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Diana Maffía: «Una mujer en casa debe ponerse el chip de maternidad y conyugalidad, y cuando sale a competir tiene que hacerlo con códigos de y para varones» CONGRESO FUTURO

Diana Maffía: «Una mujer en casa debe ponerse el chip de maternidad y conyugalidad, y cuando sale a competir tiene que hacerlo con códigos de y para varones»

La destacada feminista argentina y Doctora en Filosofía que expondrá en Congreso Futuro 2018, reflexiona sobre las desigualdades que deben enfrentar las mujeres en la sociedad. «Cuando yo entrevistaba a las mujeres que estaban en nivel superior de ciencia, el 75% eran solteras (…) en cambio a los varones no, los varones tenían parejas e hijos, porque eran sus mujeres las que se encargaban de los niños, ellos no renuncian a una vida emocional plena».


Diana Maffía es una de las feministas más reconocidas de Latinoamérica, doctora en Filosofía de la Universidad de Buenos Aires e investigadora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (UBA). Además, es fundadora de la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología y de la Asociación Argentina de Mujeres en Filosofía, y se desempeñó como “defensora del pueblo” y diputada.

En una conversación íntima con El Mostrador Braga, en el marco del Congreso Futuro, donde expondrá sobre identidad de género y cómo discriminamos, hablamos del movimiento feminista en latinoamérica, de los Derechos Humanos de las mujeres y del rol de los hombres en la lucha por la igualdad de género:

-Desde Argentina nace con fuerza el movimiento #Niunamenos que rápidamente se extiende por el continente, ¿cómo se da ese espacio?

-Surge en Argentina como reacción ante la brutalidad de algunos femicidios, sobretodo de adolescentes, y desde este reclamo sistemático que nosotras llamamos “las desaparecidas en democracia”, es decir, mujeres asesinadas por sus parejas, por situaciones de desigualdad de género y mujeres secuestradas en las redes de trata y explotación sexual.

Desde ahí hemos reclamado por la falta de un registro nacional de femicidios -el que hoy existe-, reclamamos por políticas contra la desigualdad de género que ayuden a las víctimas, porque si tú resuelves judicialmente una causa de violencia, pero a la mujer no le das herramientas para re organizar su vida, esa mujer que seguro fue dependiente económicamente de su pareja y por eso soportó la violencia, tiene hijos que no puede mantener, no tiene vivienda, entonces esa mujer va a caer nuevamente en una situación de sometimiento.

Para Maffia, ha sido importante ver como estos reclamos se han multiplicado con los años y se han ido diversificado en los temas al incluir, por ejemplo, la igualdad laboral. Es por eso que destaca como el 8 de marzo de 2017 se articuló una huelga de mujeres que considera un hito. «El tema de las mujeres trabajadoras y cuánto aportamos y la invisibilidad de lo que aportamos y sobretodo la invisibilidad del recuento económico de lo que significa el trabajo doméstico y la reproducción gratuita de la fuerza de trabajo que hacemos, hace que sistemáticamente las empresas y los gobiernos no vean como trabajo nuestra labor en el hogar, sin embargo ese trabajo ocupa la mitad de nuestra vida», sostiene.

-Chile tiene una participación laboral femenina parecida a los paises islamicos, ¿qué crees de los paradigmas que imponen trabajos de mujeres y trabajos de hombres?

-Hay un aspecto que es la socialización diferencial de género que recibimos varones y mujeres, eso hace que cuando se solicitan capacidades para un trabajo los varones las traigan incluidas en su crecimiento, pero las mujeres tenemos que hacer una doble socialización, ya que se nos entrena en las tareas domésticas y de cuidados para estar al servicio del otro, se nos enseña de la empatía, lo que hace que nos inclinemos en estas tareas de servicio. Cuando queremos asumir otros roles tenemos que capacitarnos en eso, sin perder la otra parte: quiere decir que la doble jornada de una mujer no significa que va a cambiar sus atribuciones emocionales por racionales, porque cuando vuelve a su casa tiene que ponerse el chip de maternidad, conyugalidad, etc, y cuando sale a competir tiene que hacerlo con códigos diseñados por varones y para varones.

Además no sólo hay una discriminación vertical respecto de la dificultad de ascender, sino también horizontal, hay zonas del trabajo centrales que están desarrolladas por hombres y zonas más marginales que están hechas por mujeres con tareas menos creativas y más monótonas. Cuando los mujeres no nos resignamos a esos espacios y buscamos espacios de más influencia, la lucha es durísima.

-En un trabajo suele minimizarse el problema de una mujer, respecto del problema que pueda tener un hombre ¿por qué crees que sucede eso?

-Es verdad, ya que la manera en que caracterizamos las condiciones de personalidad de acciones y problemas cuando se trata de un mujer o varón son diferentes, porque se tiende a poner a las mujeres en el lugar de la domesticidad, entonces sus problemas son menores, son cosas con las que molestan a los demás, no son problemas que todo el equipo debe resolver, porque se ven como problemas emocionales, personales e incluso hormonales.

Pero además hay que tener en cuenta quién escucha ese problema y quién lo caracteriza, porque muchas veces son mujeres la que lo hacen, y son mujeres al servicio de los valores patriarcales, que entran en una comparación diciendo: “Yo no soy como ella, yo puedo estar en este equipo porque no traigo los problemas de esta mujer”. Entonces las mujeres a veces se sobre adaptan a las condiciones que les exigen los espacios profesionales y ahí falta mucha conciencia de género, porque mientras más alto llegamos, nos debemos comprometer a pensar en el camino que hemos hecho, que en general es un camino muy duro y de renunciamiento, un camino que no permite que todas las mujeres lleguen a alcanzar sus metas.

Un ejemplo de ello: yo entrevistaba a las mujeres que estaban en nivel superior de ciencia, esas mujeres que habían llegado a esos lugares destacados, decían: “Si yo puedo llegar, cualquiera puede, las mujeres se tienen que esforzar no tienen que venir con problemas menores, tienen que priorizar su trabajo, etc”, pero cuando les preguntaba con quién vivian el 75% eran solteras, entonces ellas habían hecho ese esfuerzo a costa de eliminar un proyecto de vida que tenga que ver con tener una familia, con hijos porque no se los permitía un rol que les exigía el 100% de su tiempo, en cambio a los varones no, los varones tenían parejas e hijos, porque eran sus mujeres las que se encargaban de los niños, ellos no renuncian a una vida emocional plena.

-¿Cúal es el rol del éxito o del dinero en el sistema patriarcal, a tu juicio?

-En general son los varones los que ganan más, pero cuando son las mujeres las que reciben mejores sueldos, eso repercute en su relación de pareja directamente, porque esta construcción de género no sólo domestica a las mujeres, pone a los varones como proveedores económicos, entonces si el varón no cumple con este rol afecta su masculinidad. También una mujer que llega a tener un cargo profesional, una renta alta, etc., corre riesgo en su pareja porque esa competencia parece verse como un menoscabo de la masculinidad del varón, más que como una oportunidad.

Realmente la cuestión del modo en que el dinero está cargado de sexualidad, también tiene que formar parte de la reflexión de la equidad de género.

-¿Qué les dirías a las mujeres que están en el poder para ayudar a otras mujeres?

-Es una responsabilidad de todos, no sólo de las mujeres. Cualquier persona que esté en un lugar de poder o en un lugar político tiene una obligación con la igualdad de género, la equidad y eso comprende la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres.

Como mujeres estamos representando un grupo que está sub representado en el poder, entonces quizás nuestra responsabilidad es reflexionar sobre eso, simplemente desde los Derechos Humanos, desde la igualdad, de cómo favorecer que las mujeres tengan las mismas oportunidades sin que se omitan nuestras diferencias.

-Qué piensas de los hombres que se denominan “feministas”.

-Los varones nacen en una sociedad que les da privilegios, entonces aunque hay varones que son igualitarios -esto se vio mucho en Argentina en las marchas de #niunamenos- que acompañaron a las mujeres en su demanda y compromiso para que no haya violencia en contra la mujer, pero renunciar a los privilegios de su género es un poco más difícil y es una reflexión que hay que tener, de cómo se construyen las identidades masculinas y cómo la identidad masculina va generando subordinaciones en varones que no se adaptan a ellas, pero deben encajar en los parámetros establecidos.

Durante el juicio del caso de Nabila Riffo se habló mucho que tenía más de una pareja sexual, que se vestía de manera impropia, etc. Es muy común cuando son casos de violencia sexual e intentos de feminicidio, en Argentina hubo casos donde se destacó que la mujer en su juventud había estado en prostitución y que el hombre la había rescatado, entonces era dueño de su cuerpo.

La idea imperante es que las mujeres debemos dar señales de exclusividad y no disponibilidad a otros varones, y que si no damos esas señales es que cualquiera puede considerarnos una mujer pública, que puede ser tomada por cualquier varón. No tenemos la chance de ser mujeres libres, en este sistema patriarcal somos mujeres de un varón, suyas para la reproducción, la sexualidad y el quehacer doméstico y pueden disponer de nuestros cuerpos para eso, y sino mujeres públicas. Que una mujer pueda tomar decisiones libremente sobre su cuerpo es una lucha desde hace décadas. Es más, incluso en Argentina se ha reclamado en juicios de femicidio que la mujer no hacía las labores del hogar, entonces eso menoscaba la masculinidad de su pareja, por lo que él tenía derecho a violarla y matarla.

-¿Qué les decimos a los hombres que nos llaman feminazis, que creen que exageramos al reclamar, por ejemplo, por el acoso callejero?

-Hay una especie de pánico moral en algunos hombres que consiste en decir que si hacemos una ley de acoso en el lugar de trabajo, ellos ya no van a poder invitar a las mujeres a tomar un café y se acabaron los romances de oficina, y que si hacemos uno contra el acoso callejero, entonces ya no van a poder intentar el acercamiento a una chica que les gusta.

No conciben la posibilidad que esa invitación no sea una exigencia de poder, que es lo que configura acoso. No cualquier invitación es acoso y no cualquier acercamiento a una chica es acoso callejero. Entonces no están pensando en relaciones de igualdad, en cómo hacer para que esas relaciones no sean violentas hacia aquellas mujeres a las que se quieren acercar, esa igualdad tenemos que construirla hombres y mujeres y entre todas las personas. Tenemos que pensar que siempre que hay un acercamiento violento a partir de una relación de poder, esa relación no es un acercamiento amoroso, no es igualitaria y ninguna persona merece ser víctima de violencia, estamos hablando de violencia no estamos hablando de romance.

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