Para que ciertos asuntos puedan ser atendidos, la única opción es dar más voz a los trabajadores, lo que probablemente involucra alguna forma de representación en la junta de directores. La solución, en otras palabras, es similar a la solución que tenemos a nivel de Estado”, subraya.

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