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Tres mujeres expertas dan cátedra respecto a cómo discriminamos en nuestra sociedad Tercer día de Congreso Futuro

Tres mujeres expertas dan cátedra respecto a cómo discriminamos en nuestra sociedad

Deborah Sepúlveda Pozo
Por : Deborah Sepúlveda Pozo Estudiante de Periodismo, Universidad de Chile
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Claudia Matus, Ashton Applewhite y Diana Maffia expusieron diversos puntos de vista respecto a cómo vamos clasificando a las personas de acuerdo a normas construidas como sociedad, manifestando que al desenmarcarse un poco de lo considerado normal, se ejerce esta discriminación al otro.


Este miércoles 17 de enero se llevó a cabo el tercer día del congreso que busca discutir los desafíos futuros que debemos enfrentar como sociedad. Esta discusión actualmente se lleva a cabo por 130 expositores y expositoras de alrededor de todo el
mundo, de los cuales un 40% son mujeres especialistas.

La jornada comenzó con la charla “Innovar por el mundo” y terminó con el importante tópico sobre “Cómo discriminamos”, donde tres expertas analizaron este creciente aspecto que tenemos que enfrentar como sociedad, para así construir un mundo inclusivo y libre de discriminaciones.

Cabe recordar que en Chile se ha visto un creciente aumento de ciudadanos pertenecientes a países vecinos, poniendo en tela de juicio los asuntos en torno a inmigración y discriminación, sobre todo por recientes videos y testimonios que han circulado en redes sociales de casos ligados a racismo y xenofobia. Así también ocurre con la presencia de una cada vez más fuerte
comunidad LGBT+, entre otros grupos que por años han sido excluidos por su condición de “diferentes”.

Fantasías de lo normal

Claudia Matus es una chilena con un PhD en Educación e investigadora principal en línea de inclusión bio-sociocultural. En esta oportunidad, la profesional expuso sobre cómo se ejerce discriminación basado en lo que se considera como “normal”.

“Habitualmente, el tema de la discriminación, tenemos que situarlo en temas con marcadores de identidad, como lo son géneros, etnias, razas, clase, edad, etc. Por lo tanto, la idea es que podamos ir haciendo el ejercicio de ver cómo es que, a propósito de estas categorías, nosotros hacemos estos procesos de discriminación”, relató Matus.

A partir de esta diferenciación que realizamos al discriminar, clasificamos a estas personas y enaltecemos la figura de un ser hegemónico, quien es el mismo que se encarga de apartar a un grupo del otro, solo por ser distinto.

“Mujeres, inmigrantes, niños, niñas, comunidades pobres, grupos indígenas, comunidades con discapacidad, etc. Podríamos nombrar una serie de grupos que entran en este espacio”, afirmó la PhD en Educación.

Pero a raíz de esto, se presenta una normalización que no está siendo cuestionada, menos al ser hegemónico que se escogió como modelo a seguir.

Sin embargo, según la experta, puede tener una solución: “En este caso, la propuesta es de pensar que el problema de la discriminación está justamente en el momento donde no articulamos o no ponemos en tensión estos dos grandes momentos o
dimensiones. Por un lado, el tema de la diferencia y por otro el tema de la normalidad”.

“La idea es salir de la idea de los estereotipos y los prejuicios, que cada vez que una entra en estos temas de discriminación, generalmente una tiende a decir: ‘Bueno, es que hay gente que es más prejuiciosa que otra’ o tienen más estereotipos acerca de
las personas, que usan más estereotipos”, agregó además Claudia Matus.

Dentro de las muchas discriminaciones que se ejercen de raza, color de piel, clase, edad, entre otras, el género es un tópico que se reproduce sutilmente dentro de la sociedad, “en donde también hay ciertas formas que tienen que ver con formatos más dominantes del cómo es ser mujer o ser femenina”, relata la experta. Además alude también a los roles de género que suelen asignares a una persona tan solo por su genitalidad, pues se determinó que ser hombre con pene y mujer con vagina era lo normal.

Sin duda estos múltiples factores afectan en la unidad de la sociedad, separándonos nosotros mismos por nuestro acervo cultural selectivo de acuerdo a lo determinado como normal en cada cultura.

¿Cómo se cambia? “Entendiendo que la forma de valorar entre lo normal y lo diferente es una forma de conocer, y que si lo aprendimos de esta manera, entonces podemos desaprender y aprender de otra. Eso es conciencia”, puntualizó la chilena.

Chile tiene una deuda legal

Diana Maffía, PhD en filosofía de la Universidad de Buenos Aires y fundadora de la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología, además de ser miembro de la Asociación Argentina de Mujeres en Filosofía, llegó al tercer día del Congreso Futuro cuestionando la misma línea que la chilena, Claudia Matus.

“Cuando se dice que alguien tiene una diferencia de color, nunca se piensa en una persona blanca. Cuando se dice que alguien tiene una diferenciación de orientación sexual, nunca se piensa en una persona heterosexual. A ningún heterosexual nos
preguntan, ¿cómo les dijiste a tus padres que eras heterosexual?”, cuestionó la experta argentina.

“Ese tipo de preguntas que no se le formulan a los grupos dominantes”, agregó. Pero ella decidió enfocarse en la normativa sexual que está implantada dentro de la sociedad, donde todo lo que queda afuera de esa normativa es considera “o enfermo
o peligroso. O debo patologizarlo, o debo perseguirlo penalmente”, expuso.

Se tiene una normalización de hombre-pene, mujer-vagina, produciendo una patologización de los sexos y géneros, afectando a intersexuales, transexuales, transgéneros, etc. También se patologiza la orientación sexual, discriminando todo lo que está fuera de lo heterosexual. Y por último, incluso se patologizan las prácticas sexuales, recriminando toda aquella práctica diferente del coito, que mientras no cumpla con la labor de reproducción es mal vista.

“Se leyó un cuerpo y se le asignó un género y se espera que estén de acuerdo con eso”, además de que esté de acuerdo con todo lo que viene por pertenecer a ese grupo.

Bajo esto, Diana Maffía expuso la deuda legal que Chile tiene con las personas transgéneros y la actual Ley de Identidad de Género que aún se tramita en el Congreso, poniendo de ejemplo cómo en Argentina lograron esto, además del Matrimonio Igualitario. De esta forma, lograron desplazar al ser hegemónico que determinaba cómo debían ser ciertos cuerpos, además de cómo debían actuar.

“La neurociencia ha tenido que admitir que los cerebros tampoco están divididos en masculinos y femeninos”, agregó Diana, por lo que expuso que no hay excusas para no querer mirar fuera de una norma impuesta, modificable por lo demás. La experta hizo un llamado, a ver más allá, “recordando siempre que los cuerpos no son naturales, los cuerpos están inscriptos en la cultura y son cuerpos semiotizados”, finalizó su charla.

Edadismo

La estadounidense, Ashton Applewhite, escritora y activista que vela por la no discriminación etaria expuso sobre el edadismo, término que se refiere a la discriminación y a la estereotipificación por cuestiones de edad, aludiendo que es el
último tipo de discriminación mencionado.

Aunque se enfocó en los adultos mayores, no quiso exponer el término como “viejismo”, pues de esta manera excluiría el hecho de que las personas jóvenes también son víctimas de esta discriminación en la sociedad.

“Este edadismo nos afecta a todos, es un juicio que cualquier persona o un individuo en base a la edad que creemos que tiene”, sostuvo la escritora de 65 años.

“Estamos bombardeados por mensajes negativos acerca del envejecimiento a partir de la infancia: las arrugas son feas, los viejos son incompetentes. Es triste ser viejo”, afirmó la estadounidense.

De esta manera expuso el afán de una sociedad por estar joven, olvidando o dejando de lado el hecho de que cada día envejecemos un poco y no podemos rejuvenecernos más de lo que estamos, más de lo que somos.

“¿Por qué dejamos de celebrar esta capacidad de adaptarnos, de cambiar y crecer a medida que vamos pasando por nuestra vida? ¿Por qué el envejecer bien tiene ver con tratar de verse como una versión más joven? Es vergonzoso decirnos que somos más viejos”, aseguró.

Hay que recordar que la discriminación es la barrera, no la edad ni la habilidad. Somos cuerpos moldeables y con los años solo se adquiere mayor conocimiento ¿cómo eso sería perjudicial para las empresas? Sin embargo, ocurre esta discriminación por edad
en los ambientes laborales, en las isapres por el costo de ser mayor, entre otros lugares en que se generan estos ambientes discriminatorios.

Y por si fuera poco, se comienza a crear esta becha entre jóvenes y adultos mayores, como motivo de separación en vez de unidad, mientras que “intercambiando historias entre generaciones es el orden natural de las cosas. Este mundo intergeneracional es
un mejor mundo”, relató Ashton Applewhite.

Nacen cada vez menos niños y la gente vive más años, por lo que es primordial recordar que los derechos humanos no acaban con la edad y que ser viejo no es una enfermedad, es solo vivir.

“Las mujeres nos envejecemos de manera diferente, hay un doble estándar de que la edad mejora a los hombres y disminuye a las mujeres. Y nosotras, las mujeres, reforzamos este estándar”, declaró la activista.

Frente a esto, Ashton hizo un llamado a replantearse esta mirada sobre el envejecimiento, que no debería más que empoderarnos por los años vividos, por los años de experiencia. Si no se hace algo al respecto, el edadismo nos oprimirá, pues todos llegamos a ser mayores en algún momento, por lo que es un problema continuo que solo nos hará infelices con el tiempo.

Pero la escritora se encuentra optimista a sus edad. “Como yo siempre estoy recordándole a las personas, hace poco dejé de echarle la culpa a mi rodilla adolorida de tener 65 años, porque mi otra rodilla no me duele y es igualmente vieja”, comentó
logrando risas.

Y no pudo terminar la charla de otra manera sino con la invitación de hacer un cambio. “Yo ya estoy en este movimiento, espero que se unan a mí”, remató.

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