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“Las últimas tribus”: Aventura, respeto y enseñanzas con calidad audiovisual Crítica de Televisión de la serie que se emite por Canal 13

“Las últimas tribus”: Aventura, respeto y enseñanzas con calidad audiovisual

Gustavo Adolfo Cárdenas Ortega
Por : Gustavo Adolfo Cárdenas Ortega Abogado, Comunicador Social. Tiene estudios de postgrado en Comunicación Social, Humanidades y Filosofía. Ha sido directivo en el sector de la educación superior privada. Profesor universitario y columnista.
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La serie es una verdadera aventura, en el sentido propio del concepto, que cuenta con un periodista-reportero-conductor que se adentra en zonas geográficas de difícil acceso e ingresa en la cotidianidad de grupos tribales que aún viven aferrados a la naturaleza, conforme a usos y costumbres ancestrales que se han ido trasmitiendo a través de las generaciones.


El sábado recién pasado se emitió por Canal 13, en horario nocturno, el tercer capítulo de la serie documental Las últimas tribus, creada y conducida por el periodista Jorge Said. La noche del sábado ha sido tradicionalmente destinada por la televisión abierta a programación de magazine, de farándula o folletín, desplegando ingentes recursos en contenidos más bien banales e irrelevantes. Por lo mismo, hace bien Canal 13 al introducir en esa franja un programa como el mencionado, de nítido corte cultural y significativo interés antropológico y humano, que entrega un aporte no desdeñable en medio de una oferta televisiva no solo reiterativa y pobre, sino vulgar y asaz dañina para la conservación y fomento de valores ampliamente compartidos.

Las últimas tribus es una verdadera aventura, en el sentido propio del concepto, que cuenta con un periodista-reportero-conductor que se adentra en zonas geográficas de difícil acceso e ingresa en la cotidianidad de grupos tribales que aún viven aferrados a la naturaleza, conforme a usos y costumbres ancestrales que se han ido trasmitiendo a través de las generaciones. Esta aventura permite presentar en pantalla, compartir con las audiencias, formas de existencia que perviven inalterables como hace siglos, de una manera no invasiva ni paternalista, como con frecuencia la televisión presenta estas realidades.

El conductor de este programa se muestra en todo momento curioso, motivado, interesado, dócil y respetuoso de las situaciones sociales, comunitarias, domésticas que va descubriendo, y se encarga de destacar aspectos como las dinámicas de subsistencia de estos grupos, las formas económicas que procuran lo necesario para el sustento, el trabajo colaborativo, las relaciones personales y jerárquicas en el interior de los asentamientos, los mitos tribales, las claves religiosas, las costumbres y los rasgos más llamativos que permiten caracterizar y valorar a estos arcanos colectivos de seres humanos.

También pone énfasis, parece conveniente resaltarlo, en aspectos que bien pueden aportar enseñanzas para los occidentales y las formas de civilización a que estamos acostumbrados, como la relación que esos aborígenes actuales establecen con la naturaleza, el valor de las relaciones humanas, la importancia de las formas de concebir y configurar las parejas, el papel de los niños y los jóvenes, la función tutelar de los ancianos. Todos estos elementos van llenando y animando la pantalla con contenidos relevantes, útiles, gatilladores de asombro, de reflexiones, de conversaciones; despiertan en el televidente el espíritu crítico y conducen a tomas de consciencia respecto de nosotros mismos, de la convivencia que nos ocupa, de la sociedad en que vivimos, de cómo estamos asumiendo y resolviendo los desafíos que nos presenta el tiempo y el mundo.

Por otro lado, la serie ofrece un trabajo televisivo, audiovisual, destacable, con imágenes bien concebidas, buena composición y depurada fotografía, en el contexto de un código narrativo -visual y sonoro- eficaz, fluido, ameno, entretenido y no exento de notas de humor, que revela un consistente trabajo de montaje y da lugar a un espacio televisivo de buena factura. Hay que afirmarlo sin complejos: es simplemente televisión de alta gama; no pretende ser cine ni ninguna otra expresión audiovisual. Asume, respeta y le saca partido al lenguaje propio y específico de la televisión y al formato seleccionado.

Es realmente positivo, sin ninguna duda, que la noche del sábado cuente ahora con una nueva opción de contenidos en la televisión abierta, que vaya directamente a disputarle el terreno a programas que finalmente perpetúan unas formas televisivas que, en el fondo, no respetan a las audiencias. Destacable, por lo tanto, la determinación programática de Canal 13, y auspicioso el inicio de este interesante ciclo de Las últimas tribus.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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