Publicidad
Entrevistando a Warhol Opinión

Entrevistando a Warhol

El eje central de “Andy Warhol. Ícono del Arte Pop” no son las pinturas, la tinta serigráfica, ni los objetos, sino la historia misma de este enigmático personaje, el mismo que declaró que prefería seguir siendo un misterio, al que no le gustaba hablar de su pasado y el que cada vez se inventaba una historia diferente ante los periodistas con tal de no develar su intimidad.


Una imagen doble de Elvis Presley apuntando a la cámara sirve como telón de fondo. Delante, vestido de negro, con las piernas cruzadas y sentado muy derecho sobre un taburete está Andrew Warhola, el hijo de inmigrantes eslovacos reconocido mundialmente como Andy Warhol. Un close-up muestra un plano cerrado de su cara, con su característica y nada discreta peluca plateada, anteojos oscuros, y una expresión ligeramente desconcertada en su rostro anguloso y blanquecino, mientras se pasa los dedos repetidamente por la boca entreabierta. Alternadas con series de uhms y ahs, se cuelan algunas frases sueltas, escuetas, casi desganadas.

—Estoy resfriado. Y no, uh, puedo, uh, pensar en nada —señala con voz plana, hablando lentamente, como si le costara pronunciar cada sílaba— Sería tan agradable si usted me dijera las respuestas para que yo las repita después de las preguntas. Eso sería lo mejor; porque yo siempre estoy tan vacío que no tengo nada que decir. Siempre he sentido que mis palabras surgen de alguna parte a mis espaldas y no de adentro mío. No quiero acercarme mucho a nada o a nadie. No me gusta tocar las cosas. Por eso mi obra está tan distante de mí mismo. Preferiría ser un misterio. Ser una superficie. Porque así veo yo las cosas. Sólo su superficie… —confiesa en una entrevista grabada en video en 1966, cuando tenía más o menos 38 años.

Si todavía estuviera vivo, hoy tendría casi 90. ¿Qué pensaría de que una selección de 228 de sus obras se exhiba en un país como Chile, prácticamente en la cola del mundo? En una de sus biografías se menciona que, buscando inspiración para una película, en su taller conocido como The Factory, alguien le sugirió hacer un musical sobre Eva Perón. Con una expresión asqueada, Warhol lo miró y le dijo: “Eres la única persona que conozco a la que le importa América del Sur”. Si supiera que a tres semanas de su inauguración la exposición ya había recibido más de 50 mil visitantes, que las filas para entrar a las salas en un momento cualquiera alcanzan fácil las 150 personas, ¿pensaría lo mismo?

Conocidas son las odiseas de los periodistas que intentaron averiguar lo que pensaba, retratarlo, obtener de él alguna frase célebre o simplemente un comentario sobre su vida y obra. Armados con ingeniosas pautas de preguntas sólo lograban sonsacarle uno que otro monosílabo, un “Sí”, un “No”, una respuesta evasiva o una frase robada de algún otro famoso. Gretchen Berg, una joven periodista de 23 años, pudo conversar con él en varias oportunidades y escribió la que fue considerada como la mejor entrevista que alguien le hiciera al artista, titulada: “Andy Warhol. Mi verdadera historia”. En ella aparecen algunas de sus más famosas citas, incluyendo esta: «Si lo quieres saber todo de Andy Warhol, basta con que te quedes en la superficie: de mis cuadros, de mis películas y de mí mismo. Ahí estoy. No hay nada más detrás».

Un recorrido por esta superficie es lo que ofrece la muestra del Centro Cultural La Moneda en Santiago, desde los primeros dibujos que realizara como ilustrador para revistas de moda y almacenes comerciales de Nueva York, hasta las últimas obras que pintó, ya como artista consagrado, antes de su muerte en 1987. En salas cubiertas con colores brillantes, fucsia, verde, amarillo e incluso plateado —como un guiño a las paredes de The Factory— y decoradas con espejos, se pueden apreciar algunos de los famosos íconos que forman parte del imaginario contemporáneo, como Marilyn Monroe o Elizabeth Taylor, la lata de sopa Campbell’s o las cajas de jabón Brillo. Complementan la exposición una colección de fotografías polaroid, y un par de películas, como la imbancable “Empire” con una sola toma en cámara lenta del edificio Empire State, de más de ocho horas de duración.

Una vez dijo que la vida es como una serie de imágenes que cambian a medida que se repiten, tal como sus obras realizadas mediante la técnica de la serigrafía. Warhol industrializó el arte, no sólo llevando a las galerías objetos triviales fabricados en cadena, como latas de sopa o botellas de Coca-Cola, sino a través de lo que él mismo llamaría —en una entrevista con David Bourdon en 1963— un arte mecánico, que le permitía “explotar las imágenes a través de técnicas comerciales de reproducción múltiple”. En la exposición, por ejemplo, se puede ver el retrato serializado de Mao Zedong, célebre dirigente de la República Popular China, convertido en figura kitsch.

Pero el eje central de “Andy Warhol. Ícono del Arte Pop” no son las pinturas, la tinta serigráfica, ni los objetos, sino la historia misma de este enigmático personaje, el mismo que declaró que prefería seguir siendo un misterio, al que no le gustaba hablar de su pasado y el que cada vez se inventaba una historia diferente ante los periodistas con tal de no develar su intimidad. Irónicamente, la exhibición recibe a los visitantes con una breve historia de su vida y una línea de tiempo: Andy Warhol en 20 hitos. La mayoría, sin embargo, parece pasar de largo, sin prestar demasiada atención a los textos de muro. La muerte del padre, la decisión de la familia de sacrificarse para que uno de sus hijos –Andy– hiciera uso de los ahorros y financiara sus estudios. Su paso de ilustrador famoso a artista plástico y luego a celebridad. La muerte de su madre, que no le mencionó a nadie, ni siquiera a su pareja. Los tres disparos que estuvieron a punto de matarlo a los 40 años. Todo esto parece tener una importancia secundaria al lado de las pinturas de colores vibrantes, los retratos de famosos y la posibilidad de registrarlo todo con la cámara del celular; de captar la selfie perfecta con Stallone o Liza Minelli en segundo plano. Y si alguien se detuviera demasiado frente a un cuadro, los paparazzi chasquearían la lengua y tratarían de hacerlo a un lado, ¿qué acaso no ve que están tratando de sacar una foto? ¿Qué pensaría Warhol de esta manera de experimentar su arte? ¿Sería también un asiduo a las selfies?

Sí era un fanático declarado de registrar las conversaciones con su grabadora portátil marca Sony, que llevaba a todos lados. En 1969 creó una revista llamada Interview, donde publicaba conversaciones completas, fieles hasta el último suspiro, de celebridades, amigos y conocidos que pasaban por su taller. Profeta del arte pop y uno de los personajes más célebres del siglo XX, lo cierto es que, a pesar de la atracción que sentía hacia este género periodístico, poco se conoce de él a través de sus propias entrevistas. Años después de esa gran y reveladora publicación de Gretchen Berg salieron a la luz las grabaciones, dejando entrever que algunas de sus más divulgadas frases fueron editadas, y que el Warhol de la transcripción fue mucho más locuaz que el del audio, tal y como era su costumbre. Al igual que sus pinturas, aparentemente triviales, la peluca, voz impostada y maneras afectadas que adoptó con el tiempo, sus discursos frente a la prensa también parecían estar destinados más a ocultar que a revelar al verdadero Warhol.

—No es que no me guste hablar de mí; es que, de veras, hay poco que decir de mí— le confesó esa vez a Berg, y terminó diciendo—: La verdad es que no hay nada que entender en mi obra.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias