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El mejor profesor de Chile 2017: «¿Qué buscamos? ¿Un buen puntaje o un alumno íntegro?» Eduardo Cortés ganó la versión local del Global Teacher Prize

El mejor profesor de Chile 2017: «¿Qué buscamos? ¿Un buen puntaje o un alumno íntegro?»

Cree que «debemos tener una mirada distinta como país, sacarnos el individualismo y creer que sólo importo yo y nadie más. Si no, no vamos a crecer como país. Si miramos nuestro entorno, vamos a crecer. Tiene que ver con un cambio social, no pasa por una ley».


Eduardo Cortés (Santiago, 1981) es el flamante ganador del Global Teacher Prize en Chile de este año, y derrocha pasión por lo que hace. Estudió en la Universidad de Playa Ancha y hace clases en el colegio técnico profesional Diego Echeverría de Quillota, de la Congregación de los Hermanos Maristas, el mismo del cual egresó en enseñanza media.

Obtuvo el premio porque, entre otros, se dedicó a trabajar con sus alumnos en proyectos innovadores como un brazo robótico, una bicicleta que funciona con energía solar o una máquina de soldar hecha con transformadores de microondas.

Es un optimista nato y aunque tiene sus críticas al sistema educacional chileno, cree que siempre va a mejorar.

El profesor Eduardo Cortés.

Un colegio mágico

Aunque se crió de niño en Recoleta, a los ocho años su familia se mudó a Limache. Allí hizo la enseñanza básica, antes de hacer la media en Quillota. Se crió con su madre y su hermana, y se tituló como profesor en 2007. En pareja, se preparar para ser papá de una niña en enero próximo.

Siempre quiso ser docente porque tuvo buenos referentes en la escuela. Además «de alguna manera quería buscar tener una acción social. Uno no solamente hace clases, sino también hace de sicólogo, asistente social, amigo», comenta.

Por lo que dice, su colegio y sus profesores fueron fundamentales.

«Vengo de un colegio mágico, que da oportunidades para crecer, para ser escuchado, ser querido, ser atendido. Tuve profesores jefes que me ayudaron mucho, como el profesor Oscar Vicente Arancibia, que siempre se preocupó mucho de mí y de mi familia, de los problemas económicos, de los problemas que tenía en la casa. También un profesor de matemática, Héctor Gallegos Valenzuela, que quiere el alumno aprenda de verdad. Uno lo ve, se alegra cuando un alumno aprende, porque es muy didáctico. Una profesora de lenguaje, la profesora Gina Campos Spaguel, muy preocupada de nosotros, que nos trataba de amigos».

Todo esas cualidades -donde la preocupación por el otro es central-  hicieron que no sólo se sienta identificado hasta hoy con la escuela, sino que decidiera volver.

«Allí se respira un ambiente de calidez. El alumno del Diego Echeverría quiere a su colegio. Su sentimiento de pertenencia es súper importante. Uno le saca todo el provecho que se pueda para que el alumno se desarrolle», asegura.

Todo en un entorno como Quillota que él describe como alegre. Por algo esa comuna en 2015 logró el número 1 en la V Región en índices de felicidad, según la Fundación Piensa.

Para Cortés, sus alumnos son fundamentales.

Los niños felices

Por eso dice que la estadística oficial que señala que a la mitad de los niños chilenos no les gusta ir al colegio no corresponde en su caso. «Lo que yo estoy viendo a mi alrededor son chiquillos que están bien contentos con el sistema, que están trabajando».

Eso no es gratis, claro. Cortés dice que es necesario «buscar los medios para encantar a los alumnos», pero también una cohesión de la propia comunidad escolar, entre «el apoderado, el profesor y el estudiante».

«Si logramos hacer funcionar este triángulo de la mejor manera posible, no va a haber ninguna dificultad, no va a haber un niño desencantado en la sala, porque por un lado el apoderado va a estar codo a codo con el profesor, trabajando. Recordemos que la base de toda educación es la familia».

«Yo tengo que confiar en que el alumno es capaz de superarse a sí mismo y lograr las metas a corto y largo plazo. Si tenemos uno de esos actores no constructivos, la educación no puede avanzar. Cada uno tiene que tener el ánimo para ir mejorando», asegura.

SIMCE y PSU

Tras una década de ejercicio, para Cortés es inmensamente positivo, aunque también ha logrado formarse una opinión de una educación donde en algunos colegios las pruebas estandarizadas como el SIMCE han tomado un rol excesivo.

«Han sido diez años maravillosos. He podido desarrollar mis ideas, y he tenido el apoyo de la dirección siempre para los proyectos de innovación y la búsqueda de que los niños se desarrollen en otras áreas, no solamente en la sala con la pizarra y el plumón».

«Tengo una mirada más bien positiva de la que generalmente se construye, porque creo que hay cosas que no se están midiendo. Hay muchos colegios en los cuales logran objetivos bien valorados, pero en ámbitos que no son medibles. ¿Qué buscamos en educación de calidad? ¿Un alumno que tenga un buen puntaje en el SIMCE, en la PSU, o un alumno íntegro, responsable?». Para él, son cosas que no se están observando.

«Hay muchos colegas que estamos trabajando. Son muchos los que buscan que el alumno se desenvuelva en la sociedad, que desarrollen todas las habilidades que tienen. Si nos centramos en la PSU o el SIMCE, es típico que nos vamos a fijar en la brecha, pero yo hablo de otra mirada, de un profesor que ve que sus alumnos se están desarrollando, que vuelven al colegio y nos cuentan su vida».

Cortés cree que las pruebas son necesarias y que no hay que demonizarlas. «Hay que hacer de todo un poco. Obviamente hay que medir cuantitativamente cuál es el aprendizaje, los contenidos, pero también -y eso le hace falta al país valorar- el otro tema: la formación del alumno como persona».

Lo mismo pasa con la Evaluación Docente: aunque cree que es necesaria, piensa que hay cosas que no mide, como la cercanía o las habilidades blandas.

Cortés alaba la enseñanza técnico profesional, que históricamente ha sido poco considerada en el debate educacional.

«Es una educación que, de alguna manera, contribuye mucho a que el alumno desarrolle habilidades que le permitan desarrollarse en el futuro», asegura. «Ya no es una educación terminal, como se planteaba hace muchos años atrás. Ahora estamos viendo que el alumno con ese título puede estudiar o trabajar».

Cambios necesarios

En cuanto a los cambios necesarios para mejorar la educación, Cortés acepta que algunas demandas históricas del gremio -como reducir el número de alumnos por sala, que actualmente permite un máximo de 45- son importantes, pero piensa que «uno se las tiene que arreglar con lo que tiene y tratar de hacer lo mejor posible».

«Pueden existir mejoras, claro, pero no dependen de mí o de lo que yo pueda decir. Si tengo 45 alumnos en la sala y tengo que moverlos, hay que moverlos. Hay que hacer que ellos actúen y trabajen. Pero para eso uno que que buscar encantarlos. Ese es, de alguna manera, el sello de nuestro colegio, buscar que todos los jóvenes tengan participación, que sean los actores de la educación, desde su perspectiva y desde lo que ellos puedan aportar».

Cortés cree que los cambios realizados hasta ahora -como la Ley de Inclusión- han sido positivos, aunque aún haya cosas por mejorar.

«Lo importante es que la sociedad valore todo lo que se ha logrado y trabaje con lo positivo. Uno como profesor tiene que trabajar con lo bueno del alumno, voy a conseguir un resultado espectacular. Si no, no vamos a tener un resultado positivo. Criticar y criticar al alumno no nos va a llevar a ninguna parte. Lo mismo pasa con la sociedad. Ha habido avances -como la Carrera Docente, la gratuidad- y es necesario que eso lo valoremos y tengamos una mirada positiva de lo que se está logrando, más allá de criticar por criticar.

Él tiene fe de que las cosas van a seguir mejorando. «Tengo fe en mi colegio, tengo fe en mi ciudad, y obviamente tengo fe en mi país».

«Debemos tener una mirada distinta como país, sacarnos el individualismo y creer que sólo importo yo y nadie más. Si no, no vamos a crecer como país. Si miramos nuestro entorno, vamos a crecer. Tiene que ver con un cambio social, no pasa por una ley».

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