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“Hija de tigre”: Una brillante indagación sobre la paternidad difusa Crítica teatral

“Hija de tigre”: Una brillante indagación sobre la paternidad difusa

La obra es la séptima realización del colectivo La Laura Palmer, quien se ha distinguido por investigar las posibilidades expresivas del llamado teatro documental y el biodrama. Uno de sus creadores, Ítalo Gallardo, fue parte del elenco de “El año en que nací”, el montaje de Lola Arias que en 2012 impulsó una nueva corriente de este género en el país. Junto a Pilar Ronderos y un grupo multidisciplinario han creado un sólido corpus de obras que ha trabajado sus propias zonas biográficas como material creativo y en el que Hija de tigre viene a evidenciar una notoria consolidación de su propuesta.


La expresión “hijo de tigre” se refiere a las capacidades o cualidades que un hijo hereda de su progenitor, detalles que en el habla popular son sinónimo de orgullo y de pertenencia, y que simbólicamente se refiere a la descendencia masculina. Haciendo una sutil inversión de sentido, la perspectiva que subyace tras el montaje Hija de tigre no es un asunto de reivindicación de la mirada de género sino que instala la reflexión en el rescate y aceptación de cierta paternidad para entender la propia historia.

La obra –considerada por este redactor como el mejor estreno del año pasado- es la séptima realización del colectivo La Laura Palmer, quien se ha distinguido por investigar las posibilidades expresivas del llamado teatro documental y el biodrama. Uno de sus creadores, Ítalo Gallardo, fue parte del elenco de “El año en que nací”, el montaje de Lola Arias que en 2012 impulsó una nueva corriente de este género en el país. Junto a Pilar Ronderos y un grupo multidisciplinario han creado un sólido corpus de obras que ha trabajado sus propias zonas biográficas como material creativo (“Juan Cristóbal, casi al llegar a Zapadores” y “Los que vinieron antes”, sobre los abuelos de Gallardo) y en el que Hija de tigre (estrenada el 2016 en el Teatro La Memoria, hoy Duoc UC) viene a evidenciar una notoria consolidación de su propuesta.

Dirigido por Ronderos y cuya segunda temporada comenzó ayer en el GAM, el montaje explora la figura paterna desde la perspectiva de tres actrices (Daniela Jofré, Ebana Garín y Carolina Díaz) quienes exponen a los asistentes sus propias historias familiares como un espacio marcado por la ausencia, la contradicción y la búsqueda de libertad. Las costuras de la puesta en escena apuntan a un espacio emotivo testimonial e íntimo, donde la exposición de un relato tan privado genera un efecto conmovedor al ser historias cuestionadas desde la interrogación a la figura del padre dentro de la familia convencional y el rol tradicional asignado, pero que nunca adquieren un velo crítico sino que es un intento honesto de entender las razones que estos tomaron al alejarse de sus hijas y de sus familias.

A través de varios recursos “objetivos” como fotografías familiares, audios, dibujos y objetos, las actrices intentan recuperar esa imagen paterna que se convirtió en un mito o en un secreto intocable. La primera de ellas (Daniela Jofré) se pregunta el por qué de su ausencia y escaso interés por mantener contacto, mientras imagina su rostro e intenta afirmar su identidad con materiales precarios. La segunda (Ebana Garín) explora en una imagen mágica y mítica, la de un artista conectado con el lado lúdico de la vida pero incapaz de mantener conexiones reales con su entorno. Finalmente la tercera actriz (Carolina Díaz) intenta acercarse a una figura cálida y envolvente pero cuya felicidad está más allá de la idea de la “familia perfecta”.

El tono de los relatos y la voz en off de la directora que desde una visión casi antropológica de la imagen fotográfica instala luego preguntas básicas en torno a esta paternidad difusa y contradictoria, genera un clima envolvente y emotivo, de una cercanía por momentos dolorosa al conectar con sentimientos que en algún momento de la niñez o juventud hemos experimentado como hijos, como la admiración sin límites hacia el padre, la necesidad de protección o el sentimiento de culpa.

La puesta en escena tiene en el uso del video el recurso central para exponer este complejo entramado de recuerdos familiares a través de collages, maquetas y fotos, las que son hábilmente manipuladas por las propias actrices y expuestas en un circuito cerrado de tv. Al presentar estas fotografías y documentos a través de una cámara que las proyecta en vivo, mientras las protagonistas van testimoniando y reflexionando desde el presente, se produce el curioso efecto de estar contemplando recuerdos cuyo significado está en proceso de dejar de serlo, que han perdido su potencia como tal porque la historia que las contiene se ha movilizado hacia un nuevo territorio emotivo.
De forma admirable, estos recursos logran un soporte poderosamente dramático cuando estas historias son escenificadas de una manera casi naif. En esta confluencia entre testimonio documental y recursos propiamente teatrales están algunos de los momentos más bellos de este montaje que cautiva por su sensibilidad y delicadeza.

Alejándose del dispositivo documental “objetivo”, en Hija de tigre las actrices juegan a desmontar su propia experiencia desde un territorio poético que indaga en las razones íntimas del abandono, la ambivalencia en que resulta una figura venerada, o en aceptar que la felicidad en ocasiones no está en el núcleo familiar. En ese momento de genuina sinceridad, en esa exhibición abierta de los quiebres y fisuras del alma, el montaje remece por la extraordinaria profundidad con que reelabora la imagen paterna asumiendo pliegues y contradicciones, y reflexiona sobre hasta qué punto la institución familiar y los roles asignados dentro de ella son constructos que deben ser perpetuados por la simple tradición o seguir una línea impuesta.

La sostenida consolidación de su apuesta estética hace de La Laura Palmer una de las compañías más sólidas y rigurosas de la escena local, combinando con admirable claridad conceptual la búsqueda de un soporte emotivo y la utilización de dispositivos teatrales que pueden parecer simples pero que responden a una sensibilidad poco común para acercarse a materiales biográficos y documentales. En esa línea, tanto “Límites”, estrenada en 2015 y que trata sobre el casi conflicto bélico entre Chile y Argentina visto por actores de ambos países, y los dos montajes presentados en el 2016, “Los que vinieron antes” y esta magnífica Hija de tigre, sitúan al colectivo en un primerísimo nivel de la escena teatral local.

Compañía La Laura Palmer

Directora: Pilar Ronderos Mackenna

Dramaturgia: Pilar Ronderos e Ítalo Gallardo

Intérpretes: Ebana Garín, Daniela Jofré y Carolina Díaz

Diseño de iluminación y escenografía: Rodrigo Ruiz

Hija de tigre

GAM, Sala N1. Del 20 al 30 de abril

$5.000 general y $3.000 estudiantes y tercera edad.

Jueves a domingo, 21:00 horas

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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