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A 30 años del mayor éxito medioambiental de la historia: la reducción del agujero de la capa de ozono El acuerdo de Montreal antecedió las discusiones sobre Cambio Climático, uno de los temas centrales del Debate Presidencial Congreso Futuro

A 30 años del mayor éxito medioambiental de la historia: la reducción del agujero de la capa de ozono

Tal como Trump con el Acuerdo de París, Estados Unidos tampoco apoyó el Protocolo de Montreal, pero la detección inequívoca –a inicios de la década de los 80 del siglo pasado– del agujero de ozono sobre la Antártica, aceleró la firma del acuerdo internacional el 16 de septiembre de 1987, mediante el cual más de un centenar de países –incluido Chile– acordaron limitar la emisión de estas sustancias dañinas para la capa de ozono. Científico chileno destaca que el protocolo pudo firmarse porque los fabricantes de las sustancias a disminuir no tenían el poder de lobby que sí tiene la industria petrolera, gran responsable de la emisión de los gases que causan el efecto invernadero.


Cuando Donald Trump anunció en junio que Estados Unidos abandonaría el Acuerdo de París sobre cambio climático, no estaba haciendo nada que no hubiera anticipado él mismo. Trump no cree en el cambio climático, como antes tampoco creía en el agujero de ozono. De esta forma, su país, junto a Nicaragua y Siria, son los únicos que no forman parte de ese acuerdo global.

El Acuerdo de París tiene como objetivo reducir las emisiones que causan el efecto invernadero, el cual a su vez tiene consecuencias catastróficas en el medio ambiente, debido al aumento de las temperaturas, con subidas del nivel del mar, y periodos de sequía y lluvias más agudos, que afectan a las cosechas y la producción de alimentos. De no cumplirse, Estados Unidos –el segundo emisor detrás de China– contribuirá al empeoramiento de la calidad de vida, no solo en el país norteamericano sino también en todo el planeta.

Temas que constituirán uno de los ejes centrales del Debate Presidencial Congreso Futuro, que se llevará a cabo este jueves 14 de septiembre a través de la señal de CNN Chile y vía streaming por El Mostrador.

Lo destacable es que el Acuerdo de París cuenta con un poderoso predecesor, el Protocolo de Montreal, de cuya firma se cumplen 30 años este sábado. Este tuvo gran éxito en su objetivo de reducir el uso de sustancias que causaban la desaparición de la capa de ozono, que protege al planeta de los rayos ultravioleta.

Un acuerdo exitoso

El adelgazamiento de la capa de ozono –o la disminución de la abundancia de ozono atmosférico– es consecuencia de la presencia en la atmósfera de sustancias destructoras de ozono (como el bromuro de metilo, el metilcloroformo, el tetracloruro de carbono y las familias de halones y clorofluorocarbonos). Estas sustancias eran, hasta fines de los años 80 del siglo pasado, comunes en refrigeradores, desodorantes, lacas e insecticidas.

La detección, a inicios de dicha década, del agujero de ozono sobre la Antártica, aceleró la firma del Protocolo de Montreal el 16 de septiembre de 1987, mediante el cual más de un centenar de países –incluido Chile– acordaron limitar la emisión de estas sustancias dañinas para la capa de ozono. Treinta años después de la firma del Protocolo, sus frutos han comenzado a apreciarse.

Raúl R. Cordero, líder del grupo de investigación climática de la Universidad de Santiago de Chile, explica que “las concentraciones en la atmósfera de sustancias destructoras de ozono comenzaron a disminuir a nivel global hace una década, mientras que el agujero de ozono alcanzó su máxima extensión el 24 de septiembre del 2006″.

El equipo de investigación liderado por Cordero monitorea el ozono antártico desde hace un lustro y destaca que en los próximos 30 años se verán aumentos y disminuciones tanto en la extensión como en la profundidad del agujero. Sin embargo, se muestra optimista en que no haya cambios de tendencia y que la recuperación de la capa de ozono se consolide como irreversible.

Señales de recuperación

«Aunque el cierre del agujero es un proceso paulatino que tomará aun décadas, hoy podríamos estar observado las primeras señales de recuperación de la capa de ozono, cuyo agujero solo está remitido a la Antártica. Esperamos el cierre total del agujero sobre la Antártica antes de fines de este siglo”, indica Cordero.

Destaca al Protocolo de Montreal como “el tratado medioambiental más exitoso de la historia”, por haber evitado aumentos potencialmente catastróficos en la radiación solar ultravioleta (UV), considerando el rol del ozono como protector de los organismos vivos frente a la UV.

“El Protocolo de Montreal es uno de los mejores ejemplos de cómo la buena ciencia lleva a tomar buenas decisiones políticas, que puede cumplirse y ser exitoso. Casi todos los países adhirieron y cumplieron razonablemente con lo comprometido. De hecho, gracias al protocolo estamos logrando reparar uno de los mayores daños provocados por la actividad humana en el planeta y eso es una noticia extraordinariamente positiva, de la que sin duda podemos sacar lecciones para enfrentar desafíos globales futuros”, asegura.

Consecuencia catastrófica

Sin el acuerdo, «no se hubiese evitado la expansión del agujero de ozono a otras latitudes, habría disminuido la capa de ozono en todo el planeta y aumentado la radiación ultravioleta en cantidades catastróficas. Este último aumentó muy poco gracias al protocolo. Sin él estaríamos fregados», señala Cordero.

«La radiación ultravioleta es esterilizante, daña el núcleo celular y causa cáncer. Daña todos los tejidos celulares, de vegetales, animales y humanos. Una de las razones por las que no hay vida en la Luna y otros planetas es la radiación UV» y la ausencia de una capa de ozono, detalla.

De no haber Protocolo, se calcula que en la segunda mitad del siglo la radiación habría aumentado entre tres y cuatro veces. «No podríamos estar al sol, solo tapados o encremados. Además habría sido difícil que las plantas sobrevivieran», explica el investigador.

Un protocolo vivo

El científico también destaca que se trata de un protocolo «vivo», al cual se le pueden ir agregando sustancias peligrosas.

«No es un acuerdo que se firmó y se murió, sino que sigue vivo y cada cierto tiempo se enmienda. La última fue en octubre de 2016. Durante treinta años la comunidad internacional ha estado comprometida con salvar la capa de ozono y con ello la vida en el planeta», puntualiza.

El protocolo «es un ejemplo de que la comunidad sí se puede poner de acuerdo para resolver un problema. Contuvo el problema, evitó un escenario catastrófico. La moraleja: cuando hay voluntad política, se puede poner de acuerdo. No fue una utopía, se hizo, ya pasó». Por lo mismo, cree que «el Acuerdo de París tiene esperanza, hay que forzar la voluntad política».

El poder del lobby

Cordero también destaca que el Protocolo de Montreal pudo firmarse porque los fabricantes de las sustancias a disminuir no tenían el poder de lobby que sí tiene la industria petrolera en el caso del Acuerdo de París.

Y señala que, mientras ningún científico niega el cambio climático –»sería como encontrar un biólogo que no crea en la evolución»–, los «negacionistas climáticos», en el caso de Estados Unidos, «reciben un salario» por difundir sus tesis».

«Son negacionistas económicos. Trabajan en la industria que emite gases del efecto invernadero y tienen intereses importantes», apunta. «Son profesionales. La industria que no quiere cambiar, les paga. Si tú vendes petróleo, no quieres decir que el petróleo contamina», plantea.

De hecho, recuerda que en la época del Protocolo de Montreal también hubo «negacionistas» del agujero en la capa de ozono, algunos de los cuales eran de la industria afectada, como los fabricantes de refrigeradores o aire acondicionado.

«La estupidez es tan extraordinaria que, si googleas ‘Donald Trump’, va a aparecer hablando el año pasado negando la existencia del agujero de ozono». Ya en 2011, el hoy gobernante estadounidense señalaba en un discurso que el grosor de las paredes de la Trump Tower impedía que los gases del spray de cabello llegaran a la capa de ozono.

En cambio no hay negacionistas en el resto del mundo desarrollado, ni en China, agrega.

Cordero advierte, asimismo, sobre el creciente rol del calentamiento global.

“El aumento de las concentraciones en la atmósfera de gases de efecto invernadero y su interacción con las variaciones de ozono sobre la Antártica que aún se esperan en las próximas décadas, hacen necesario continuar el monitoreo del clima antártico. Afortunadamente, en eso está el foco de la investigación polar chilena”, concluye.

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