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Lollapalooza tuvo un espectacular cierre «grunge» con Soundgarden El Parque O’Higgins cerró las puertas a la versión 2014 del festival

Lollapalooza tuvo un espectacular cierre «grunge» con Soundgarden

Las dos horas y quince minutos de la presentación supieron a poco. El de Soundgarden sin duda fue un concierto superlativo que estuvo muy por encima de la media del festival, que tuvo momentos bastante tibios, como la destemplada presentación de Red Hot Chili Peppers. A la misma hora tocó también New Order, la banda ícono de la electrónica ochentera, que, a diferencia de lo que pudo preverse, atrajo la mayor cantidad de público adolescente.


De la mano de los estadounidenses de Soundgarden, la última jornada de la cuarta edición del festival Lollapaloza en Chile tuvo anoche un espectacular cierre «grunge», cargado al más puro estilo del rock de Seattle.

Hizo falta que pasaran dos décadas para que este capricho de los rockeros chilenos al fin viera la luz. Si bien Chris Cornell había visitado el país austral en numerosas ocasiones, jamás lo había hecho con la clásica formación de Soundgarden.

Los pioneros del «grunge» comenzaron su presentación con «Searching with my good eye closed» para inmediatamente después golpear la memoria musical de toda una generación con el recordado «Spoonman».

«Let me down» y «Rowing» dieron paso al inolvidable «Black hole sun», sencillo que junto a «Spoonman» estaban contenidos en el álbum Superunknown que los catapultó a la fama mundial en 1994.

Cris Cornel, Soundgarden

Chris Cornell, Soundgarden

Las dos horas y quince minutos de su presentación supieron a poco. La veintena de clásicos de su amplio repertorio pareció incluso mezquina. Solo la versión extendida de «Slaves» poco antes de la conclusión del recital pudo dar la impresión de que era suficiente.

La calidad vocal de Cornell sigue intacta y solo queda asumir que se trata de una voz nacida para el «grunge», la misma condición que exhibe Matt Cameron en la batería de Soundgarden y Pearl Jam.

También Kim Thayil y Ben Shepherd tocaron como si después del Lollapalooza se acabaran los conciertos. Seguramente nadie olvidará el último riff que Thayil dejó sonando antes de retirarse del escenario con una cerveza en la mano.

El de Soundgarden sin duda fue un concierto superlativo que estuvo muy por encima de la media del festival, que sin ser baja, tuvo momentos bastante tibios como la destemplada presentación de Red Hot Chili Peppers.

Los de Seattle volvieron a los escenarios en 2010 tras casi trece años de inactividad, a raíz de la separación en 1997 por las diferencias artísticas de sus integrantes.

Tras su retorno, lanzaron el álbum compilatorio Thelephantasma y, luego, King Animal, en el año 2012.

La jornada de cierre del Lollapalooza en Chile también estuvo marcada por la presencia de bandas como Arcade Fiere, los veteranos Pixies y New Order, entre otros.

El festival reunió en sus dos días al menos unas 160.000 personas, 20.000 más que su edición anterior.

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New orden, ícono de la música ochentera

El público del Lollapalooza tuvo que enfrentarse anoche a una disyuntiva: presenciar por fin a Chris Cornell con Soundgarden o apostar por New Order, la leyenda de la música electrónica.

Con el «corazón partío» por la coincidencia de horarios, unos 10.000 espectadores optaron por el concierto del grupo más emblemático de la «new wave» británica, mientras que a escasos metros, el sonido «grunge» de Seattle rasgaba el aire de la fría noche.

Y lo paradójico fue que la banda más veterana del Lollapalooza convocó al público más joven del festival.

Un suicidio (el de Ian Curtis, en 1980), tres separaciones, varias deserciones y múltiples proyectos en solitario suponen que ver hoy día a la legendaria banda de Manchester sobre un escenario tenga un componente místico, casi milagroso.

Porque, en 2007, el bajista Peter Hook anunció la separación definitiva de New Order e inició un pleito con el vocalista Bernard Summer y el baterista Stephen Morris por el uso del nombre.

Pero con Hook o sin él, ellos estaban decididos a volver a los escenarios, así es que convencieron al tecladista Gillian Gilbert, un antiguo integrante que regresó tras diez años de ausencia, y al bajista Tom Chapman, quienes completan la formación junto al también tecladista Phil Cunningham.

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Y desde hace tres años recorren nuevamente los escenarios de medio mundo, incluidos Sudamérica y en este caso Chile, donde ya estuvieron en diciembre de 2011.

Y esta noche, de no ser por la cansada voz de Bernard Summer, la banda formada en 1980 sobre las cenizas musicales de Joy Division se habría mimetizado perfectamente entre un público casi adolescente.

La esquina arbolada del parque O’Higgins donde estaba situado el escenario de New Order se convirtió en una gigantesca pista de baile nada más empezar a sonar «Crystal», el éxito del álbum Get Ready (2001), que marcó la reunificación de la banda, tras su separación en 1998.

A continuación sonaron «Regret», del disco Republic (1993), y la legendaria «Ceremony», compuesta cuando Ian Curtis todavía vivía y que apenas si alcanzaron a tocar una vez en directo con Joy Division.

Al final de la primera parte, apoyándose en samplers y sintetizadores, New Order descargó la pirotecnia electrónica con «Bizarre Love Triangle», «True Faith» y «The Perfect Kiss», símbolo de la transición del rock a la música bailable.

Y por fin llegó el momento de tatuarse la emoción de «Blue Monday», la canción que arrasó en todas las pistas a comienzos de los ochenta y que acabaría convirtiéndose en el disco de baile más vendido de todos los tiempos.

Y como ya es costumbre desde el festival de Reading en 1998, los de Manchester reservaron una parte del concierto para rendir un tributo a Ian Curtis.

Una explícita alusión («Forever Joy Division») sobre la gigantesca pantalla que cubría el fondo del escenario recordaba «el legado perdido», como ellos lo llaman.

Y nada mejor que la siniestra elegancia de «Atmosphere» y «Love will tear us apart» para recordar a una de las bandas más efímeras e influyentes de las últimas tres décadas.

Y con apenas ocho álbumes de estudio, desde Movement (1981) a Waiting for the sirens call (2005) y esa extraña mezcla de melancolía, vitalidad y madurez, New Order seguirá su camino en las próximas semanas por tierras sudamericanas.

El próximo 1 de abril les espera la primera edición de Lollapalooza Argentina y, dos días después, el festival Rock N’Fall, en Montevideo (Uruguay), antes de sumarse al cartel del Lollapalooza Sao Paulo (Brasil) el día 6.

En tanto, el 1 de julio arribarán a Norteamérica para tocar sucesivamente en Chicago, Seattle, Vancouver, San Francisco y Los Ángeles.

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