Publicidad
Rigoletto en El Municipal de Santiago, una novedosa relectura que no dejó a nadie indiferente Max Valdés a cargo de la dirección musical cumplió cabalmente con las compleja exigencias

Rigoletto en El Municipal de Santiago, una novedosa relectura que no dejó a nadie indiferente

Dentro de esta lógica, la propuesta de Walter Radcliffe nos invita a entrar a ese mundo interno donde lo oscuro, lo negro es su pathos, ese es el color el que domina la acción. En la escenografía, Kasper Glarner plantea un escenario con hojas que se abren y repliegan mostrando ambientaciones móviles con pocos elementos. El reto, a mi parecer, fue el cómo plasmar en lenguaje teatral la mente humana, la mente del grosero, rudo, furioso, Rigoletto. Con un evidente cambio a la época actual, el escenario es la mente del bufón. El vestuario contemporáneo, no es un gran tema, si bien en Gilda hay una propuesta: pasa de la niña con peluches y pijama a la joven que se sacrifica por amor vestida con jeans y zapatillas funciona bien. La iluminación de Ricardo Castro es cómplice de esta propuesta y será difícil olvidar el túnel negro al cual se dirigen Gilda con sus asesinos.


Inspirado en la novela de Víctor Hugo, Le Roi s’amuse, con el libreto de Francesco María Piave y la música de Giuseppe Verdi, Rigoletto es descrita por muchos como la ópera perfecta, en la que no sobra ni falta una nota, con un notable desarrollo psicológico de los personajes. Verdi logra con esta ópera, estrenada en 1851, dar un paso en la complejidad del drama musical.

Más que un bufón de la corte, Rigoletto es un hombre que busca la venganza. Vive en un mundo superficial y mundano de la corte, donde su rol de divertir se opone al de su vida real: jorobado, viudo, con una hija que adora y a la cual esconde. La comedia de la corte se transforma en una tragedia de venganza. Como la tragedia griega, los personajes están predestinados y nada puede cambiarlo, Rigoletto está destinado a vengar y lo hace. Con la maldición de Monterone, el augurio solo puede y debe cumplirse.

Dentro de esta lógica, la propuesta de Walter Radcliffe nos invita a entrar a ese mundo interno donde lo oscuro, lo negro es su pathos, ese es el  color el que domina la acción. En la escenografía, Kasper Glarner plantea un escenario con hojas que se abren y repliegan mostrando ambientaciones móviles con pocos elementos.  El reto, a mi  parecer, fue el cómo plasmar en lenguaje teatral la mente humana, la mente del grosero, rudo, furioso, Rigoletto. Con un evidente cambio a la época actual, el escenario es la mente del bufón. El vestuario contemporáneo, no es un gran tema, si bien en Gilda hay una propuesta: pasa de la niña con peluches y pijama a la joven que se sacrifica por amor vestida con jeans y zapatillas funciona bien. La iluminación de Ricardo Castro es cómplice de esta propuesta y será difícil olvidar el túnel negro al cual se dirigen Gilda con sus asesinos.

Una novedosa relectura en la que no cabe la belleza, no es la estética tradicional y el equipo se la jugó por la mirada interna mayor en complejidad que la externa basada en la critica social. No es habitual estas propuestas en el Municipal por lo que hubo resistencia y abucheos del público. Pero estas miradas son necesarias para renovar las audiencias.

En la orquesta, Max Valdés a cargo de la dirección musical cumplió cabalmente con las compleja exigencias planteando una lectura que tuvo lirismos, musicalidad y brío. Destaca especialmente en el tercer acto donde la tragedia se desata y ya Rigoletto no puede escapar a su destino. El dúo de Rigoletto con Gilda es de los puntos altos de la función. La dirección musical pone mucho cuidado en lo vocal y permite la fluidez en los conjuntos. Sobresale el coro dirigido por Jorge Klastornick.  Tengo la impresión que Valdés se la juega por la propuesta de Radcliffe sin traicionar a Verdi.

En las voces tuvimos un gran elenco muy parejo que no es casual. El barítono rumano Sebastián Catana, dueño de un registro vocal matizado, con lirismo y forza en su justo equilibrio, convenció a la audiencia de su complejo rol protagónico. Catana convenció por un gran punto: cantó con el corazón. Su Pari siamo y Si Vendetta tremenda vendetta fueron sublimes. Ya lo conocíamos porque había participado en Due Foscari hace dos años y confirmó su excelencia en los roles verdianos.

Gilda por su parte estuvo a cargo de la soprano española Sabina Puértolas que, con su juvenil figura, deslumbró con sus pianissimos, su bello color y magistral transformación de niña enamorada a joven que se sacrifica. El duque es interpretado por el chino Yijie Shi que lo conocimos en óperas de Rossini, confirma su madurez y pudo cumplir con este rol verdiano que es el salto natural de Rossini a Verdi. Pudo abordar con holgura su personaje y demostrar la facilidad de sus agudos en las dos arias livianas que lo consagran: Questa o quella y La donne e mobile.

Confirman este exitoso Rigoletto el bajo Alexey Tikhomirov como un sólido Sparafucile, y Magdalena de Judit Kutas, dueña de hermoso registro graves. El resto de los personajes está compuesto por intérpretes chilenos: un notable avance demuestra Ricardo Seguel en su furioso Monterone, y sólido Javier Weibel como Marullo. Muy bien Claudio Cerda como Borsa, Rodrigo Navarrete como el Conde de Ceprano y la elegantísima Pamela Flores como Condesa de Ceprano. También destacan Claudia Lepe como Giovanna, Carolina Grammelstroff como Paje y Francisco Salgado como Ujier.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias