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Vocera Ni Una Menos Chile: «Hay un fracaso de la institucionalidad respecto de las cifras de violencia contra la mujer» Tercera Encuesta Nacional de Violencia Intrafamiliar Contra la Mujer

Vocera Ni Una Menos Chile: «Hay un fracaso de la institucionalidad respecto de las cifras de violencia contra la mujer»

«Estamos claros que en el panorama que tenemos como país, la violencia va en aumento. Y lamentablemente va creciendo en dos direcciones: en cantidad y también en índice de crueldad respectos de las formas de matar a una mujer», asegura Nadia Martínez, quien además afirma que las políticas que se han generando siguen siendo deficientes.


Este semana se dio a conocer la Tercera Encuesta Nacional de Violencia Intrafamiliar Contra la Mujer y Delitos Sexuales.

Entre los principales resultados está la disminución de la violencia física de un 5,8% a un 4,3%, aunque se registró un aumento en la violencia psicológica que pasó de un 16,8% a un 20,2%.

La violencia física y sicológica sigue siendo ejercida mayoritariamente por las parejas y ex parejas, ya que el 65,6% de los agresores de mujeres que reportaron haber sufrido violencia en el estudio, en contraste con 15% de otras personas o el 7% de otros parientes.

De esta forma, el espacio intrafamiliar continúa concentrando el 38% de la violencia que las mujeres declaran haber vivido en algún momento de su vida.

Otro índice importante es la denuncia de las mujeres en cuanto al último episodio de violencia vivido: un 37% reportó la violencia física vivida, un 23% denunció la violencia sexual y el mismo porcentaje (23%) lo hizo en cuanto a violencia psicológica.

Pero con respecto a denunciar, un 46,8% de las mujeres que vivieron violencia física, 41,8% de las que enfrentaron violencia sexual y 48,9% de las que sufrieron violencia psicológica no creen realmente que sirva denunciar o incluso denunció previamente y no obtuvo resultados.

Para Nadia Martínez, vocera de la coordinadora Ni Una Menos Chile los resultados no son nada alentadores y dista mucho de lo que está pasando en realidad. «Estamos claros que en el panorama que tenemos como país, la violencia va en aumento no solamente en Chile y en Latinoamérica, el índice de femicidios es una cifra que va creciendo a nivel mundial. Y lamentablemente va creciendo en dos direcciones: en cantidad y también en índice de crueldad respectos de las formas de matar a una mujer», sostiene.

Según la vocera, «nos estamos viendo cada vez más indiferentes en el sentido de que necesitamos más crueldad, necesitamos un femicidio más duro respecto del cuerpo, desmembramiento, índice altísimo de puñaladas, etc. como para poder impresionarnos como sociedad y ese dato de la crueldad también lo vuelve un factor de riesgo porque se van repitiendo patrones  y además nos vamos acostumbrando a muertes muy macabras, que van quedando en el imaginario».

Martínez manifiesta que los datos con los que cuentan tanto en nuestro país como a nivel planetario son que las muertes de mujeres van en aumento, más allá del aumento de violencia sicológica.

«Hay un fracaso de parte de toda la institucionalidad también respecto de estas cifras, les ha costado mucho poder bajar el número, llegar a la raíz estructural de este problema. Nosotras observamos que hay un trabajo a puertas cerradas que no tiene que ver con con los propios movimientos de mujeres y cómo se está enfrentando el tema de la violencia y de los feminismos también en los diversos sectores y diversos territorios, entonces esa distancia también va arrojando una ineficacia que es evidente en este momento», asegura.

Y explica: «Lo que tenemos en las encuestas y observamos nosotras son datos disgregados y una interpretación de datos con enfoques que no sé si nos van a ayudar a un buen final. Claramente no hay voluntad política frente a estos datos. Nosotras observamos que tenemos proyectos descansando tranquilamente hace bastante tiempo que son previos al femicidio, cosas tan simples como normar el acoso callejero por ejemplo, o una ley de violencia en el pololeo que ayudaría mucho en la prevención, sin embargo vemos que esto avanza lento».

Para la Coordinadora, las políticas que se han generando siguen siendo deficientes, lo que asumen «como un modo de tortura de las mujeres sostenido también por una cadena de violencia desde antes de nacer, pero también estructural, sistémico. El femicida en el fondo sabe que cuenta con esta disposición cultural-jurídica que le va a generar cierta seguridad en términos de impunidad, el femicida sabe que va a quedar libre muy luego, que va a haber un proceso judicial que es muy deficiente que deja a las mujeres mucha inseguridad, por lo tanto no va a tener miedo de generar esta violencia».

En ese sentido, Martínez cree que tenemos que asumir que la legalidad hasta aquí no ha logrado poner freno a los femicidios, «Tenemos un marco legal suficiente, aunque la Ley de Violencia Intrafamiliar debe ser modificada, hay un proyecto que tiene modificaciones ahora, pero a pesar de eso observamos que el cambio tampoco pasa por ahí. Necesitamos, por lo menos para nosotras en la Coordinadora Ni Una Menos, focalizarnos en la prevención, por ejemplo, entrar a los colegios donde hay un universo de millones de estudiantes donde podría haber una elaboración de discursos y significados de discursos con otro enfoque, más igualitario, que arroje una solución de conflictos más sana para todos y todas, más segura para las mujeres».

Y añade: «Modificar la Ley de Educación no sirve si no abordamos la violencia de género porque éste es tema para una asignatura, nosotras lo que apostamos es a eso, a que logre entrar el tema de la violencia como un contenido dentro del curriculum y que desde ahí se pudieran propiciar cambios a mediano y largo plazo, pero no sacar estas materias hasta que los indicadores nos demuestren de que tenemos un cambio como sociedad».

«Lo legal por si solo no sirve, eso ya está fracasado y nosotras ya observamos que lo que necesitamos es un cambios estructural, cultural y a la raíz, lo que tenemos en la materia legal es la sanción después de, pero a nosotras nos interesa llegar antes, ojalá que las niñas pudieran ser conscientes de los límites de las relaciones violentas antes de que empiecen incluso su primer polleo, porque la materia legal por si sola no produce la transformación, lo que necesitamos son aspectos transformadores preventivos y de procesos y no eventos», señala.

Tema regional y mundial

La visibilidad de las constantes violencias que sufre la mujer se tomó Hollywood luego de las denuncias contra el productor Harvey Weinstein, y no solo movilizó a las grandes estrellas en la alfombra roja de los Globos de Oro al vestirse de negro el pasado domingo para denunciar los abusos sexuales, sino también se han tomado medidas concretas como la creación del fondo Time’s Up para las víctimas.

El fenómeno mundial de atreverse a denunciar también se vio reflejado en las redes sociales bajo el hasta #MeToo. Pero aún así la normalización de la violencia contra la mujer sigue arraigada en nuestra sociedad y se manifiesta constantemente.

Argentina se topó hace unos días con un desafortunado comentario en TV de un cantante que llegó a afirmar que «si la violación es inevitable, relájate y goza».

El repudio fue masivo «aunque antes habría pasado desapercibido» resaltó a Efe la activista argentina Ada Rico, presidenta de la asociación cívica feminista La Casa del Encuentro.

El problema del país transandino es que un femicidio ocurre cada 30 horas, y fue por eso que se gestó la frase Ni Una Menos, con una serie de movilizaciones desde 2015 para exigir el fin de las muertes y crear conciencia del problema.

Sin embargo, las cifras indican que hay mucho trabajo por hacer.

«Registramos 600 llamadas por día por casos de violencia, así como consultas e información», reconoció a Efe Carla Majdalani, directora de Comunicación del Instituto Nacional de las Mujeres argentino, organismo que dirige una línea pública gratuita para que las mujeres puedan denunciar abusos.

Pero en las denuncia sigue habiendo miedo. «Eso es lo que mucha gente no ve. Poder denunciar es un lujo. La denuncia tiene un costo emocional muy alto para la víctima pero también un costo económico muy fuerte», ya que se juegan el repudio social y el despido en el caso en el que sea en un trabajo, subrayó Mercedes D’Alessandro, economista y escritora del libro Economía Feminista.

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