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Obra “No tenemos que sacrificarnos por los que vendrán”: La historia secreta de Chile Crítica teatral

Obra “No tenemos que sacrificarnos por los que vendrán”: La historia secreta de Chile

Contrario a cualquier afán pedagógico o discursivo, la obra muestra la base ideológica que está tras la reforma laboral de Piñera y que es aún el sistema que nos rige mayoritariamente, expuesta en los términos de quienes la discutieron y aprobaron.


La frase que da título a esta obra del Colectivo Zoológico puede sonar rotunda y críptica si se saca de su contexto. Sin embargo, es una afirmación brutal que más allá de lo que ilustra directamente -las consecuencias de la reforma laboral que se estaba preparando en plena dictadura militar- es una poderosa alegoría de los costos futuros del sistema económico, social y cultural que se estaba incubando y de cuyos devastadores efectos ya había plena conciencia.

La inspiración son las “Actas N° 372-A”, un grupo de cinco reuniones secretas realizadas en 1979 entre la Junta Militar y asesores civiles respecto a la conformación de un nuevo plan laboral, creado e impulsado por el entonces joven Ministro del Trabajo José Piñera. En estos encuentros, el ideario económico-ideológico de la dictadura y de sus pensadores civiles empezó a tomar cuerpo bajo el principio de la modernización del estado chileno según la lógica del modelo neoliberal.

La compañía, que realiza una retrospectiva de sus obras en el Teatro Sidarte, toma la transcripción literal de estas actas como el texto dramatúrgico, en un juego documental que dispara su significado mucho más allá del efecto de denuncia al convertirse en un especie de laboratorio ideológico de las propuestas aprendidas por los jóvenes economistas chilenos conocidos como los “Chicago boys”. Al ser pronunciadas por los protagonistas logra un tono satírico que encuentra en el humor negro el camino certero para exponerlo en toda su amplitud.

Las sesiones son guiadas por Piñera, quien ante la urgencia de cerrar un marco de regulación entre empresarios y trabajadores, logra crear en tiempo récor las reformas que deben ser discutidas y aceptadas por la junta militar. Entre ellas, la idea de desarticular el poderío central de los sindicatos, el reemplazo de trabajadores en huelga y el mínimo rol del Estado para dejar libre el funcionamiento del mercado.

Piñera, presentado sarcásticamente como un geniecillo convencido en cuerpo y alma de las bondades del libre mercado como solución a las tensiones sociales y por ende, de la libertad inherente a cada individuo, se enfrenta a las reticencias de Pinochet, Merino, Matthei y Mendoza para poner en práctica dichas reformas, fundamentalmente por las dudas de estos en la manera de abordar la resistencia que provocaría en los sindicatos.

Uno de los aciertos del montaje es la manera en que, por una parte, la puesta en escena y el tono del texto se despegan del carácter realista –o documental si se quiere- para generar un efecto mucho más profundo desde la sátira y la ironía, donde los integrantes de la junta, y en especial Pinochet, son retratados como tipos ladinos, con ciertas dosis de inteligencia y calculadores, antes que monstruosas caricaturas. Los vínculos o guiños con el presente son asimismo potentes, en especial con esta incestuosa relación cívico-militar que hoy, vistos los escándalos de financiamiento de la política, parece haber sido parte de este plan inicial.

Contrario a cualquier afán pedagógico o discursivo, la obra muestra la base ideológica que está tras la reforma laboral de Piñera y que es aún el sistema que nos rige mayoritariamente, expuesta en los términos de quienes la discutieron y aprobaron. Hay en esta literalidad del hecho representado un aspecto revelador: la insistencia de Piñera en enfatizar el carácter libertario de la nueva sociedad que estaban construyendo (libertad de mercado) que, paradójicamente, requería de la anulación individual de la libertad de los individuos. Presenciar estas reuniones treinta y ocho años después demuestra el éxito de la operación y de cómo los efectos de la dictadura nos siguen lastrando como sociedad, gracias en grado importante a un grupo de civiles aludidos, como Hernán Büchi y Sergio de Castro.

Los aciertos del texto y el tratamiento se trasladan también al alto nivel del elenco actoral, donde destaca el personaje de Pinochet, retratado como un tipo más agudo de lo que se cree y con un perfecto control de la situación, además del de la secretaria de las reuniones, una encarnación de distintas voces civiles que participaron de los encuentros. También son significativas las disgresiones a la verosimilitud de los hechos narrados, en especial el inicio con la “inversión” a la cantata Santa María de Iquique y los momentos de distensión de los militares, aunque el recurso del video no funciona adecuadamente y genera un efecto distractor.

Con una agudeza inusual, el Colectivo Zoológico revierte cierta idea de teatro político basado en el discurso para poner en perspectiva una lectura paródica y ambigua de los hechos, cuya ferocidad se resignifica bajo el humor y adquiere nuevas capas de indudable efectividad.

Dirección: Laurene Lemaitre y Nicolás Espinoza
Dramaturgia: Juan Pablo Troncoso
Diseño integral: Laurene Lemaitre
Asistente de vestuario: Valentina Iturrieta
Elenco: Viviana Nass, José Manuel Aguirre, Germán Pinilla, Juan Pablo Troncoso, Pablo Mois y Esteban Cerda
Diseño multimedia: Pablo Mois
Producción: Paula Pavez

“No tenemos que sacrificarnos por los que vendrán”

Teatro Sidarte, Sala 1.

Hasta el 3 de junio, 20:30 hrs.

General $6.000, Estudiantes y tercera edad $4.000.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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