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Hombres: Esta vez no se trata de ustedes, se trata de nosotras Yo opino

Hombres: Esta vez no se trata de ustedes, se trata de nosotras


En estos días de ebullición, cuando las tomas y asambleas feministas que denuncian acosos y abusos sexuales, y la violencia contra las mujeres se cuestiona ampliamente dejando de naturalizarse, han surgido respuestas de algunos varones que parecen pensar que las feministas necesitamos de sus orientaciones para poder avanzar correctamente en esta lucha que en Chile lleva, al menos, más de 120 años.

Mientras las jóvenes se organizan, reflexionan, visibilizan y cuestionan las violencias que todas vivimos desde la más tierna infancia y en todos los espacios sociales, solo por el hecho de haber nacido hembras, ellos saltan -quizás temerosos de perder sus privilegios y sin reconocer que los ostentan sin haber hecho esfuerzo alguno- señalando los errores de este movimiento, y mostrando cuál debiera ser el camino a seguir.

El señor Gumucio cree que no es la violencia cotidiana, constante y transversal la lucha principal, sino otras. Matías del Río lo aplaude por su lucidez. Max Colodro opina que el movimiento estudiantil “se agarra de lo que se puede” porque las causas de antaño parecen haberse desgastado. Y muchos celebran estas intervenciones, aplauden la lucidez de estas voces masculinas que tienen perfecta claridad de lo que debemos hacer las feministas. Exigen explicaciones porque no entienden y les parece que deben ser “educados” porque es tarea nuestra que comprendan las demandas que hacemos.

Sus respuestas solo evidencian la desesperación al dejar de ser el centro del universo, cómo un niño pequeño y mañoso con ataque de llanto cuando se entera que no es le único amor en la vida de su madre. Escuchen: no se trata de ustedes, esta vez se trata de NOSOTRAS.

No les estamos preguntando cómo hacerlo mejor: Estamos haciéndolo real. En las calles, los liceos, las universidades, los trabajos, nuestras casas. Estamos en todos lados y cada vez somos más. No estamos partiendo, llevamos la vida entera en esta lucha. Las liceanas y estudiantas que hoy se manifiestan son nuestras hijas. Y nosotras somos nietas de las que lucharon antes por el derecho al sufragio, por la carestía de la vida, por el derecho al aborto.

Y es que estamos hastiadas. Aburridas de salir a la calle con 10 años y que nos manoseen, insulten, y opinen sobre nuestros cuerpos. Cansadas de acompañar a las amigas en abortos solitarios y clandestinos porque no tenemos derecho a decidir sobre nuestras vidas. Hartas de escuchar denuncias por violencia que no se toman en serio sino cuando aparecemos muertas a manos de uno que creyó era nuestro dueño. Enojadas porque tenemos que callarnos cuando los profesores y pares se propasan para no quedar de exageradas.

Esta no es una pataleta. Es la condensación de luchas acumuladas a lo largo de un siglo completo. Las obreras, las sindicalistas, las lesbianas, las trans, las dueñas de casa, las profesionales, las estudiantes y todas las demás, sabemos de lo que hablamos. Lo vivimos a diario desde que nacemos y nos dijeron “chancletas”. Cuando el familiar nos abusó y decidieron que nos calláramos para no crear problemas. Al andar en la noche asustadas porque las calles no nos pertenecen. Cuando nos descrestamos estudiando y trabajando y siempre nos pagan menos. Cuando somos lesbianas o trans y nos echan de los bares y nos insultan en las calles. Cuando nos violan en la fiesta porque nos emborrachamos. Y así, cada día de nuestras vidas, recordándonos el segundo lugar al que nos han relegado solo por haber nacido hembras.

Así no los necesitamos. Aprendan a callar, hagan el esfuerzo -por sus propios medios- y escuchen a las mujeres que tiene alrededor. Lean, infórmense, cuestiónense lo que este sistema implica también para ustedes y reconozcan sus privilegios. Si quieren ser parte apoyen sin buscar protagonismos. Porque esta vez, no se trata de ustedes, se trata de nosotras.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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