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Historiador español compara la tragedia histórica del genocidio selk’nam con la sufrida por los judíos José Luis Alonso Marchante participó en un conversatorio el pasado viernes

Historiador español compara la tragedia histórica del genocidio selk’nam con la sufrida por los judíos

Calcula que la población selk’nam antes de la invasión de las tierras por los colonizadores podía estimarse alrededor de 4.000 habitantes. Sólo sobrevivieron unos cientos de personas.


Una intensa actividad tuvo en Chile en los últimos días el historiador español José Luis Alonso Marchante (Gijón, 1971), autor del libro «Menéndez, el rey de la Patagonia» (Editorial Catalonia), que participó el pasado viernes en el conversatorio «Genocidio y latifundio. Los Selk’nam de tierra del fuego» con su colega chileno Alberto Harambour Ross.

El encuentro fue gestado por la casa editora dado el éxito que ha tenido el libro de Marchante, que fue publicado hace tres años por Catalonia en Chile y Losada en Argentina, y ya tiene nueve ediciones.

«Pensamos que era interesante centrar la exposición en los Selk’nam, que es uno de los temas que más interesan al lector», cuenta el español. «Le propusieron participar a Alberto Harambour Ross, que aceptó enseguida. Se trata de uno de los historiadores chilenos que ha estudiado con mayor profundidad todo el proceso del genocidio de los pueblos autóctonos de Patagonia y Tierra del Fuego, así como sus consecuencias posteriores en la región».

En el conversatorio, los especialistas conversaron sobre el proceso de colonización de la región patagónica, desde finales del siglo XIX hasta las primeras décadas del siglo XX, que tuvo unas características muy concretas relacionadas con la introducción de la ganadería ovina.

La producción extensiva de lana con destino al mercado británico favoreció la creación del latifundio y la acumulación de todas las tierras en manos de unas pocas familias. La persecución de los habitantes originarios, la explotación de los trabajadores rurales y la formación de fabulosas fortunas fueron algunos de los aspectos interrelacionados de este proceso.

El historiador José Luis Alonso Marchante.

Los selknam, víctimas del choque

Los selk’nam tradicionales eran un pueblo de cazadores nómadas que habitaban el interior de la Tierra del Fuego. A diferencia de sus vecinos kawésqar o yaganes, que se movían en canoas, los selk’nam recorrían a pie sus territorios de caza o haruwen, siempre en pos del guanaco al que abatían con arco y flechas, cuenta Marchante.

«Vivían en una sociedad muy igualitaria, con tendencia a compartir entre todos los alimentos. La mujer tenía un papel protagonista y los ancianos eran muy valorados por su experiencia y sabiduría. Eran en esencia un pueblo pacífico, cuyas armas se habían diseñado para la caza, nunca para la guerra».

Agrega que además tenían una compleja vida espiritual, con ceremonias como el Hain en la que se pintaban los cuerpos y representaban a los poderes de la naturaleza. Además consiguieron mantener su modo de vida ancestral durante milenios.

Fue el pueblo de la zona que más tarde entró en contacto con los colonizadores, «aunque desgraciadamente fueron los que más violentamente sufrieron el choque con los invasores de sus tierras», según el especialista.

Selknam en ceremonia Hain.

Por culpa de Chile y Argentina

Marchante señala que en octubre de 1520, cuando Magallanes atravesó el estrecho que hoy lleva su nombre, no pudo ver a ninguno de los habitantes de Tierra del Fuego. Pasaron los siglos sin apenas contacto, hasta que Chile y Argentina se reparten la isla que los selk’nam llamaban Karukinká, trazando una línea recta que atraviesa por el centro el territorio selk’nam.

«Comienzan las exploraciones militares y, en 1886, se forman las primeras estancias en territorio chileno, a la que seguirán muy pronto las haciendas del lado argentino. La ocupación de la estepa fueguina con ovejas supone la práctica desaparición del guanaco, el alimento principal de los selk’nam. Entonces, para no morir de hambre, los selk’nam comienzan a alimentarse de las ovejas que tan misteriosamente han aparecido en su territorio».

Los dueños de las estancias, la mayoría sociedades con sede en Londres ya que será el mercado británico el que absorba toda la producción lanera, dan orden a sus empleados y capataces para que disparen a los merodeadores. Según Marchante, a partir de ahí comienzan los asesinatos que se transformarán enseguida en un genocidio en toda regla, cuando estancieros, autoridades y religiosos acuerden la deportación de toda la población indígena, hombres, mujeres, niñas, niños, ancianos, a la isla Dawson, de donde nunca saldrán.

Niños selknam en isla Dawson.

Una tragedia histórica

En su libro, Marchante dedica un capítulo entero al genocidio selk’nam, «una tragedia histórica que podemos equiparar a la sufrida por los armenios o los judios», con deportaciones, asesinatos, separación de hijos de sus padres, trabajadores esclavos, etc.

«Los únicos que los defendieron fueron los primeros sacerdotes salesianos, que denunciaron las matanzas y persecuciones. Sin embargo, con las misiones de Isla Dawson y Río Grande los religiosos actuaron muy torpemente ya que, a causa del hacinamiento y el obligado sedentarismo, terribles epidemias se propagaron entre los confinados, provocando una mortandad aterradora».

A esto se suma que, con el paso del tiempo, los salesianos se convirtieron en aliados de las grandes familias latifundistas, vendiéndoles las tierras misionales -que el Estado les había entregado gratuitamente- y aceptando jugosas donaciones de las compañías ganaderas, cuenta el historiador.

«El resultado fue que la generación posterior de historiadores salesianos -Massa, Entraigas, Belza, Del Valle, etc- pergueñaron una historia complaciente en la que los terratenientes eran hombres sin tacha a los que había que agradecer todo el progreso de la región. Ni una palabra sobre las matanzas de indígenas, aunque en su correspondencia privada reconocían que habían sido causadas por los ganaderos».

Mujeres selknam en un taller de costura.

Miles de muertos

Marchante calcula que la población selk’nam antes de la invasión de las tierras por los colonizadores podía estimarse alrededor de 4.000 habitantes. Sólo sobrevivieron unos cientos de personas.

«Los primeros asesinatos se producen en el norte de la isla, donde se instalan inicialmente las estancias ganaderas. El 25 de noviembre de 1886 el Ejército argentino al mando de Ramón Lista provoca la matanza de San Sebastián, que causa 28 muertos entre los nativos y un número indeterminado de heridos y prisioneros».

A partir de 1891 comienzan las deportaciones a isla Dawson que alcanzarán su cénit en 1895 cuando son capturadas 165 personas. Alexander MacLennan, el capataz de José Menéndez, trabajó en las estancias del lado argentino hasta 1907, siendo el más reputado «matador de indios», algo que él mismo reconocía. El fue el causante de la matanza del Cabo Peñas, con 14 víctimas reconocidas, expone Marchante.

– ¿Quedan selknam hoy en día? ¿Qué queda de su cultura?

– Por supuesto, hubo sobrevivientes a las matanzas y persecuciones. En las cercanías del lago Khami y el río Fuego se refugiaron varias familias que terminaron integrándose en el trabajo estanciero como campañistas o domadores. Las mujeres pasaron a trabajar en el servicio doméstico de las casas de los colonos. Hoy más de 250 descendientes integran el padrón en la provincia de Tierra del Fuego y se organizan alrededor de la Comunidad Rafaela Ishton. Margarita Maldonado, mujer selk’nam, es autora del libro «Entre dos mundos», publicado en 2014. Y Miguel Pantoja es uno de los miembros más activos de la comunidad, que presentó un trabajo sobre el genocidio en el último Foro de Pueblos Originarios. Hay que desterrar la idea de la extinción y remarcar que los selk’nam existen y están muy activos.

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