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Rayén Araya tuvo la primera audiencia con Bío Bío: “La responsabilidad que siento, está al ladito del miedo” Te descubro

Rayén Araya tuvo la primera audiencia con Bío Bío: “La responsabilidad que siento, está al ladito del miedo”

Alejandra Valle
Por : Alejandra Valle Periodista, porteña. Conductora de televisión, editora de revistas, con un largo currículum en diversas plataformas de información. Directora en www.elmostrador.cl/braga @siliconvalle
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Ayer se vivió en tribunales la primera parte de la dura batalla que la comunicadora está dando contra la radio donde trabajó durante cinco años. Conversamos con ella sobre transformarse en la primera mujer que se levanta contra lo que parece ser habitual en los medios de comunicación masiva: la brecha salarial y la deficitaria protección a la maternidad.


Rayén Araya está esperando en una esquina del restorán italiano en Ñuñoa donde nos juntamos. Su look es muy ejecutivo, con unos cat eyes negros que le dan seriedad a esa cara de niña que mantiene con el correr de los años y que complementa con una voz dulce, pero vehemente. Es una mujer de palabras claras. Seguramente por eso era, hasta hace muy poco, una de las voces principales de Radio Bío Bío, estación con la que mantiene un litigio que la tiene en el ojo del huracán y que la convirtió, durante la marcha contra la brecha salarial y la violencia hacia las mujeres convocada por el movimiento 8M, en una de las más fotografiadas.

Este viernes se realizó la audiencia de la querella interpuesta por Rayén Araya a Radio Bío Bío por despido indebido, daño moral y discriminación: «Estoy tranquila, la audiencia fue larga pero se logró lo que esperábamos. Es un inicio muy positivo, sin embargo es solo el comienzo. Me sorprendió que la radio no quisiera aceptar un acuerdo que los eximía de pagar, porque esto no se trata de dinero. Simplemente no quisieron. Ahora hay que seguir las pautas del tribunal y esperar a la próxima audiencia que es el 27 de abril. Junto a mis abogados vamos a probar las acusaciones que hemos formulado a Bío Bío», declaró tras la instancia

Hace casi un mes, se supo que Rayén demandó a la estación por malos tratos, abusos laborales e irregularidades durante su embarazo en 2016. Además, acusa despido injustificado una vez que terminó su fuero maternal, al año siguiente. El fin de semana recién pasado, se conoció la demanda de Radio Bío Bío. En el documento la emisora intenta desestimar la demanda de su ex trabajadora, comparando las competencias profesionales de la periodista y su ex compañero Álvaro Escobar para explicar la brecha, la acusan de llevarse mal con el equipo de trabajo y de tener un modus operandi (usar facturas) debido a que el 2011 le ganó una demanda a Mega por 10 millones de pesos. Hablan de mentiras, manipulación y oportunismo para sacar beneficios económicos. «Me resultó completamente esperable, incluso el tono agresivo es muy propio de quien está escribiendo. Es parte de lo que señalé en mi demanda, hay un clima adverso hacia las mujeres y ese texto lo reafirma. Me vuelven a denostar, incluso usando un tono despectivo y discriminador.», asegura la comunicadora.

Rayén está confiada. Para interponer la acción legal, esta mujer que comenzó a los 17 años en televisión, fue tan metódica, que estuvo recabando durante casi un año el material que da forma a su causa.

«El estándar probatorio de los juicios de tutela laboral, que es como se llama este proceso, es sumamente alto. Uno tiene que allegar un montón de pruebas, testigos, etcétera. Ahora, en este caso hay tantas pruebas materiales, que tener más o menos testigos, no es tan relevante. Pero hay mucha gente que casi como necesidad de desahogo terapéutico, quiere ir a dar su testimonio», cuenta la profesional.

Y luego detalla que en la radio «los comentarios ocurren delante de cualquiera, las conversaciones impropias son con quien sea, que puede eventualmente haber visto o escuchado, que también se cansó y hay muchas otras cosas que quedan por escrito. Y eso ha sido lo que yo he ido recabando como datos importantes de la causa durante todo este año».

– ¿En qué momento decides empezar a recabar información para esta causa y por qué?

– La primera amenaza de despido ocurre prácticamente un mes después de que yo vuelva de mi posnatal. Durante ese tiempo, hago el programa sola porque mi compañero está de vacaciones. Él se integra de vuelta de sus vacaciones, llevamos dos días al aire y me llama Tomás (Mosciatti) a una reunión dónde me dice que quiere que me vaya de la radio. En ese minuto entendí que esto era una decisión tomada. Y que independiente de lo que se pudiera hacer en ese momento para revertir la decisión o bien cambiar la idea, esto, en algún minuto, iba a pasar igual.

– ¿Pensaste que te iban a llevar a tribunales para que renunciaras al fuero?

– No, pensé que iba a tratar de llegar a un acuerdo conmigo. Hay muchas mujeres que pueden estar dispuestas a llegar a un acuerdo porque dicen, finalmente, si no me quieren aquí, para qué me voy a quedar. Pero entre que a mí me despiden y nos dicen sigan adelante, pasó una semana. Una semana en que como equipo no entendíamos qué era lo que estaba pasando, era un mundo de incertidumbre. Le tenía que escribir a Tomás por whatsapp para preguntarle si a la mañana siguiente iba o no iba. Durante esa semana le empiezo a dar vueltas a que hay una decisión tomada, que es muy difícil que se revierta y que, si se revierte, va a ser una cosa puntual para evitar el escándalo de que Álvaro (Escobar) haya puesto su renuncia arriba de la mesa, para que yo siga. Y empiezo a sentir la culpa de haber visto que esto mismo le pasó a una compañera que entró como productora el año anterior y que su salida fue en una condición pésima.

– ¿Te refieres a una compañera que nombras en tu demanda?

– Sí. Paulina Pino. Yo debería haber hablado en ese minuto, debería haber dicho que no está bien lo que pasó con ella. La situación de Paulina tenía algunas particularidades porque ella entró con un contrato a plazo fijo porque estaba haciendo un reemplazo. Al par de meses, se entera que está embarazada y me lo cuenta muerta de susto.

– ¿Tiene miedo de que la echen?

– Y le digo ‘oye paulina, a ti no te pueden despedir, tienes que comunicar tu embarazo tranquila porque no existe el contrato a plazo fijo para una mujer embarazada’ (salvo que la empresa cuente con una autorización previa del juez competente). La radio tenía la obligación no solo legal, sino también ética de haber cambiado ese contrato y haberla pasado a planta fija indefinida. Pero cuando vuelvo de prenatal, la Paulina ya no está. Yo vi esto y no hice nada, debí haberlo dicho porque estaba en una posición en que probablemente me habrían escuchado. Y me di cuenta que mucha gente alrededor de la radio nunca dijo nada con otras situaciones históricas, uno por el miedo a perder la pega y dos porque aunque siempre se dice que los tribunales del trabajo fallan a favor de los trabajadores, tú tienes que tener pruebas y cuando las pruebas son escasas porque son conversaciones, entonces la única manera de que esta cuestión pueda cambiar es que yo logre reunir suficiente material probatorio para que me crean qué está pasando. Y entonces es que yo decido poner atención desde un punto de vista distinto de cosas que durante los años anteriores parecían normales.

– ¿Cómo qué?

– Uno termina valorando tanto que en ese lugar efectivamente hay independencia para investigar. Esa libertad se vive y existe y es parte fundamental del medio. Frente a eso yo terminaba poniendo en balanza y decía esto es tan bueno, que cómo lo voy a afectar con esto otro. El tema es que empieza a hacer inconsistente. En la radio, me tocó muchas veces hablar de situaciones muy similares a las que yo estaba viviendo y en el tono Bío Bío de ‘esto es inaceptable’, pero esto pasa aquí adentro. Entonces empiezo a mirar esas otras cosas que eran como sutilezas, como que le pregunten a una mujer en el pasillo si quiere ser madre o comentarios de índole sexual.

– ¿Te tocó vivir esto en otros medios?

– No. Excepto en el lugar donde empecé, que también es una cuestión que vi mucho tiempo después. Tuve mis distancias editoriales con El Extra Jóvenes bien fuertes y me costaron muchas peleas. Justamente porque el uso de la imagen de la mujer era… o sea para lo que hoy día hay de conciencia, sería un escándalo de proporciones mayores, exhibición de chicas menores de edad con poca ropa, era bien despiadado en ese sentido el programa. Pero además a Martín (Cárcamo) y a Daniel (Valenzuela) les pagaban más que a la Paloma y a mí.

– Y eso que Daniel y la Paloma eran pareja…

– Pero siempre fue así. Con la Paloma lo comentamos: nos pagan 100 lucas menos porque, bueno, es normal. Me acuerdo siempre de una productora que cuando yo tenía discusiones con el director del programa porque no quería ponerme una mini, por ejemplo, -porque te aburres de ser un producto sacrificable en función de un programa- me decía muy asustada: ‘Rayén, cómo se te ocurre, no puedes contestarle al director de un programa, menos una mujer’. Por cierto, ella era la única mujer que trabajaba en este equipo.

– ¿Por eso no te gusta hablar de esa época?

– Claro. Por eso que cada vez que se han hecho juntas de diez años no he ido, nunca he querido hablar de Extra Jóvenes porque no tengo buenos recuerdos. Lo pasé muy mal, no solo yo, la Paloma también, y probablemente cualquier mujer que haya pasado por ese programa tenga muchas cosas que contar al respecto. Era fuerte trabajar en la tele en esa época. Siempre voy a tener la gratitud de que fue la puerta que se me abrió para trabajar en televisión sin haber querido yo estar en televisión, entendí que tenía habilidades para comunicar y que con eso podía ganarme la vida.

– ¿Te han llegado historias de mujeres que trabajaban en otras áreas distintas a las comunicaciones?

– Sí.

– Parece que es común entonces, ¿hay desconocimiento de la ley, miedo?

– Es una mezcla. Miedo, sin duda, sobre todo a perder la pega en un minuto que estás súper vulnerable, después de un parto y de seis meses de lactancia probablemente. Y además está tan naturalizado. Quién se va a parar delante del jefe y le va a decir ‘oye me estás preguntando sobre hijos y yo no tengo por qué contestarte’ sin sentir que está arriesgando su trabajo. La única manera que eso cambie es que haya un grado de empoderamiento, que sientas la seguridad de que ciertas normas se cumplan. A mí me decían en redes sociales, ningún empleador está obligado a trabajar contigo. Claro, pero hay maneras. Cuando un contrato llega a su término o alguien te dice voy a poner término al contrato, tienen que justificar cuál es esa razón, esa norma laboral existe para que no te despidan porque caíste mal o miraste feo. Aun así cuando esa justificación laboral no existe, hay una manera, que es el recargo del 30% a la indemnización. En el caso de Bío Bío no me ofrecieron ninguna de esas alternativas.

– Además somos las únicas a las que se les carga cuando tenemos un hijo.

– Siempre se dice que es más caro contratar una mujer. Sé que hay algunos proyectos de ley. Algunos parlamentarios han hablado conmigo a partir de esta situación, y hay proyectos que buscan establecer cierta igualdad en el tema del fuero. No de pre y postnatal por cosas biológicas, pero una idea que surge de estas conversaciones es que si el fuero no fuera solamente para la mujer sino para ambos padres, si no pueden despedir a ninguno de los dos, entonces ya no puedes decir que la mujer es más cara. Y tal vez hacia allá es hacia donde hay que caminar. Mientras la sociedad siga haciendo una diferencia que entre comillas busca darnos un beneficio, pero que a la larga nos perjudica, sencillamente esa cuestión no va a cambiar.

– ¿Y el desconocimiento?

– Me he encontrado con muchas mujeres que me escriben preguntándome cuándo me echaron porque suponen que el fuero es hasta los dos años del niño. Ni siquiera tenemos claro que el fuero dura dos años, pero que incluye los nueve meses de embarazo. Y en eso hay un tema de la comunicación de las políticas públicas que no han sido lo suficientemente claras para que sepamos qué hacer. No tenemos claros nuestros derechos, no tenemos claras las normas laborales y en eso hay una tremenda falencia de parte de la política pública. Me enteré por el último debate presidencial radial de la ley que establece que a igual trabajo, igual remuneración. Es del año 2009 y hasta el momento solo ha habido tres denuncias.

– ¿Cómo te enteraste de la brecha entre tu sueldo y el de Álvaro (Escobar)?

– Nosotros teníamos un acuerdo desde el momento en que Álvaro y yo comenzamos a hacer el programa juntos, de igualdad de remuneraciones y fue un acuerdo propuesto por Tomás (Mosciatti). Eso ocurrió hasta marzo del año pasado. Me entero de esto de manera muy casual. Hacia fines de año, cuando se termina mi fuero, hablo con Tomás y le pregunto si me va a echar y me dice que no, que hasta ya se había olvidado, que el programa ha andado bien por lo que sigo este 2018. Conversando con Álvaro él me dice, qué bueno que seguimos para el próximo año y que seguimos ganando lo mismo. Y ahí me doy cuenta que yo estoy ganando menos. Ambos pensamos que quizás era un error. Pero además me doy cuenta de otra diferencia: cuando yo no estaba, ponían a alguien de reemplazo; en cambio, cuando Álvaro no estaba, yo tenía que hacer el programa sola. Entonces agarro estos dos temas y los planteo y me dicen que no hay voces masculinas de reemplazo. Pido que pongan a otra mujer y me dicen que no, que la política de la radio es que haya un hombre y una mujer. Entonces digo que esto está avanzando un poco más hacia un trato diferente. A la vuelta de eso, Tomás me dice que no se acuerda por qué sucedió lo de la diferencia de sueldo, que capaz que haya sido un error, que se me va a pagar todo y que quiere que me vaya.

– Esta semana Álvaro Escobar respondió a través de las redes sociales que «no me parece solidario pedirle a un compañero que mienta en un juicio». ¿Qué te parecieron sus declaraciones?

– Creo que si Alvaro dice que no vio nada, eso no implica que las cosas no pasaron. Los invito a revisar cada una de mis declaraciones y a buscar donde dije algo cercano a incitarlo a mentir, que es lo que ha dicho. Todo lo contrario. Espero que se ajuste a lo que los tribunales esperan, que diga la verdad. Si su verdad es “no vi nada”, pues eso debe declarar. Ni más, ni menos.

Nunca he pedido apoyo de quienes se encuentran en la radio. He declarado exactamente lo contrario, que no lo espero, pues entiendo la dificultad que representa para los trabajadores hacer algo así.

– Cuando te piden irte definitivamente, todavía te quedas un tiempo. ¿Por qué?

– Cuando Tomás me llama para decirme que lo mejor es que me vaya, me dice que quiere que yo decida cuándo. Yo le digo que no estoy tomando la decisión de irme, que no me pidan a mí que yo decida. De ahí para adelante hasta que termino efectivamente saliendo de la radio, me empieza a citar a reuniones a su oficina para preguntarme si tengo decidido cuándo me voy a ir. En ese minuto, voy a la Inspección del Trabajo y hago una denuncia en la oficina de derechos fundamentales diciendo que aquí hay directamente un acoso constante. Porque además entre esto que ocurre en marzo y que yo me entero finalmente del despido, hubo transmisiones especiales, campañas de publicidad, cosas que la radio hizo, en las que quedé completamente al margen. De la noche a la mañana, me marginaron de las discusiones editoriales para saber qué temas íbamos a abordar o cómo lo haríamos. Te das cuenta que te están empezando a hacer el vacío, a marginar. La abogada me dijo qué increíble lo que pasa en los medios de comunicación, conozco gente que por mucho menos está con depresión.

– ¿Te afectó emocionalmente?

– Me di cuenta mucho tiempo después. En el proceso del año tenía jaqueca todos los días, se me cayó el pelo, mucho pelo. Un día llegué con la presión disparada al médico, me mandaron hacer un holter, ¡tengo 37 años! No lo entendí hasta que me piden hacer un peritaje psicológico por la demanda. Tenía jaqueca, se me cayó el pelo, tenía problemas para dormir. Lo que el sicólogo me dijo fue que esto respondía a las características clásicas del estrés postraumático crónico, que tiene que ver con una situación vivida durante mucho tiempo. Pero yo estaba tan convencida que eso era lo que tenía que hacer que no le di mucho espacio en mi cabeza.

– Y ¿qué hiciste para aguantar? ¿Te armaste un personaje? Fuiste como una espía con sangre fría.

– Álvaro fue fundamental en este proceso. Él nunca supo de mi decisión, de que yo estaba juntando pruebas para esto. Pero sin saber, primero revierte la situación de marzo poniendo su renuncia sobre la mesa. Y luego es un tipo que tiene un espíritu muy alegre, ayudó a que todo fuera más llevadero, a pesar de todo el infierno que vivía. Creo que muy poca gente se puede haber dado cuenta de lo que estaba pasando. Con Álvaro nos hicimos muy cercanos y tiene que ver con lo que pasa cuando tú vives una situación difícil con alguien, uno se acerca mucho, hablábamos horas. Si me hubiera tocado hacer el programa con otro partner era bien difícil que lo hubiera resistido.

– Pero seguiste.

– Hay varios factores que fueron fundamentales. Uno, el no haber hecho nada en el caso de la Paulina; dos, la única manera de cambiar esto, era que alguien que tuviera alguna llegada con la gente pudiera contarlo, la responsabilidad de la figuración publica, que es una convicción al final y que tiene un costo, pero que en este caso era como una obligación moral: tengo dos hijas. Además la revista Time escoge a las denunciantes de los escándalos en Hollywood como las celebridades del año por ser las rompedoras de silencio. Denunciar esto hoy no es lo mismo que haberlo hecho años atrás. Y me arriesgué no más.

– Los movimientos Time’s Up y Me Too explotaron en paralelo a lo que estabas viviendo. ¿Te percataste que te convertirías en una pionera también, qué significa eso en términos emocionales?

– Responsabilidad es el primer concepto, pero está al ladito del miedo. Dar una batalla contra un medio de comunicación, contra las prácticas de un medio con un foco en las trabajadoras mujeres, es súper difícil. De partida, no tengo un medio de comunicación. Puedo hablar con algunos medios, pero probablemente tampoco todos van a querer con mucha facilidad enfrentar a otro. Esto es una aldea chiquitita, es súper difícil y lo primero que te dicen además, es ‘no vas a encontrar nunca más trabajo’. Hay una serie de dichos de ese tipo que son bien difíciles de escuchar, incluso compañeras, periodistas mujeres, que te dicen ‘no denuncies, vas a quedar de conflictiva, nunca más te van a dar pega’. Y responsabilidad por lo que significa el rol social porque si no, para qué estamos. Pero harto miedo.

– ¿Qué pasa si pierdes?

– Probablemente no es la misma reparación si hay una sentencia que dice que lo que tú acusas se puede comprobar, pero es uno de los riesgos. Ahora cuando la batalla se da contra un medio de comunicación, no es solo necesaria la sentencia de un tribunal. Sin duda que para mí el camino a través de una demanda implica que lo que estoy buscando es una sentencia, pero creo que también hay un espacio que tiene que ver con el juicio que las mismas personas hacen. Independiente de cuál sea el resultado, probablemente la próxima vez que pase algo como esto, o bien la radio no va a volver a hacerlo, o bien a la siguiente que le toque va a tener un buen precedente para poder ir a defenderse.

– ¿Crees que tu futuro laboral está en riesgo?

– Sí, sin duda. Y claro que eso cambia cuando tienes una sentencia que demuestra que lo que tú demandaste públicamente era verdad. Mi futuro laboral es completamente incierto, no tengo idea si después de esto voy a conseguir pega o no. Ya llevo tres meses sin trabajar. Mira, el mundo de independencia y los emprendimientos también existe y hay otras alternativas para ganarse la vida, que no dependen solo de un medio de comunicación. Yo trabajo en esto desde los 17 años y siempre he trabajado por la necesidad de hacerlo. No tengo tema con la figuración pública y hay muchos otros trabajos que pueden resolver la situación económica. Claro que mi trabajo es completamente incierto, quizás hay alguno que diga ‘¡uy! Qué valiente necesito una mujer así’ y otros que digan ‘¡uy! qué conflictiva, no pienso contratarla’.

– Marchaste con el Colegio de Periodistas que te dio su apoyo, junto a Karen Doggenweiler, Laura Albornoz y un largo etcétera de comediantes, actrices, líderes de opinión. ¿Qué nos falta para unirnos?

– Ser más solidarias y organizarnos, somos muy despiadadas con nosotras mismas. La solidaridad de género existe muy poco. Pero las cosas se están moviendo y rápido. La gente tiene mucha empatía por lo que esto significa, porque a más de alguien le ha pasado. Lo que a mí me gustaría que así como a mí me creen, también le crean a la vecina, a la amiga, a la compañera de trabajo. Es en esos espacios más pequeños, más íntimos, que a veces no nos portamos a la altura.

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