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La farándula entre las temáticas culturales con mayor adquisición por el sistema de bibliotecas públicas del país Entre los textos más solicitados figuran dos biografías de Felipe Camiroaga

La farándula entre las temáticas culturales con mayor adquisición por el sistema de bibliotecas públicas del país

Mediante un sistema de alta tecnología, los encargados de las bibliotecas públicas del país debían seleccionar entre 12 mil títulos los libros que interpretaran de mejor manera la necesidad cultural de su comunidad. La idea era robustecer el alicaído cuerpo bibliográfico local. El resultado, en opinión de editores y escritores fue penoso, pero no una sorpresa. Según estos, se trata de la consecuencia de «los empobrecidos discursos» que predominan en las políticas culturales del Estado.


Sucedió el año pasado en la Filsa (Feria Internacional del Libro de Santiago), cuando cientos de encargados de bibliotecas públicas del país, participantes del Segundo Seminario Internacional de Bibliotecas Públicas, acudieron hasta la Estación Mapocho para seleccionar libros para sus respectivas bibliotecas. La iniciativa forma parte de un sistema de capacitación y formación que lleva implementando desde hace dos años el Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas (SNBP).

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Con tecnología de punta y provistos de un dispositivo móvil para probar la aplicación desarrollada por el mismo SNBP, los bibliotecarios recorrieron los pasillos de la pasada Filsa, para luego navegar y seleccionar una lista que quedó conformada por más de 12 mil títulos. Si se cuentan las copias requeridas para cada biblioteca del país, esto representa cerca de 40 mil ejemplares, los que serán adquiridos para ser enviados a diversas localidades del país.

Según la noticia publicada el 29 de enero pasado en la página web de la SBNP, cada encargado de biblioteca era “experimentado en los requerimientos bibliográficos de su población, conocedor de las temáticas, títulos y autores que les podrían interesar”.

Hasta aquí, todo bien a simple vista. El problema saltó a la luz cuando en su página web la SBNP dio a conocer la lista completa de los títulos seleccionados y destacó los diez con mayores preferencias. La farándula, por lejos, resultó ser la temática más solicitada. (http://www.bibliotecaspublicas.cl/Vistas_Publicas/publicNoticias/noticiasPublicDetalle.aspx?idNoticia=44753)

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En primera posición apareció el volumen Felipe Camiroaga: la verdadera historia, de los periodistas Cristián Farías y Cecilia Gutiérrez. Y eso no es todo, pues entre los diez figuran Demasiado joven, también biografía de Felipe Camiroaga, y otros títulos como Bienvenido dolor, de Pilar Sordo, y La serpiente y el báculo, de Bárbara Wood.

La lista de los diez más preferidos (no en este orden) se completa mejor con Historia de amor con hombre bailando de Hernán Rivera Letelier; La soberbia juventud, de Pablo Simonetti; dos obras de Isabel Allende: Amor y Memorias del águila y del jaguar; y el clásico Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain.

Según se lee en la noticia de la SBNP respecto a esta selección, una de “sus principales virtudes es que ha sido hecha pensando en los lectores reales, en quienes asisten a la biblioteca y preguntan por un título que ha capturado su interés”. Lo paradójico es que advierte que “el primer impulso para generar el gusto por la lectura muchas veces radica en una buena recomendación”.

La «sobrecogedora lista» en opinión de algunos escritores

Consultados al respecto, algunos escritores se pronunciaron sobre el hecho. He aquí sus cuestionamientos tanto a los diez primeros títulos seleccionados por los bibliotecarios como a la política cultural que subyace en la implementación de este tipo de medidas.

Claudia Apablaza Foto: Andrés Valenzuela

Claudia Apablaza
Foto: Andrés Valenzuela

La escritora Claudia Apablaza (Goo y el amor, premio Alba para narradores de Latinoámerica y el Caribe) dice que esta selección no le sorprende. “Es más de lo mismo de una línea de pensamiento, formación y lectura que predomina en este país. Es seguir la tendencia oficial de discursos empobrecidos, grandes ferias, grandes editoriales, apartados de cultura de grandes periódicos. Es una selección empobrecida y penca, en la que no hay un trabajo consistente de investigación detrás en cuanto a la literatura chilena contemporánea”.

Por su parte, Galo Gighliotto, organizador de la Furia del Libro y editor de Editorial Cuneta, cuestiona la lista y le parece muy al estilo de “lo que la gente pide”. Sostiene “que los planes de fomento a la lectura están bien, en el sentido de aumentar presupuestos de compras de libros, pero por lo mismo quienes gastan ese presupuesto deberían velar por sus contenidos”.

El que entre los diez títulos más seleccionados aparezcan dos sobre Camiroaga, le causa molestia: “Lo único que faltaba: llevar la farándula a las bibliotecas, cuando una biblioteca justamente debe ser la alternativa a esas personas que no tienen dinero para pagar tv cable, ni para comprar libros, y si quieren escapar del aturdimiento farandulero tienen como opción una biblioteca”.

Galo Ghigliotto

Galo Ghigliotto

En este sentido sería “más eficiente hacer que las personas lean libros que las marquen y las lleven a indagar más que a complementar cahuines que salen en la televisión chilena», comenta Gighliotto. “Estamos en un país donde, si alguien no tiene cable y enciende el televisor, encontrará siete canales apenas, de los cuales cinco transmiten programas de farándula casi todo el día, un sexto publicidad y sólo uno noticias”.

Para Apablaza los nombres que se repiten son los que aparecen en los medios masivos, como la TV. “Hace rato que los planes de acción, en términos de cultura, no tienen investigaciones previas en este país. Lo que no hace más que afirmar una vez más que en términos de profundidad y consistencia los lectores chilenos hace rato que están cagados y se los quiere seguir cagando más con listitas como estas”, dice tajante.

A Carlos Labbé, autor de Locuela (2009), editor de Sangría y referente de la nueva literatura latinoamericana (uno de «los mejores narradores jóvenes en español» según la prestigiosa revista Granta), el listado le resulta “sobrecogedor”. Afirma que esto es el resultado cultural, “uno más, del monopolio cultural que montó la Concertación con las elites neoliberales”.

Lo anterior revelaría “cómo en la homogeneidad y banalidad de la selección se muestra el resultado de 25 años de políticas culturales públicas que se han preocupado activamente de eliminar toda posibilidad de formar oficios críticos –en este caso el abandono de la formación, becas e integraciones sindicales del trabajo bibliotecario–, de convertir al curador cultural de cada comunidad en un consumidor-comprador y sobre todo en privilegiar masivamente el acceso a productos de grandes corporaciones editoriales por sobre la diversidad de editoriales independientes y microeditoriales chilenas”.

Carlos Labbé

Carlos Labbé

Existiría una constante en estos 25 años de Concertación y Derecha, que “ha sido mantener y hacer incontestable el poder cultural de la televisión y del duopolio de la prensa escrita. El diseño cultural pinochetista quedó perfecto para los intereses de los licitadores, porque los libreros quedan bien desinformados cada día por la tele y la prensa conservadora y neoliberal”, esgrime Labbé.

En su visión, así se cierra el círculo, “al pedirle a trabajadores de la cultura sin conciencia crítica ni acceso a otra cosa que la farándula editorial, los best sellers y los espacios conservadores de cultura, que compren los libros para sus bibliotecas: no es casual que los escritores de esos espacios estén en editoriales corporativas cuyos gerentes participan de las instituciones culturales de la transición”.

Según Labbé, con este modelo “las elites ganan unos piticlines más y de paso mantienen a una masa acrítica que no los molesta y que les sigue el amén. Ni siquiera da para hablar de corrupción en el proceso de adquisición: da para urgir al nuevo gobierno, con presión ciudadana y manifestaciones, para que desconcentre los medios de comunicación mediante leyes duras como las que han peleado argentinos, bolivianos o ecuatorianos”.

Felipe Reyes, autor de Nascimiento, el editor de los chilenos (Ediciones Mínimo Común,), opina que esto no es más que el reflejo de cómo funciona el negocio editorial en Chile: “Los tres grandes grupos editoriales, trasnacionales, copan el mercado influyendo y determinando los ‘gustos’ de los lectores”. Así se “relega la producción nacional editorial ya no sólo en términos comerciales, con la exhibición destacada en librerías, sino también en la necesaria construcción de identidad nacional, de un reconocimiento del patrimonio literario nacional”.

Felipe Reyes

Felipe Reyes

Afirma que estos grandes grupos, “a través de un trabajo ‘de joyería’, han logrado instalar sus catálogos en el programa de lecturas escolares desde los primeros años”. Y en contraste da como ejemplo el caso de la Editorial Andrés Bello, que “con un rico catálogo de obras nacionales, se encuentra en proceso de quiebra: ¿qué va a pasar con esos títulos?”.

A pesar de este magro panorama, destaca el momento actual, en el que “desde los márgenes, han ido surgiendo interesantes editoriales que han aportado con un trabajo de implacable factura”, dice Reyes.

Por su parte, el escritor y columnista Marcelo Mellado (Ciudadanos de baja intensidad, 2007, Premio de la Crítica 2008) cree que “el tema no es la adquisición o una política de adquisiciones, sino una política bibliotecaria abierta a las comunidades desde un punto de vista moderno, es decir, asumiendo plenamente el momento digital y otros soportes de lectura, incluyendo la oferta clásica, además de los procesos de animación a la lectura”.

En su opinión “las bibliotecas locales o comunales debieran ser claves, porque en sí mismas pueden ser una incitación a los procesos de lectura, ya sea siendo el lugar en donde se guarda el patrimonio documental local, como que también son un centro cultural”.

Para Mellado no se trata de un libro más o menos o de cantidades de libros, sino “de generar situaciones en donde el concepto de lectura se amplifique semiológicamente, que puede implicar desde tener los diarios del día hasta la lectura en términos metafóricos, o visuales, es decir, hay que abrir las bibliotecas a un mundo más visual y diversificado”.

Marcelo Mellado

Marcelo Mellado

“El problema de generar buenas y modernas políticas bibliotecarias más que políticas de compras o adquisiciones, es como cuando los centros culturales se transforman en meros programadores de eventos y no conceptualizan su quehacer a partir del lugar en donde se sitúan”.

Indica que la promoción de la lectura o de una política del libro parte por problematizar las políticas bibliotecarias, y pone como ejemplo una localidad rural: “Sabemos que en la localidad de Domeiko, en donde vive la hija de un amigo, no debe haber librería, pero sí algo parecido a una biblioteca. Esa locación debe ser la raja o espectacular para incitar a la lectura como un procedimiento de descubrimiento del mundo”.

Es enfático al decir que “hay que dejar de pensar que el tema de los libros pasa por los autores o por sistemas editoriales. Son dispositivos complejos que implican variados niveles de emergencia, como son la productividad, distribución y consumo, y otros”.

Su postura no apunta a una política del libro, sino a “un modelo bibliotecario (o modelos) que enfrenten nuestra precariedad en todos los ámbitos de lo libresco”, concluye Mellado.

 En defensa de la lista y justificando la iniciativa

Para Gonzalo Oyarzún, director de la SNBP, es comprensible el cuestionamiento. Según él, cuando se hace participar a la comunidad siempre está el peligro de que no le guste a algunos. Además sostiene que “la masificación de la cultura no significa necesariamente una más alta cultura, significa que la cultura llega a más personas, o que esa cultura llega a más personas”.

Gonzalo Oyarzún

Gonzalo Oyarzún

Ante la pregunta sobre el riesgo que se corre en implementar este tipo de medidas, que implica un criterio de democratización en la elección de los títulos pero cuyo resultado revela una carencia de una política formativa seria y de calidad para los bibliotecarios, Oyarzún reconoce que es una pregunta compleja que debe responderla con otra pregunta: “Si la biografía de Felipe Camiroaga está disponible en todas las librerías, si esa biografía probablemente está dentro de los libros más vendidos, ¿por qué los usuarios de bibliotecas públicas no tienen acceso a eso y sólo pueden tener acceso a Cervantes, a Shakespeare o a Neruda y la Mistral?”.

Y va más allá: “¿Por qué la gente que tiene acceso a la librería Antártica o la Feria Chilena del Libro puede comprar ese libro (el de Camiroaga) y la gente en bibliotecas públicas, en regiones, en localidades donde no hay una librería, en regiones donde no hay una librería no puede acceder a ese libro?”.

“Ahora, que el libro de Camiroaga sea el primero o uno de los primeros me parece muy bien, porque finalmente es lo mismo que dice la lista de El Mercurio el día domingo”, replica el director de la SNBP.

Contrario a lo expuesto por los escritores, comenta que dentro del seminario internacional de bibliotecas públicas, que realizan desde hace dos años, abrieron la puerta para que todas las asociaciones de editores de Chile entregaran una capacitación a los encargados de bibliotecas sobre cómo enfrentar esta selección de libros.

A su juicio, lo más interesante del proceso es que hasta hace unos años, el máximo de libros en términos de diversidad como bibliotecas públicas que se podía comprar no superaba los 4 mil títulos al año. En cambio, con este listado –que implica aproximadamente un tercio del presupuesto de la SBNP– comprarán más de 12 mil. “La diversidad de títulos en bibliotecas públicas se ha triplicado. Lo de Camiroaga no alcanzó los 200 ejemplares, es decir, no alcanzó ni a la mitad de las bibliotecas”.

Su visión es que “la diversidad de títulos que se reparten es infinita, porque las necesidades son diversas. La identidad local está siendo representada por primera vez”.

Agrega que esas mismas bibliotecas van a recibir la última antología de Jorge Teillier, Poco hombre de Lemebel o Llucuma de Baradit o libros tan diversos como Cracks (una antología de futbolistas). “Tratamos en lo posible que en las bibliotecas esté representada la diversidad de género, las diversidades locales y los autores más relevantes de ayer y hoy”.

 

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