La película fue presentada por El Mostrador en el Teatro Nescafé de las Artes
El documental se construye de modo inteligente, en la medida que mezcla con precisión la historia (azarosa) de la grabación del disco, al mismo tiempo que instala entrevistas con los músicos en torno a la misma, a los conciertos, a lo que significa ser un miembro de Blur y, por supuesto, a sus relaciones personales.
La experiencia de ser fan es una de las más extrañas que viven las personas, no deja de tener una suerte de sentido surrealista y supone la sensación (un simulacro) de cercanía con los artistas cuya música adoras, por supuesto, ahí viene el otro gran punto: la música, en realidad, nos relacionamos con la obra, con la música, los discos, las letras, los arreglos.
Precisamente por ello, New World Towers el documental sobre Blur es particularmente interesante, puesto que el núcleo temático del filme, es la creación y posterior producción del disco The Magic Whipe, que fue elaborado y grabado en solo cinco días, fundamentalmente por una coincidencia, pues los 4 músicos británicos, se quedaron varados en Hong Kong durante menos de una semana, tiempo suficiente para que un grupo sólido y trascendente en el pop rock del siglo XX y XXI, produjera un nuevo álbum.
El documental se construye de modo inteligente, en la medida que mezcla con precisión la historia (azarosa) de la grabación del disco, al mismo tiempo que instala entrevistas con los músicos en torno a la misma, a los conciertos, a lo que significa ser un miembro de Blur y, por supuesto, a sus relaciones personales.
El anterior documental sobre la banda, No Distance Left To Run se refería fundamentalmente a la reunión de Blur, mientras que el libro del bajista Alex James, Bit of a Blur se sitúa en los orígenes y primera parte del grupo, en este sentido, New World Towers se articula en torno a un nuevo periodo y tema.
Hay que recordar que Blur es una de las bandas más importantes de todos los tiempos y, en cierto sentido, se podría decir que ellos son el britpop; es verdad que a veces se le ha acusado de frívolos, pero ese comentario solo da cuenta de que quién lo emite, es más una persona que escucha música “por onda” (lo que se estila, se lleva, lo que es cool) que alguien que preste atención a los arreglos, a los sonidos de las grabaciones y, por supuesto, a las letras; de hecho, una de las grandezas de Blur es haber logrado, a través de un sonido muy pop e inglés, dar cuenta de líricas sofisticadas y reflexivas en un sentido profundo, críticas de sus periodos históricos, hay muchos, verdaderamente muchos ejemplos de lo que asevero, pero solo a modo de muestra puede recordarse el trío de singles del disco Great Escape (1995): Country House, Charmless Man, The Universal, todas letras extraordinariamente brillantes que cavilaron sobre una realidad maquillada por un momento de euforia, pero que daban cuenta de la desarticulación de la naturaleza más humana de la sociedad, detrás de esa felicidad apócrifa, canciones que hablaron de la alienación, la soledad acompañada, la depresión y los medicamentos, los estratos sociales, la inmigración, etc.
Sam Wrench, el director, es joven y este es solo su tercer filme, de hecho, comenta en una entrevista que una de las cosas por las que más se sintió intimidado fue por contar una historia sobre una banda como esta, dar cuenta de esa intimidad única que hay entre los músicos de una agrupación musical, que además, han llevado una vida en conjunto (Damon Albarn y Graham Coxon se conocen desde la escuela y solo un poco después se unen Alex James y Dave Rowntree), supongo que debe ser difícil dar cuenta de ese universo: cariños, locura, creación, dolores, felicidades, peleas, reconciliaciones… en pocas palabras, un matrimonio entre 4 personas, cuya unidad es la creación musical.
Atraigo este comentario del director, porque me parece que el objetivo de contar una (o varias) historias, está plenamente logrado en esta película y se hace con sutileza, precisión y cierta dulzura emocionante.
Otra razón por la que el documental es un buen trabajo, tanto en términos de lenguaje audiovisual como de narrativa, es porque no está centrado en la clásica figura del genio que es Damon Albarn. El músico es considerado uno de los creadores más grandes, prolíficos y adelantado a su tiempo, niño genio del britpop, reinventor de sí mismo con “Gorillaz”, músico exploratorio en discos como Mali Music, solista de alta calidad con obras como Everyday Robots y aglutinador de banda (y disco) all stars con The Good The Bad And The Queen, nadie en su sano juicio puede desconocer su calidad musical, es, de hecho, un referente de la cultura musical a nivel mundial, sin embargo, el documental trabaja con mucha mayor precisión, la figura de otro gran genio, pero mucho menos reconocido, que es Graham Coxon.
Coxon no solo es uno de los genios musicales tras Blur, sino que, por primera vez se hizo cargo de la recopilación del material y fue él quien estuvo en el estudio para su mezcla y masterización (esta última se hizo solo un día antes del lanzamiento de The Magic Whipe), lo que no deja de ser una sorpresa, no solo porque Coxon pudiera tomar las riendas del disco, sino porque el disco suena, efectivamente, a Blur; cosa que como el mismo Alex James dice en el filme, podría no haber sucedido, “mandar a Graham al estudio con el material es como mandar a mi hijo pequeño al supermercado”, comenta el bajista.
Hablamos entonces de un documental que ilustra un instante creativo, pero también renueva la visión que podemos tener sobre la banda, al mismo tiempo que articula una revisión de sus conciertos y sensaciones en torno a todo lo que estar en Blur implica.
New World Towers es un documental intimo, sutil e inteligente, con tomas que quitan el aliento y entrevistas bien pensadas y mejor contestadas, en definitiva, un buen documental para cualquiera y un imperdible para un fan de Blur.
