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«El exiliado y la mamushka»: la novela sobre las dictaduras de derecha e izquierda que gobernaron el siglo XX El libro de Guillermo Mimica fue lanzado en noviembre

«El exiliado y la mamushka»: la novela sobre las dictaduras de derecha e izquierda que gobernaron el siglo XX

«Los exilios suelen parecerse, como también los regímenes que los provocan», señala la contratapa de «El exiliado y la mamushka». «Yo he sido un exiliado por casi dos décadas, y he conocido a muchísimos otros exiliados: latinoamericanos, asiáticos, europeos y africanos. Siempre he observado en nuestras vivencias más similitudes que diferencias. ¿Vamos a seguir aún tozudamente diferenciando entre dictaduras buenas y malas?», se pregunta el autor.


Una reflexión sobre las dictaduras de derecha e izquierda que gobernaron el siglo XX, y los exilios que provocaron, es «El exiliado y la mamushka» (Editorial Cuarto Propio), del escritor Guillermo Mimica.

El libro recorre 27 años, entre 1990 y 2017, en la vida de Juan Alberto, un exiliado que vive en Francia, y su relación con Irina, una rusa anticomunista a la que conoce en un avión.

«La novela es un diálogo permanente entre los dos personajes principales, a priori disímiles, diferentes por sus trayectorias de vida y sus culturas», comenta el autor. «Y sin embargo, en el fondo, vamos descubriendo que son bastante cercanos».

La novela, junto a otros dos libros, sufrió la censura de la Municipalidad de Providencia en noviembre pasado. Finalmente fue presentado en el GAM el 22 de ese mes.

Historias cruzadas

En este libro, en tono ameno, sin pretensiones, Mimica construye un ágil relato de historias cruzadas que se van desenredando a través de un diálogo de dos décadas entre los dos personajes principales.

Juan Alberto es un ex activista político de izquierda en los campos del sur durante los tiempos de Allende, quien luego de ser arrestado y condenado durante la dictadura, sale del país rumbo al país galo. Irina, en tanto, es una rusa de Krasnodar que de joven se había casado con un soldado que se fue a combatir a Afganistán, donde muere, tras lo cual ella viaja a Estados Unidos para emparejarse con un hombre que conoce a través de una agencia matrimonial.

«Se conocen por casualidad en un avión, para juntarse unos años después en Francia y entablar una hermosa amistad», comenta Mimica. «El exiliado viajaba entonces a su país, a principios de los 90, acompañando a un amigo francés (Pierre), quien llega a Chile tras los rastros de un tío abuelo, sacerdote redentorista. Esta búsqueda de huellas ajenas – que es un tema recurrente en la novela – sirve también al exiliado, para entrar él también en la lectura tardía de su propio pasado».

El escritor Guillermo Mimica.

Basado en hechos reales

Irina es un personaje extravagante, pero al autor le «llegó solo, vino volando, no fui a buscarlo».

«Efectivamente conocí a una rusa en un avión, con quien sin hablar yo una pisca de ruso, ni ella de inglés, castellano o francés, nos entendimos de maravilla durante varias horas», cuenta Mimica. «Yo viajaba a Chile, volvía ‘a casa después de larga ausencia’, como dice la canción; ella viajaba a los Estados Unidos, a casarse. Había conocido por carta y por fotos a su futuro marido gringo. Es esta pequeña historia real la que da inicio a la ficción en la novela».

La rusa es ortodoxa, anticomunista y de una cultura profunda bastante diferente a la del exiliado chileno («que no soy yo, lo preciso», aclara Mimica).

«Pues bien, en esa diversidad se tejen, justamente, las contradicciones que pretende presentar la novela. No tengo ni he tenido vínculos con Rusia. Pero por razones de trabajo he estado en ese país varias veces; tuve amigos rusos, y he tratado de reflejar en Irina una parte del alma eslava: sentimental, excesiva, sensible…». El propio hecho que se trate de un personaje femenino aporta una sensibilidad complementaria a la novela, asegura.

«Ahora bien, seguramente en el dialogo permanente de los personajes, uno no puede abstraerse completamente a esas reflexiones y va poniéndole de su cosecha personal. Hay juicios de Juan Alberto que seguramente son míos, y varios de la ‘mamushka’ Irina también, probablemente. No pude dejar de darme un gusto personal un poco secreto, eso sí. Es pequeño, íntimo, y quienes me conocen bien sabrán identificar perfectamente mi venganza».

Un sobrevuelo al sangriento siglo XX

La novela es un libro que sobrevuela la historia de Occidente del siglo XX, con sus revoluciones y dictaduras. Como protagonista de la segunda mitad, ¿qué conclusión saca Mimica en retrospectiva, especialmente de la UP, la dictadura y la transición chilena?

«Efectivamente, a través de la vida de los personajes el libro evoca, presenta y en parte describe en detalle el período de la Unidad Popular, la brutalidad del golpe de Estado y de la dictadura», responde. «También el tiempo de la transición a la democracia más tarde y la evolución cultural de nuestro país».

En el libro, Juan Alberto va encontrando de a poco su historia personal, pero que es la historia reciente de Chile, la que se sigue escribiendo. En lo que le toca vivir hay incluso anécdotas de este año, de 2017.

«Evidentemente existe una visión crítica permanente hacia esos períodos donde se sacan a relucir constantemente las contradicciones del entorno y de los personajes», admite Mimica, aunque el protagonista diga en un momento de la novela que no es «de aquellos personajes que se cortan las venas juzgando su pasado con ojos del presente”.

La misma URSS es analizada desde “dentro” por una víctima del comunismo. Una víctima que bien lo podría haber sido de la dictadura de Pinochet.

«Alguno podrá corregir y precisar que se trata más bien del estalinismo; sin embargo es la misma ‘mamushka’ quien se encarga de responder a estas disociaciones más bien formales», explica.

Los exilios se parecen

«Los exilios suelen parecerse, como también los regímenes que los provocan», señala el libro en la contratapa. Es ése espíritu el que recorre todo el libro.

«Yo he sido un exiliado por casi dos décadas, y he conocido a muchísimos otros exiliados: latinoamericanos, asiáticos, europeos y africanos», revela Mimica. «Siempre he observado en nuestras vivencias más similitudes que diferencias».

«¿O es que acaso en este siglo XXI vamos a seguir aun tozudamente diferenciando entre dictaduras buenas …o justificadas ante las que habría de cerrar los ojos, y las malas que deberíamos siempre denunciar?», se pregunta.

«Creo que hay una esencia que caracteriza a todas las dictaduras: opresión, falta de libertad, delación, violación de los derechos humanos más básicos, adoctrinamiento, crimen…A mi edad, y con la experiencia que me ha entregado la vida, basta ya de levantar teorías explicativas que relativicen o justifiquen lo humanamente injustificable. Quien ha vivido en carne propia una dictadura sabe perfectamente de lo que hablo. ¡Qué más da la latitud donde ella exista!».

Los mensajes del libro

Y aunque no hay un mensaje explícito y Mimica prefiere que el propio lector los vaya descubriendo, se allana a revelar algunos: «Vencer nuestros propios miedos es una lucha permanente; hablamos de los temores individuales y los colectivos. Esa lucha es la que nos hace libres finalmente».

«Otro mensaje es el de saber asumir plenamente su pasado, con todas sus contradicciones; únicamente enraizándonos en nuestra historia es posible proyectarse hacia el futuro y mantener vigente los sueños y la esperanza».

Los personajes navegan por aguas que son a veces algo oscuras; han sido víctimas los dos, han sufrido los dramas de muchos de sus semejantes en los regímenes en que le tocó vivir, pero hay situaciones en que se puede transitar de victima a victimario más fácilmente de lo que se cree, señala el autor.

«Está por cierto presente, con todas sus palpables contradicciones, los temas de la reconciliación, el perdón y el castigo, componentes de un mismo drama, aquel que representa el sufrimiento humano».

Aún así, Mimica insiste en que ha preferido no sacar conclusiones.

«La novela es una reflexión abierta, para que cada lector se encamine, precisamente, hacia sus propias conclusiones. He tratado de escribir para eso, y me ha costado; para abrir la reflexión más que para cerrarla. Hay preguntas, hay interrogantes, hay pistas…pero me contento con esto, y creo que ya es bastante».

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