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Zurita: el documental que relata el acercamiento ateo del poeta a la muerte

La cinta, filmada mayormente en 2016, acompaña al poeta por lugares como Pisagua, Antofagasta -donde está uno de sus geoglifos más famosos-, Santiago -su casa, su actividad en la UDP, distintos conciertos con la banda de González y los Asistentes y Electrodomésticos, además de charlas con amigos como el pintor Juan Castillo, miembro del colectivo artístico CADA-, su encuentro con poetas mapuches en Tirúa, como Elikura Chihuailaf, donde queda patente la influencia que ha tenido en su obra la cultura mapuche, e incluso su estadía como académico en la Universidad de Harvard. La directora del documental, Alejandra Carmona, visitará próximamente con su film el festival de cine Visions du Reel, a realizarse del 21 al 29 de abril en Suiza.


La cineasta Alejandra Carmona (Santiago, 1965) ha hecho un documental sobre el poeta Raúl Zurita. El Premio Nacional de Literatura trabaja con el dolor no superado de Chile, aquel que es producto del terrorismo de Estado instaurado por la dictadura militar, y lo exorciza con una serie de poemas que ha grabado en el desierto.

«Quiese acompañar a un poeta en ese proceso, con el lenguaje poético que merece», resume la cineasta.

En la cinta, filmada mayormente en 2016, Carmona acompaña al poeta por lugares como Pisagua, Antofagasta, donde está uno de sus geoglifos más famosos, en Santiago -su casa, su actividad en la UDP, distintos conciertos con la banda de González y los Asistentes y Electrodomésticos, además de encuentros con amigos, como el pintor Juan Castillo, miembro del colectivo artístico CADA-, su encuentro con poetas mapuches en Tirúa, como Elikura Chihuailaf, donde queda patente la influencia que ha tenido en su obra la cultura mapuche, e incluso su estadía como académica en la Universidad de Harvard.

Carmona visitará próximamente con su film el festival de cine Visions du Reel, a realizarse del 21 al 29 de abril en Suiza.

Un personaje impresionante

La directora llegó a Zurita cuando filmaba otra película sobre la muerte, «El ojo que mira el magma», que reflexionaba sobre la vida después de la muerte, y que permanece inconcluso.  Para esa obra conversó con mucha gente -científicos, artistas, religiosos- y se topó con el vate, en 2014.

«Como buen ateo, aunque de una tradición católica cristiana, le interesó el tema. Y me dijo que poca gente hablaba sobre la muerte y explora esta temática, y que le interesaba mucho porque de hecho trabaja con eso en sus poemas y, a nivel personal, con su enfermedad de Parkinson, que así se plantea la cercanía de la muerte, con el deterioro paulatino de cómo uno se va apagando», recuerda. «Me pareció que era un personaje impresionante, que había que darle voz y retratarlo».

Nació así primero una pequeña amistad y luego la voluntad de iniciar este otro documental.

La artista conoce la obra de Zurita desde los 17 años. «Me acuerdo de la portada de Anteparaíso (1982) y luego de haber estado en la Católica con amigas, viéndolo recitar. Y aluciné. Para mí era como un baluarte».

Antes, Carmona filmó películas como «Sin ti» (1997), un mediometraje que se exhibió en la Berlinale, sobre un chileno exiliado en Berlín, además de películas como La fiesta del mago (2001), En algún lugar del cielo (2003), Skármeta (20056) y Broken Angels (2009).

La presente obra es posible gracias al Fondo Audiovisual 2015 de Largometraje Documental, al cual Carmona había postulado anteriormente, sin éxito con excepción de En algún lugar del cielo.

«Creo que (al jurado) le pareció interesante la propuesta artística del documental, con una mirada exploratoria y un personaje también muy atractivo», aventura.

Que la imagen hable por sí misma

El resultado es un documental no convencional. Carmona no entrevista a amigos o familiares de Zurita para lograr un retrato del poeta, sino que lo acompaña en sus intervenciones poéticas en Chile, India y Estados Unidos.

«La idea es que las imágenes no sean una mera reproducción de la realidad, sino que la imagen pueda llegar a hablar por sí misma, que pueda transportar alguna idea, tal como funcionan las instalaciones poéticas de Zurita, que son imágenes que hablan todo el rato. Busco eso, una imagen que pueda hablar por sí sola, como Zurita solo frente a un acantilado, frente a un abismo, porque eso nos dice algo de él, Así es, así ha estado un poco su vida, también».

«Es un acompañamiento en distintas etapas de su vida, pero no hay ningún entrevista de gente hablando sobre Zurita. Esto es sólo Zurita. No es una biografía de Zurita, no me interesa saber donde nació, ni quien fue su mamá ni con qué mujer estuvo. Sólo me centro en algunos aspectos de él, relacionados a esas intervenciones poéticas en el espacio, para saber cómo llegar a hacerlas», explica Carmona.

Como cuando escribe: «Porque apedreado Chile no encontró un solo justo en sus playas, sino las sombras de ellos mismos flotantes sobre el aire de muerte, como si en este mundo no hubiera nadie que los pudiera revivir ante sus ojos».

El dolor de Chile en el cuerpo

Para ella, actos como la famosa acción poética que realizó Zurita con su propio cuerpo, cuando se lanzó ácido en la cara, en 1975, «son actos de desesperación. Quería saber cómo se llega a eso y ahí descubro que en el fondo es una especie de personaje que transmite el dolor y corporiza el dolor de los demás. Incluso su cuerpo caído, su figura frágil, representa un poco el temblor y el dolor de Chile. Ése es mi punto de vista».

¿Qué dolor corporiza?

«El dolor de los derechos humanos. Su obra está centrada en eso. Sus poemarios están con eso, con los ejecutados, con los desaparecidos. Él le da voz a todos aquellos que ya no tienen voz. A esos muertes, a esos horrores, los acompaña siempre el paisaje en sus poemas. El paisaje en el norte, los mares, las montañas, los ríos. Así el documental va atravesando los paisajes de Chile, que es otro gran protagonista: el desierto, los acantilados de Pisagua, los valles. Busco explorar la idea del cuerpo Zurita, el cuerpo-herida, y el cuerpo de la tierra, el cuerpo-paisaje, el cuerpo-poema. La idea de la corporalidad».

Por eso, la cinta también lidia con la enfermedad de Párkinson que sufre el vate actualmente. «Me alegro que aunque sea en estas condiciones se me devuelva un cuerpo, por así decirlo. Me alegro que me hable, que proteste, que me diga que estoy presente. A veces es como tener un gran jardín infantil interior, donde todos los niños se rebelan y hacen lo que quieren», dice Zurita al respecto en el film.

«Él mismo me dijo que le interesaba trabajar con los aspectos de la muerte, entonces, ¿por qué negarlo? Si es algo que es evidente. Y creo que es importante en una sociedad tan negadora de tantas cosas, tematizarlas. Tematizar una enfermedad, tematizar la cercanía de la muerte, tematizar que nos vamos a acabar, que no somos infinitos ni todopoderosos, que vamos a llegar a un final. ¿Cómo vivimos la vida? ¿Cómo podemos hacer que la vida sea una obra de arte? Son preguntas zuritianas. Ahí también entra lo que es el amor, la solidaridad, otro tipo de valores que él ve que van desapareciendo en este mundo».

Zurita, el ingeniero preso y torturado en el Estadio de Playa Ancha tras el golpe de 1973, y luego en el carguero Maipo, prestado para tales fines por la Compañía Sudamericana de Vapores a la Armada de Chile. Zurita, el sobreviviente.

El arte como terapia

Sin duda la necesidad de retratar este dolor se debe a la propia biografía de la realizadora. A los ocho años, en 1973, Carmona  y su madre se debieron ir al exilio, a la República Democrática Alemana (RDA). Cuatro años después, en 1977, la CNI asesinó a su padre, el periodista Augusto Carmona, un militante del MIR, a quien dedicó su film En algún lugar del cielo.

Y aunque ella volvió en 1979, volvió a salir del país en 1985, para regresar en 2001. Entre medio, una estadía en Barcelona -para continuar estudios de Filosofía-  y estudios de cine en  la Academia de Cine y TV de Berlín (DffB), donde se graduó.

«Para mí el arte es una forma de sanar ese dolor», tanto del exilio como del asesinato de su padre, dice. Toda su obra está vinculada a temas como la pérdida, el abandono, el desgarro y, en última instancia, al tema de las violaciones a los derechos humanos.

Un tema cuya cobertura se ha multiplicado en los últimos años, reconoce Carmona, aunque cree que en la sociedad se trabaja de forma «parcelada» y no como un «proceso global» como en Alemania y el nazismo, donde los todos los escolares visitan campos de concentración como parte del currículum para conocer el horror de primera mano.

«También me gustó mucho el personaje de Zurita porque él aborda el tema de los derechos humanos en una forma artística y poética, pero a la vez lo trasciende. No se queda ahí. Eso encuentro apasionante en Zurita: aborda el tema pero dispara más alto, y abre otro espacio. No va cerrando, no es una persona amargada, que está encerrada, sino que desde el dolor, abre. Eso me interesa trabajar, porque uno tiene que pasar por el dolor para superarlo».

Este cruce está representado en la más reciente instalación del poeta, Sea of pain, exhibidad en diciembre en la Bienal de Kochi, India. Referida al drama de los refugiados en Europa, obliga a los visitantes a cruzar un almacén de agua para leer sus poemas.

Zurita hoy se enfrenta a un nuevo desafío. Quiere realizar una gran acción poética titulada “Verás un mar de piedras” entre Arica y Pisagua. 22 versos serán proyectados con luz sobre los acantilados de la costa norte de Chile. Versos que sólo serán visibles de noche, desde el mar. El último verso será: «Y llorarás».

 

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